La Blight que quiero ser

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«Las pisadas de mi madre eran muy ligeras.

Una mujer delgada y refinada, caminaba siempre con elegancia y haciendo el menor ruido posible, así llevase botas de trabajo o sus zapatillas de salir.

Mis oídos se afinaron para reconocer los pasos de cualquier persona que estuviese fuera pero, me había vuelto experta en reconocer precisamente, cada vez que ella caminaba por el pasillo.

Habían cosas que ella desaprobaba y yo debía manterlas ocultas. Mis libros de Azura por ejemplo, a veces tenía uno conmigo, pero ella no podía verme leyéndolo sin que tuviera que recordarme alguno de mis fracasos.

“Si un Blight no es talentoso, estudia hasta serlo.”

Lo hacía de manera tan sutil, brotaba en mi la culpa por algo tan normal como leer mi libro favorito. Por eso… yo siempre debía estar alerta.

Con los años aprendí a no decepcionarla, apartándola de mi vida y ocultándole parte de quién soy. Yo era una Blight y los demás solo podían ver esa parte de mí; la parte que mi madre aprobaba.

Ese día en la mañana fui a la biblioteca para recoger mi libro de Azura y leer un poco en casa. El horror pasó y sostuve muy cerca de mí el libro. Este en especial era el de Luz, que me lo había prestado nuevamente hacia unos días. Las noticias ocurrieron y me quedé en la cama a descansar y desearle lo mejor a Eda, Luz y también, a mi mentora Lilith.

Todo salió bien para ellos… Me hubiese gustado tener la misma suerte.

Cuando me dispuse a leer finalmente el libro de Azura, noté que había algo entre las páginas. Lo abrí y eran las fotos del grom. Pasé las primeras, buscando justamente esa foto donde estaba con Luz.

En su reverso había un pequeño mensaje de Luz, de lo cual, solo pude entender el corazón dibujado al final.

Te ves preciosa en esta foto, como siempre <3”

La emoción se me notaba en mi respiración y mis mejillas ardían de felicidad al ver la fotografía… Yo y Luz abrazadas con nuestras coronas del Grom.

Mientras revisaba las demás fotos y leía los comentarios tontos o de aliento que me había dejado Luz… las escuché.

Pisadas rápidas y delicadas.

Moví un poco mis orejas, escuchando a mi madre caminar hasta mi puerta. “Madre está molesta.” fue lo que pensé. Ella nunca venía a hablarme a mí directamente a menos que fuese para regañarme. Cualquier anuncio bueno lo hacía en la mesa, a la hora de la cena.

Me apuré a guardar las fotos dentro del libro de Azura nuevamente y dejar el mismo en el estante.

Luego de unos segundos, escuché el suave golpeteo en mi puerta.

—Amity, cariño —me llamó—, ¿cómo estás?

La puerta se abrió y me enderecé en la silla lo más que pude. Una postura correcta, la postura de una Blight.

—Estoy bien, madre —le respondí, fingiendo leer mi libro de estudio sobre abominaciones complejas.

Volteé a mirarla y pude ver en su rostro una sonrisa.

—Oh, sigue con tu libro —me dijo al verme leer—. Solo venía a decirte… Acaba de hablarme un servidor del Emperador Belos, cariño.

Empezó a pasearse por mí habitación. No era algo nuevo, pero cada vez me hacía sentir frágil. Buscaba imperfecciones, para hacérmelas notar. Cualquier cosa que no fuese de su agrado debía irse. Por eso estaba el escondite… ahí podía guardar lo que era de valor para mí, sin temor a mi madre; mi lugar seguro.

Los restos del GromDonde viven las historias. Descúbrelo ahora