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—Lleva semanas sin salir, debemos hacer algo. ¡No se puede quedar así por vida!—exclamo la castaña.

—Hanjí—susurro el rubio. 

—¡No Erwuin!, ¡Ya estoy cansada!, ¡Si la extraña, si la ama!, ¡Porque mierda no la busca!, ¡En primer lugar nunca debió haberla dejado ir!, ¡Debió haber ido tras ella!. ¡Lo es qué, es que es un maldito cobarde!—exclamo con enojó.

—Hanjí.

—No me gusta decirlo, pero es la verdad. El tiene la culpa de todo esto, si tan solo le hubiera dicho las cosas, no le hubiera mentido, ahora ella estaría aquí. Con el.

Y sin decir alguna palabra, salió de la pequeña sala azotando la puerta de salida.

El rubio suspiro.

—Hanjí tiene razón—comento una voz, que para su opinión se encontraba seca, fría. Era el pelinegro.

—¿Levi?—pregunto confundido, al verlo después de un mes sin salir de esa oficina. Estaba devastado, estaba mucho más delgado, su piel estaba más blanca de lo normal, en sus ojos se podían contemplar unas grandes ojeras. Estaba muerto en vida.

—Es gracioso—volvio hablar, tomando asiento al frente de dónde se encontraba su amigo—Ella siempre tuvo razón, si no hubiera Sido un gran cobarde ahora Mikasa estaría aquí, ¡Soy un idiota!—solto una sonora carcajada.

Sin esperar más se levantó del lugar, aún con esa sonrisa fue directo hacia la sala y tomo su chaqueta. Se dirigió hacia la puerta principal del hogar.

—¿Levi, a dónde vas?—pregunto el rubio.

—¿Tu qué crees, Erwuin?.

Y sin decir nada más, salió del lugar dejando al rubio con un nudo en la garganta.




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Las horas pasaban, y el pelinegro no llegaba a su hogar, la pareja que se encontraba esperandolo se estaba empezando a preocupar, el nunca llegaba tarde a su hogar. Menos un domingo por la noche, claro ambos sabían que las cosas habían cambiado, la razón o la persona por la cual el Siempre llegaba temprano, ya no estaba.

¿Tenía derecho de llegar tarde?.

Claro, pero sabiendo la situación en la que el se encontraba, esto no era buena señal. El pelinegro, podía ser muy recto, pero hay cosas en el que aunque no lo quisiera aceptar, no han podido desaparecer. Y eso no le gustaba a la castaña.

Estaba asustada.

Muy asustada.

—¿Que haremos?—pregunto la castaña.

—Debemos irlo a buscar—hablo seguro el rubio levantándose—Tu quédate y espera a que regrese.

—¿Seguro?.

—Si—y con cuidado le depositó un beso en la frente, de la castaña—Lo traeré de vuelta, te lo juro.

Ella como respuesta solo asintió.

El rubio suspiro y salió del hogar, el sabía muy bien dónde se podía encontrar su amigo, lo conocía perfectamente bien y sabía dónde podía estar. Aunque de solo pensar en ese lugar, su mente quedaba en blanco y un terrible miedo se apoderaba de el.

¿Tu Me Amas? (Levi y Mikasa). Donde viven las historias. Descúbrelo ahora