El tiempo vuela

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Ya han pasado casi ocho meses desde que entré en la academia de Hapkido y estoy dispuesto a ascender de rango, a un nuevo cinturón, al cinturón amarillo.

Me hacen un examen de ascenso junto a unos 15 compañeros de entreno que también van a ascender a diferentes cinturones. En mi examen me piden 16 técnicas de defensa personal, 32 patadas, seis formas de caídas básicas (desde cuclillas) y una pequeña forma de respiración.

Estaba muy nervioso ese día, cada que hacia alguna técnica mi inseguridad me obligaba a mirar al piso. Al fin termina el examen y me entregan mi cinturón, veo que mis compañeros empezando a gritar: "¡pollo, pollo!" yo estaba estupefacto, entonces veo que hacen una doble fila y todos se quitan el cinturón, lo doblan y lo agarran con la mano, yo hago lo mismo sin saber el motivo aparente. Apenas pasa la primer a personas por le mitad de las hileras todos le golpean con sus cinturones en las nalgas. <que raro estas cosas. ¿Serán masoquistas acaso?> entonces yo hago lo mismo, los golpeo con toda mi fuerza uno tras otro. Hasta que llega el momento que me llaman al frente y entonces empiezo a correr y siento como me queman las nalgas con los azotes de los cinturones de mis compañeros en mi piel, por fin salgo de esta agonía y me puedo sobar. Terminan de pasar todos y comemos un refrigerio. Después nos vamos a casa.

En este entonces ya tenía doce años y aun no encontraba realmente el sentido de este hobbie en mi vida, pero lo seguía ejerciendo porque me llamaba la atención.

Yo no presentó dificultad al patera alto, por eso lo hago frecuente en un combate pero como soy principiante, no tengo nada de foco y solo me alcanza para espantarle las moscas a mi adversario.

Ya puedo hacer patadas saltando, entonces empiezo a hacer una nueva patada llamada 'doble bandal' que consiste en lanzar una bandal con una pierna pero antes de caer lanzar otra con la otra pierna. Empezamos a practicar pegándole a las paletas, en ese momento me doy cuenta que me esta saliendo bien y me emociono, pero esta dicha me dura poco pues en una doble bandal no caí bien sino que caí en el dedo gordo del pie. Al caer se dobló y todo mi peso cayó sobre el dedo. Dolió demasiado, sin duda una de mis peores experiencias, no pude seguir pateando y me hice a un lado. Mi entrenador me aplica un spray, pero esto no sirve de nada, el dolor me agobia.

Llego a mi casa casi cojeando y noto como mi dedo se pone negro y me asusto: "¿será que me lo fracture?"- pienso. Pero intento evitar pensar en el dolor y me aplico hielo, gracias a dios mi dedo vuelve a la normalidad a los pocos días.

Nadie nace campeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora