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Eärwen siempre fue considerada una mala madre. Sí, de esas estrictas, frígidas y apáticas que tienen un hijo fruto de un accidente y que jamás han sido capaces de manejarlo, y por consiguiente, cargan sus frustraciones contra ellos. La verdad es que Eärwen era madre de tres hijos y mala madre de una hija: Galadriel. Porque, según decían, dio a luz a una bruja y no a una elfa. Y la gente teme a las brujas.
Su hija no tuvo una infancia triste, pero su madre le exigía más que cualquiera de sus hermanos hasta el punto de causar distanciamiento entre ambas. «Esfuérzate o no conseguirás nada», «El empeño requiere sacrificio, así que si quieres llorar, llora», «Yavanna no acepta alumnas ineptas: brega más», «No te he criado para que no sepas domar tus dotes: espabila»... Por muy rígida que fuera, Eärwen sabía que la magia que su hija albergaba, sería objeto no solo de burla, sino también de oscuridad y explotación, así que sus intenciones se basaban en adiestrarla para que hiciera frente a todos aquellos que intentaran hundirla. Pero nunca supo plasmarlo con predilección. Y no fue hasta que Galadriel, lejos de Aman e instalada en Beleriand, se dio cuenta de que todas las peleas que tuvo contra su madre, en realidad fueron malos entendidos y oídos sordos que las condujeron hacia la enemistad, hasta el punto de que ninguna de las dos tuvo el valor suficiente para despedirse cuando la menor huyó de Valinor con los Noldor.
Milenios posteriores, una solitaria Eärwen recibió la noticia de que Beleriand fue hundida. Nadie encontró ni rastro de su primogénita. El agua lo borró todo: los recuerdos, las sonrisas, la gente, la fauna, la cultura, la arquitectura, la bruja Galadriel... Lo único que dejó fue rojo. Rojo de ira, rojo de cólera, rojo de arrepentimiento, rojo de arrebato y rojo de contricción. El mismo rojo que la gente usó contra Eärwen con la crianza de su hija para acusarla de ruin, ahora había despertado de verdad y era tan corinto que ni el mismo Melkor podría sustituirlo por mucho mal que causara en el mundo. Ahora, todo lo que rodeaba a Eärwen, no era más que rojo. Rojo como la sangre. Rojo como la pérdida. Rojo como el dolor. Rojo como la culpa.
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𝐂𝐀𝐍𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐃𝐄 𝐋𝐋𝐀𝐍𝐓𝐎𝐒 𝐑𝐎𝐉𝐎𝐒 ▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔ XXV LA HIJA QUE EÄRWEN PERDIÓ
Allí dónde el blanco estaba vivo existía una mala madre que culpaba a su hija de sus fallos cuando en realidad quería enseñarle
La niña, bruja y bella, huyó del blanco y se refugió en el azul salado Sola, rencorosa y enfadada, sin resentimiento de haberlo abandonado
Pero el azul aconteció ira y la ira, rojo La madre, desolada, triste y sin hija despertó aquello que nunca fue suyo y lo convirtió en un escape para abrazar a una muerta que en realidad estaba viva
...
▔▔▔ XXV DATTEREN EÄRWEN TAPTE
Der hvor den hvite levde det var en dårlig mor som beskyldte datteren for hennes feil da jeg virkelig ønsket å lære henne
Jenta, heks og skjønnhet, flyktet fra det hvite og tok tilflukt i den saltblå Alene, ondskapsfull og sint, uten harme for å ha forlatt henne
Men blått ble sinne og sinne, rødt Moren, øde, trist og uten datter våknet det som aldri var henne og gjorde det til en flukt å klemme en død kvinne som faktisk levde
