Granjera

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Aziraphale y Crowley habían tenido un solo anhelo después de casarse: comprar una casa en el campo y vivir tranquilos con su hija Crepa, lejos de los problemas de la ciudad, lejos de todo lo malo que les había pasado

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Aziraphale y Crowley habían tenido un solo anhelo después de casarse: comprar una casa en el campo y vivir tranquilos con su hija Crepa, lejos de los problemas de la ciudad, lejos de todo lo malo que les había pasado.

Sus familias no habían apoyado su boda; según ellos el matrimonio entre dos hombres tan diferentes sería un desastre, siendo Aziraphale tan religioso y Crowley tan ateo. Pero ambos se habían empeñado en vivir su vida sin hacer caso a las advertencias, y se habían casado en secreto. Después de eso los Fell y los Crowley no quisieron saber nada con sus proyectos, y ellos trabajaron duro para cumplir su sueño de vivir en el campo en paz. Adoptar a la pequeña Crepa les había hecho creer que era posible formar una familia propia.

-Y nosotros no cometeremos sus mismos errores, ángel- aseguró Crowley a su esposo.- Educaremos bien a Crepa, para que no sea prejuiciosa ni le dé la espalda a sus seres queridos nunca.

-Ella siempre podrá contar con nosotros- añadió Aziraphale enjugando una lágrima, mientras la pequeña de cinco años jugaba entre el huerto a perseguir a su nuevo cachorro.-Decida lo que decida, la apoyaremos.

-¡Papis, papis, miren! ¡Perro aprendió a pararse en dos patas!- gritó Crepa encantado cuando su perrito se le paró jugando y manchó su vestido floreado con barro.

-¡Querida, vengan a jugar aquí, antes que se ensucien más! Crowley, tenemos que terminar las parcelas del huerto, ¿podrías encargarte tú?

-Seguro. Si tú te encargas de cocinar esa tarta tan rica de queso para el almuerzo- respondió Crowley dándole un beso en la mejilla y yendo al galpón de herramientas para continuar con el trabajo.

(...)

Diez años habían pasado desde esa tarde en el huerto, y la granja de los Crowley Fell se había llenado de mucho más que parcelas con verduras. El huerto había triplicado su tamaño, y también contaban ahora con un prado de árboles frutales, un gallinero, un corral con patos y gansos, sin mencionar la compra de terrenos circundantes que les había permitido criar una modesta cantidad de vacas lecheras que pastaban de forma natural y eran sumamente tranquilas. Crowley se ocupaba de las finanzas y lo hacía tan bien que vendían productos a todos los comercios de Tadfield y otros pueblos vecinos, mientras que Aziraphale había dado rienda suelta a su amor por la cocina para crear un restaurante al aire libre donde de su propia mano servía platos caseros y deliciosos, todos hechos con productos de su granja.

-No sé que los habrá llevado a decidir vivir aquí en el pasado pero, ¡qué bueno que lo hicieron!- le dijo Anathema un día, relamiéndose de gusto por el pay de caramelo que tenía delante.- Tú y Crowley le dieron nueva vida a este pueblo, al punto que es difícil imaginarse cómo era esto antes.

-¡Yo lo recuerdo!- intervino Newton, el esposo de Anathema, visiblemente divertido.- Era un pueblo como tantos otros, cuyo único punto de referencia era la base aérea que queda aquí cerca. Pero ahora todos saben que este es el hogar de los Crowley Fell, los mejores granjeros de toda Inglaterra.

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