Capítulo 7. Revelaciones

2.5K 400 349
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



—Ira...—Susurro a la chica que está contra mi cuello, entre su temblor y su respiración agitada, es más que evidente que está teniendo un ataque de pánico.

Vaya que los reconozco, por dos años Gustavo los tuvo luego de haber vivido un intento de secuestro.

La psicóloga nos había entrenado tan bien, que podíamos hacer que sus ataques sean breves, o contenerlo para evitar entrar al pico máximo.

Las uñas de Iracema estaban entrando en mi espalda, pero era incapaz de separarla, de mi, porque la entiendo, porque sé, que puede parecer una tontería temer a la oscuridad, pero ningún miedo es una tontería cuando lo entendemos.

—Ira...—la vuelvo a susurrar calladamente en su oído y su perfume entra en mi nariz, impregnandose por completo en mi.— Voy a levantarme, y quiero que relajes tus manos, ya hay más luz, las velas iluminan mejor el lugar, pero entiendo si no estás lista.

—Yo... yo... Luriel, siento algo en mis piernas—Dice casi llorando, Juanjo y Gustavo quienes ahora ya están en mi campo de visión hacen un gesto.

—Te voy ayudar a subirte a mi silla —¡Dios, duelen sus uñas!

—Ok, ok, ok,—Repite casi susurrando, reconozco eso, el pánico la está secuestrando. Debo calmarla pronto.

Bajo de la silla y ahora siento sus lagrimas en mi camisa. El miedo se a apoderado por completo de esta chica, y a pesar de que podemos jugar  ser enemigos, o de tener ganas de superar uno al otro, no puedo dejar de sentir ganas de ayudarla y calmarla. Me duele sentirla así.

La tomo de la cintura, y una corriente eléctrica poseyó mi estomago cuando hice eso, a continuación la alce delicadamente hasta la butaca, pesaba como una pluma.

—¿Te sientes segura ahora?—Le pregunto mientras el canto de nuestros anfitriones sonaba más fuerte. Las luces de las velas se encendían y apagaban y todo se hacia más aterrador.

La chica mueve su cabeza de manera afirmativa, mientras sigue abrazada a mi.

—Ahora, quiero que desentierres tus uñas de mi espalda—pedí riendo contra su oído y eso desencadenó en ella una reacción de vergüenza.

El internado de La colmena [Libro 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora