Para mayor sorpresa de Candy, la sala a la que Terry la llevó estaba realmente decorada en azul. Miró a su alrededor, los sofás azules, las cortinas azules..., y luego miró hacia el suelo, que estaba cubierto con una alfombra azul y blanca.
– ¿Tienes algo que decir en tu defensa? -le preguntó Terry.
Ella no dijo nada porque estaba momentáneamente maravillada por el dibujo de la alfombra.
– Candy -gruñó Terry.
La joven levantó la cabeza.
– ¿Cómo dices?
Terry parecía con ganas de sacudirla. Con fuerza.
– He dicho -repitió él-, si tienes algo que decir en tu defensa.
Ella parpadeó y respondió:
– La sala es azul.
Él se la quedó mirando, claramente sin saber qué responder.
– Pensaba que lo de la sala azul no lo decías en serio -explicó ella-. Pensaba que querías llevarme a cualquier lugar donde pudieras gritarme.
– Claro que quiero gritarte -gruñó él.
– Sí -ironizó ella-. Eso ya lo veo. Aunque debo admitir que no sé demasiado bien por qué...
– ¡Candice! -casi grito Terry-. ¡Tenías la cabeza en el horno!
– Claro -respondió ella-. Lo estaba arreglando. Me lo agradecerás cuando empieces a comer las tostadas en condiciones en el desayuno.
– No te lo agradeceré. Las tostadas no podrían importarme menos, y te prohíbo que vuelvas a entrar en la cocina. Candy se llevó las manos a las caderas.
– Milord, eres idiota.
– ¿Has visto alguna vez a alguien con el pelo ardiendo? -le preguntó Terry mientras le clavaba un dedo en el hombro-. ¿Lo has visto?
– Claro que no, pero...
– Yo sí, y no es algo agradable.
– Ya me lo imagino, pero...
– No sé lo que acabó provocando la muerte del pobre hombre, si las quemaduras o el dolor.
Candy tragó saliva mientras intentaba no visualizar el desastre. -Lo siento mucho por tu amigo, pero...
– Su mujer se volvió loca. Dijo que seguía oyendo sus gritos en sueños.
– ¡Terry!
– Santo Dios, no sabía que tener una mujer sería tan molesto. Y sólo llevamos casados un día.
– Estás siendo innecesariamente ofensivo. Y te aseguro que...
Él suspiró y miró al cielo mientras la interrumpía:
– ¿Era esperar demasiado que mi vida siguiera tan pacífica como antes?
– ¿Me vas a dejar hablar? -gritó Candy al final.
Él se encogió de hombros como si nada.
– Adelante.
– No tienes que ser tan macabro -le dijo-. Llevo toda la vida arreglando hornos. Yo no crecí rodeada de criados y lujos. Si queríamos cenar, tenía que cocinar. Y si el horno se estropeaba, tenía que arreglarlo.
Terry se quedó pensativo, hizo una pausa y dijo:
– Te pido disculpas si en algún momento te he subestimado. No pretendía menospreciar tus talentos.
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ERES MI SOL
FanfictionLos personajes de Candy,Candy no me pertenecen, son propiedad de sus creadoras Kioko Mizuki y Yuriko Igarashi. (Adaptación ) TERMINADA