Jardinera

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Crepa se bajó del autobús en Tadfield con muy buen humor

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Crepa se bajó del autobús en Tadfield con muy buen humor. Allí el aire era más puro y el paisaje precioso, el pueblo era bonito y tenía muchas actividades al aire libre que sin duda aprovecharía. Pero antes que la diversión, pensó, estaba el trabajo.

Había aceptado un empleo como jardinera en la casa de campo de un tal señor Shadwell, sargento retirado del ejército que vivía allí con su esposa Jezabel. Ambos eran mayores y no contaban con hijos, por lo que llevaban una vida bastante solitaria. De vez en cuando una mujer del pueblo llamada Anathema les hacía recados o iba a ayudarlos con las labores, pero ella no sabía nada de jardinería y el matrimonio Shadwell no sabía cómo, así que su gran patio y su jardín otrora hermoso estaba ahora descuidado. Y por eso estaba ella allí.

-La señorita Anathema dijo que estabas dispuesta a trabajar en nuestro jardín- comentó el sargento más tarde, cuando hubo arribado a su casa. Parecía muy serio y algo intimidante, por lo que Crepa tragó saliva antes de contestar.

-Sí, señor.

-¿Ustedes se conocen bien? ¿Son parientes o compañeras de escuela, o qué? Porque no tengo intención de meter a una extraña en mi casa sin saber sus antecedentes.

-¡Querido, por favor!- lo amonestó su esposa.- Estás siendo grosero...

-Está bien, señora Shadwell, no me ha ofendido. Señor, conozco muy bien a Anathema porque es mi cuñada. Está casada con mi hermano mayor Newton, ¿sabe usted? Así que he venido muchas veces a Tadfield a visitarla y conozco bien la zona.

-Mh. Supongo que eso está bien, si se aloja usted con su hermana podría venir a trabajar sin problemas aquí.

-En efecto.

-¡De acuerdo, de acuerdo! El empleo es suyo, jovencita, pero le advierto que no quiero excusas ni holgazanería de por medio. Tendrá que trabajar duro en remover los arbustos secos, podar los árboles, limpiar ese horrible cuarto de herramientas...

-Querida, no hagas caso a mi marido cuando se pone así de cascarrabias. ¡En realidad le caíste bien!- aseguró la señora Jezabel un rato más tarde, mientras acordaban sus condiciones y su salario en el escritorio.- Es solo que a él le gusta aparentar ser malo.

-Descuide, señora Shadwell. Bueno, ¿cuando desea usted que empiece con mis labores?

-Mañana por la tarde a ser posible. Ahora que comienza a hacer calor querríamos pasar más tiempo en el jardín, pero es imposible con ese césped alto y lleno de hojas, y ni hablar de los manzanos querida, creo que están enfermos o algo porque sus hojas están en muy mal estado.

-Entiendo, revisaré los manzanos para verificar que no tengan ninguna plaga. Su marido mencionó un cuarto de herramientas... ¿Podría pasar a verlo ahora? Quiero saber que elementos tienen, para que si falta algo pueda traerlo yo desde mi casa.

-Qué chica más considerada eres, Crepa... que dios te bendiga a ti y a tu familia. Mi esposo y yo no tenemos más que esta casa y este jardín, pero como somos mayores no nos dan las fuerzas para atenderlo como se debe. Es una suerte que hayas llegado a nuestras vidas.

Crepa se infló de orgullo y regresó a casa contenta con su nuevo trabajo, sin dejarse amedrentar por los comentarios sobre lo irascible que era el Sargento. Al parecer, todos en Tadfield lo trataban desde lejos por su mal carácter, pero ella no lo vio así. De hecho, disfrutó mucho de ir diario a cuidar su jardín y de trabar amistad con la pareja.

Mientras ella cortaba el césped del patio trasero y el jardín delantero, la señora Jezabel le llevaba limonadas y le decía que no dudara en entrar si precisaba algo. Durante los días que tardó en arrancar los arbustos secos, emparejar el suelo y preparar una nueva parcela para nuevas plantas, el sargento Shadwell decidió confiar en ella y le contó algunas anécdotas con lujo de detalles, como por ejemplo, como había sido su tiempo en el ejército; incluso le mostró fotografías de su antiguo pelotón y reconoció que habían sido buenos tiempos a pesar de todo, porque defender la patria le había hecho sentir importante y útil.

-Tú eres muy importante, querido- le dijo su esposa con dulzura.- Con o sin uniforme.

-¡Ahh! Qué susto me diste, mujer, ¡no te aparezcas así de repente!

-Vine a decirles que ya está el almuerzo. Crepa, tesoro, ¿te quedas a comer?

-Con mucho gusto, señora Jezabel. Solo déjeme ir a lavar las manos y enseguida voy al comedor.

Crepa alabó el sabroso estofado de carne y mientras les dio un relato de cómo marchaban sus trabajos, incluyendo la reparación de una mesa y dos sillas de jardín que serían perfectas para las tardes de verano.

-No están tan dañadas como para descartarlas, excepto la sombrilla, ahí sí hará falta comprar una nueva. Pero todo lo demás, ¡lo puedo arreglar! Quedará precioso cuando termine, ya verán.

-Si tú lo dices, tesoro, te creemos. ¿Y qué hay de los canteros de flores junto a las ventanas, estarán listos pronto?

-Ya encargué la tierra necesaria, señora Jezabel, y llegarán entre mañana y pasado mañana. Mientras tanto lo que puedo hacer es repintar las macetas, ¿quisiera elegir un color de los que ya tenemos, o compro otro en el pueblo mañana?

-¡Oh, el color rosa que usaste para renovar el cobertizo es perfecto!- aplaudió la señora Shadwell con ojitos brillantes, en contraste directo con la mirada severa de su esposo.

-¡Ah, no, eso sí que no, mujer! Ya fue suficiente con que quisieras pintar de rosa el cuarto de herramientas, ¿y ahora también vas a querer de rosa las macetas? ¿Quieres que me vuelva la burla de todo el pueblo, o qué?

-¡Pero querido, el rosa le da vida a una casa, es muy bonito!

-Concuerdo con usted- terció Crepa riendo ante el aparente enojo de Shadwell, pues a esas alturas había aprendido a ver al verdadero sargento y no solo al gruñón ex militar que todos conocían. Era un buen hombre, que amaba a su esposa, a su país y a su jardín, que poco a poco iba reviviendo. Crepa se sentía tan bien integrada que olvidaba su carácter de jardinera, y los trataba como si fueran sus propios abuelos. Y ellos a su vez la trataban como a una nieta, porque desde el minuto uno habían visto que era una chica adorable en quien se podía confiar.

-Ha sido un almuerzo grandioso, se los agradezco mucho. Ahora tal vez deba volver al trabajo, aún me faltaban unas cosas por hacer antes de terminar mi jornada...

-No te apures, muchacha, deja esas plantas un momento y disfruta el postre que preparó Jezabel... ¡Mujer! ¿Y el postre?

-Ya voy, querido, ya voy, solo estoy buscando una bandeja lo bastante grande para llevarlo... Crepa, tesoro, ¿te importaría ayudarme a buscar?

Crepa asintió y entró en la cocina a buscar la bandeja, sin ocultar su sonrisa. Aquella casa era un sitio mucho más cálido de lo que la gente creía, pero estaba bien si no podían notarlo. Ella por cierto que lo notaba, y agradecía que confiaran en ella y la trataran con tanta gentileza. Hacía que haberse mudado a Tadfield hubiera valido mucho la pena.

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