Se puso sus gafas y se quedó sentada en la silla. Tomó el espejo de mano que estaba frente a ella y miró su reflejo. Se veía normal, bien, pero… no podía evitar el desviar la mirada hacia el escritorio.
Ahí descansaba una cajita elegante con un broche pequeño encajado en medio, nada realmente muy llamativo, pero era algo único y lo sabía. Reconocía el trabajo de un diseñador de la élite. Los ricos eran los único que querían y podían darse el lujo de gastar mucho dinero en una tontería como un broche para el pelo personalizado. Y eso la molestó un poco, ¿por qué Boscha creía que tenía derecho de regalarle algo así?
Obviando eso, e ignorando el hecho, era… bastante bonito. El cuerpo metálico era de un color dorado, con el diseño del tallo de una flor hondulada y un pequeño capullo de adorno. Nadie la estaba viendo, así que, ¿por qué no? Lo tomó entre sus dedos y se lo colocó en el cabello con ayuda del espejo. Algo hizo clic dentro del accesorio y un halo de magia en sus ojos y el broche fueron el preámbulo de lo que vendría: el capullo se abrió.
Una flor del color de sus ojos se vio en el reflejo de espejo y suspiró. Se quitó el broche —el cual volvió a cerrar sus hermosos pétalos— y lo dejó sobre la mesa antes de empezar a frotarse las sienes.
—Muérete. —Suspiró agobiada.
—0—
Ese día todos estaban invitados a mirar. Habian pasado muchas cosas recientemente, pero desde ese momento, y toda de la semana que venía, habrían festividades.
Amity caminaba por las calles junto a sus hermanos, llevando el uniforme de Hexside. Todo era un caos, vendedores ambulantes y puestos de feria, además de la gran cantidad de soldados y de las personas. Aunque seguía siendo algo lúgubre, nadie podía negar que el ambiente había mejorado, excepto claro…
Los tres ya se habían inscrito para formar parte del torneo decisivo. Sus padres los mandaron «a divertirse» y les dieron unos cuantos caracoles a cada uno para que se compraran algo de comer o lo que quisieran. Era más dinero del que necesitarían, pero no había manera de rechazarlo.
Pronto se anunciarían las posiciones, así que debían quedarse por la zona unas horas. Decidieron seguir al pie de la letra las instrucciones de su padre y caminar sin rumbo entre las decoraciones y los puestos, los vendedores y los soldados.
—Ey, chicas, ¿no quieren una manzana acaramelada? —Edric preguntó con un intento de sonrisa, para darles algo de ánimos a sus hermanas.
No importó realmente, puesto que él se animó a caminar a la fila antes de que ellas pudieran negarse. Las invitaría y saldría un poco del pequeño y asfixiante espacio que estaban compartiendo los tres. Amity y Emira lo esperaron a un lado de la acera donde no estorbaran a los que iban caminando por el lugar.
—¿Tienes algo en mente, Mittens?
—¿Tú?
—¿Debería?
Amity alzó su mirada para ver a Emira, pero no aguantó sostenerla por mucho rato, así que volteó a observar a Edric a lo lejos.
—Siempre has sido una rebelde… y justo hoy vas a seguir las reglas.
No sabía a qué venía ese comentario pero a ninguna de las dos le importó y simplemente le siguió otro en repsuesta.
—Y tu siempre has sido el perrito faldero. —Aquello no iba como insulto, y Amity tampoco lo tomó como tal—, pero no te creo que vayas a seguir en este juego por más tiempo.
La menor rio suavemente, recostado su espalda en el muro tras ella.
No quería pensar. Se imaginaba que luego de una salida mágica con Luz estaría lista para despertar y seguir adelante, pero ahora se daba cuenta de que estaba verdaderamente harta de su vida. No podía continuar siendo ese perrito faldero que su madre quería, deseaba perseguir esa fantasía de su propio camino… No entrar en un aquelarre lleno de mentiras.
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Los restos del Grom
FanfictionLa noche de Grometheus dejó mucho que desear, Luz ha superado como ha podido el miedo, así que ahora es turno de Amity de enfrentarse a él; quitarse las espinas que solo han ido creciendo a su alrededor desde aquella noche y librarse de su Grom. Lu...