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Dicen que los entes colosales engullen a los más diminutos, pero, Beorn, siendo un oso negro más grande que veinte hombres juntos, fue devorado por unas criaturas que le reducían tres veces su tamaño. Su piel más bien parecía una sábana desagarrada y su mirada no emitía ni una triste luz de longevidad. Aún se acordaba de cuando vivía en su caserón junto con su miel y sus animales, sin nadie que lo molestara ni incordiara su presencia. Hasta que vinieron los orcos y se lo llevaron a él y a su familia en un lugar que seguía desconociendo qué era. Solo podía visualizar a los suyos morir de las formas más crueles posibles. Daba igual si descendían de la misma rama, porque allí todos eran iguales: animales enjaulados y aptos para experimentos inhumanos donde la mayoría de los cambiapieles morían.
Se pasó veinte años sirviendo como esclavo a los orcos, contando los días que le faltaban para morir, pues allí nadie deseaba seguir viviendo. De hecho, la muerte era el único anhelo que los cambiapieles querían alcanzar. Beorn también era de los que hubiera hecho todo lo posible para que lo asesinaran, pero, una noche, tuvo el valor suficiente para transformarse y huir de aquella prisión llamada «Laboratorio». Su alma animal tomó forma y lo guio lejos de aquel lugar, borrando cualquier huella que a los orcos les sirviera de pista y esfumándose como la niebla.
Después de tantas semanas sin llegar a su hogar, ese día, al fin, arribó. Caminó cojeando hasta entrar en la vivienda, y con ello dejando un rastro de pisadas ensangrentadas por el camino. A pesar de haber regresado a su morada, Beorn siguió sintiéndose como un nómada. Porque una casa sin abejas, yeguas y parientes, no era un hogar: era una tumba. Lo perdió todo en aquella fortaleza y nunca más volvería a recuperarlo. Lo único que se llevó de la esclavitud fue el miedo de pensar que estos orcos volvieran a por él para llevárselo. Expulsó una solitaria lágrima que se fundió en los pómulos de su mejilla y que fue absorbida por la piel como si nunca se hubiera manifestado.
Tristemente, su felicidad había muerto para siempre.
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𝐂𝐀𝐍𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐃𝐄 𝐋𝐋𝐀𝐍𝐓𝐎𝐒 𝐑𝐎𝐉𝐎𝐒 ▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔ XXIX BEORN, EL ESCLAVO DE LAS HERIDAS
Una marioneta que viste de luto llega en una casa sin hogar Cómo llora la marioneta... Ojalá hubiera estado hecha de hierro y no de madera
Tanto carmesí le hiere los ojos, pero más le duele estar sola sin otras marionetas que bailaran con ella y le cantaran una dulce canción ...
▔▔▔ XXIX BEORN, SÅRENS SLAVE
En dukke som kler seg i sorg ankommer et hjemløst hus Hvordandukken gråter... Jeg skulle ønske det hadde blitt laget av jern og ikke tre
Så mye crimson gjør vondt i øynene, men det gjør mer vondt å være alene uten andre dukker å danse med henne og de vil synge en søt sang ...
