Capitulo Nueve

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Candy se pasó todo el día cuidándose las heridas y alegó que estaba agotada cuando una doncella entró en la habitación para acompañarla al salón a cenar. Sabía que parecería una cobarde, pero la verdad es que estaba tan furiosa con Terry y su familia que no confiaba en ella misma si tenía que compartir una cena entera con ellos.

Sin embargo, quedarse en la habitación era muy aburrido, así que bajó sin que nadie la viera y cogió el periódico del día para revisar las páginas económicas. Comprobó sus inversiones, como solía hacer, pero entonces se dio cuenta de que no sabía en qué situación estaban sus ahorros. ¿Habría hecho Terry ya la transferencia, como le había prometido? Seguramente no, se dijo, intentando ser paciente. Sólo llevaban casados un día. Aunque tendría que recordárselo. Había leído un informe favorable sobre una fábrica de algodón nueva en Derbyshire, y estaba deseando invertir una parte de su dinero.

Leyó el periódico tres veces, ordenó los adornos de la cómoda dos veces y se pasó una hora mirando por la ventana antes de dejarse caer en la cama con un gruñido. Estaba aburrida, hambrienta y sola, y todo era culpa de su marido y su maldita familia. Estaría encantada de estrangularlos a todos.

Y entonces, Deisy llamó a la puerta.

Candy sonrió a su pesar. Supuso que no estaba furiosa con toda la familia de su marido. Al fin y al cabo, era bastante difícil estar enfadada con una niña de seis años.

– ¿Estás enferma? -preguntó la pequeña mientras se subía a la cama de Candy.

– No. Sólo cansada. Deisy frunció el ceño.

– Cuando estoy cansada, la señorita Robbin me saca de la cama igualmente. A veces, me pone un trapo mojado y frío en el cuello.

– Y seguro que funciona.

La pequeña asintió, muy seria.

– Cuesta mucho dormir con el cuello mojado.

– Me lo imagino.

– Mamá dijo que haría que te trajeran una bandeja con la cena.

– Es muy amable.

– ¿Tienes hambre?

Antes de que pudiera responder, su estómago gruñó. Deisy se echó a reír.

– ¡Tienes hambre!

– Supongo que sí.

– Me parece que me caes bien.

Candy sonrió, y se sintió mejor que en todo el día.

– Me alegro. Tú también me caes bien.

– Dayana dice que has provocado un incendio.

La joven contó hasta tres antes de responder.

– Ha habido un incendio, pero ha sido un accidente. Yo no lo he provocado.

Deisy ladeó la cabeza como si estuviera reflexionando sobre las palabras de Candy.

– Me parece que voy a creerte. Dayana se equivoca a menudo, aunque no le gusta admitirlo.

– A poca gente le gusta.

– Yo casi nunca me equivoco.

Candy sonrió y se apartó el pelo. Una doncella apareció en la puerta con una bandeja. Deisy saltó de la cama y dijo:

– Será mejor que vuelva a mi habitación. Si llego tarde, la señorita Robbin se comerá mi pudin.

– ¡Eso sería terrible!

Deisy hizo una mueca.

– Se lo come cuando me voy a la cama.

Candy dobló el dedo y le susurró:

ERES MI SOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora