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Un pequeño Éomer de ocho años estaba muy afectado por la muerte de su madre. Tanto, que por mucho que estuviera sedado con las suaves sábanas de piel de oso de su cama, era incapaz de conciliar el sueño. Éowyn, en cambio, era siquiera una niñita de cinco años que aún no comprendía lo que significaba ser un huérfano de guerra, así que, simplemente, yacía dormida y adentrada en sus inocentes sueños nocturnos en el otro lecho.
Súbitamente, la puerta del dormitorio se abrió entre chirridos poco a poco. Éomer cerró los ojos y los apretó con muchísima fuerza, fingiendo que se encontraba dormido. Notó la respiración llana y ardua de un monstruo, erizándole los pelos en cuanto lo notó cerca. Su cuerpo se tensó y se mantuvo inmóvil y rígido como una piedra. Prestó toda la atención posible a los pausados pasos que marcó el ente que permanecía en la sala para saber a dónde se dirigían. ¿Se lo iba a comer? Éomer no tuvo el valor de abrir los ojos, así que el único sentido del cual podía confiar era su oído. Escuchó el lecho de su hermana crujir dos veces; primero una rodilla y acto seguido, la otra. La niña emitió un quejido desconcertado cuando el monstruo la despertó en medio de la noche. A los pocos segundos, se hizo silencio. Éomer volvió a repetirse la misma pregunta: ¿se la había comido?
Era la primera vez que escuchaba a un monstruo reír. Tampoco sabía que los monstruos hablaban, pero este en concreto, susurraba. Y susurraba mucho. Demasiado. ¿Qué decía? Alguien empezó a llorar y Éomer, aún aterrado, seguía pensando que era el mismo monstruo que se reía. Cuando iniciaron los arañazos y los chirridos, Éomer se encogió como una bolita debajo de la sábana e hizo todo lo posible para que dejarlos de escuchar. ¡Cada vez eran más, y más, y más, y más atronadores! Se cubrió las orejas con las manos y se mantuvo tan quieto que parecía un cadáver. Y entonces se hizo un silencio abrumador; el chirrido de la puerta volvió a sonar y acto seguido, no hubo ni más llantos ni más risas ni más rasgaduras. Al fin, el monstruo se había ido.
La mañana siguiente, cuando el brillo solar invadió hasta el último rincón de sus aposentos, el niño se levantó de la cama para buscar el rastro del monstruo. Todo lucía como siempre, excepto por la sábana de su hermana, que descollaba una enorme mancha de sangre. Éomer, todo inocente, sonrió. Éowyn fue capaz de echar al monstruo, porque, en el fondo, su hermana siempre había sido una guerrera. Pero, ese mismo día, cuando el sol se esfumó, el monstruo regresó. Y vino día tras día, hasta que al final, Éomer dejó de tomarlo por una bestia y comenzó a verlo como a un huésped; un simpático invitado que dormía con su hermana de cinco años.
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𝐂𝐀𝐍𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐃𝐄 𝐋𝐋𝐀𝐍𝐓𝐎𝐒 𝐑𝐎𝐉𝐎𝐒 ▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔▔ XV GRÍMA, UN MONSTRUO ATROZ
En un reino de nombre Rohan vivía un monstruo con sed asesina De mirada gualda y tez desvaída asustaba a la gente por la noche y por el día
Era el monstruo de Edoras que se zampaba a las niñas "Si te portas mal, el monstruo vendrá" "Sé una buena chica y no te comerá"
Era el monstruo de Edoras que se escondía en las sombras "Vete a dormir y no lo encontrarás " "Cierra los ojos y no te llevará"
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▔▔▔ XV GRIMA, ET AVSKYELIG MONSTER
I etkongerike som heter Rohan der bodde et monster med en morderisk tørst Med et rett utseende og falmet hudfarge skremte mennesker om natten og om dagen
Det var monsteret til Edoras som slukte jentene "Hvis du oppfører deg dårlig, vil monsteret komme" "Vær en god jente, så spiser hun deg ikke"
Det var monsteret til Edoras som gjemte seg i skyggen "Sov og du finner den ikke" "Lukk øynene, så tar det deg ikke"
