Se aproximan los juegos

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Estamos a dos meses de los juegos departamentales <son competencias que se realizan a nivel departamental, la mayoría de disciplinas participa y es la competencia más importante para el municipio>

Solamente tengo doce años, no cumplo con la edad mínima para competir en Hapkido.

Estoy entrenando una noche, cuando mi entrenador me llama y me presenta a un entrenador de karate.

- mucho gusto, mi nombre es Carlos Ordóñez y me interesa tenerte en mi equipo para juegos departamentales. Tu cumples con el peso que necesito. ¿Te interesaría?

Nose que decir, no me siento digno de estar en ninguna selección y menos para algo tan importante como son estos juegos. Mi entrenador me convence de que acepte para adquirir experiencia. No se presenta todos los días una oportunidad así y acabo por aceptar.

Ya llevo casi un año en Hapkido, ya tengo mi uniforme y tengo una oportunidad de hacer parte de una selección. Entonces empiezo a entrenar karate y Hapkido, obviamente entreno más en Hapkido que en karate.

Llego tarde al primer entreno de karate, el entrenador de karate me pone a pelear con otro chico que lleva ahí tres años entrenando. Obviamente estoy nervioso. Apenas empieza el combate él me estudia y observa que mi guardia es muy diferente a la de él, Mi repertorio de patadas también lo es. Entonces conectó una patada semicircular al rostro de él lo que lo deja titubeando pues en el karate no se puede golpear tan fuerte y debes recoger la patada acompañada de un grito para que te la validen. Este aspecto del karate poco me agrada. El entrenador de karate grita a su estudiante:"¡te vas a dejar golpear de este chico de Hapkido!, ¡¿acaso no sabes pelear?!" Entonces me empieza a atacar más eufóricamente pero enseguida se acaba el tiempo. Lo saludo y le doy las gracias, entonces se presenta.

-mi nombre es Enrique Palacios, buen combate. Eres bueno

Yo agradesco y me dispongo a quitarme los implementos de protección (guantes, canilleras, coca genital y protector bucal). Despedimos la clase haciendo una fila hombro con hombro por orden de rango mayor a rango menor, yo me ubico al final. Nos sentamos en rodillas y ponemos las manos en el piso, luego damos una venia colocando la frente en el piso mostrando respeto por nuestro instructor. Después nos dan una pasta y un hidratante a los que pertenecen a la selección.

Llego a casa e inmediatamente me acuesto a dormir, al otro día debo madrugar al colegio. En el colegio sigo siendo el mismo chico de siempre al que le hacen bullyng pero al menos ahora tengo un motivo por el cual vivir. Hago parte de una selección.

Nadie nace campeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora