¿No soy besable?

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ANA JULIETA

—¿Ana Julieta? ¡Ana Julieta, levántate!

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—¿Ana Julieta? ¡Ana Julieta, levántate!

¿Asesinar a tu compañera de piso por intentar despertarte era ilegal? Tendría que preguntarle a alguien de la escuela de leyes. Pero no en las próximas horas. Aún medio dormida, sabía que algo terrible ocurriría si abría los ojos.

—¡Por todos los cielos! ¡Ana Julieta!

Sam abrió las persianas de mi habitación dejando entrar la maligna luz solar. ¡Sí, maligna! Todos los estudios científicos sobre sus beneficios eran mentira, una excusa para hacernos salir de la cama y ser productivos y yo no quería. No obstante, Sam tenía otras ideas y ahora luchaba por arrebatarme la almohada con la que tapaba mi cara.

—¿Qué pasa? —dije, poniendo mi brazo sobre mis ojos a modo de escudo—. ¿Sabes una cosa? No me interesa.

—Vas a perder un examen parcial.

—¿Qué?

Algo dentro de mí reclamaba que prestara atención y esa voz estaba opacando a la que me decía que siguiera durmiendo.

—Ese examen de Química o Anatomía para el que has estado estudiando es hoy, en quince minutos. Lo dice tu calendario.

Como si mi cama tuviera un resorte que no era controlado por mí, salí despedida y, sin perder el paso, me metí en el baño. No formaba ningún pensamiento coherente. Solo seguía un impulso que me decía que tenía que seguir moviéndome.

Sin embargo, la lamentable imagen que me devolvía el espejo me hizo salir del modo automático para enfrentarme con esa realidad que quería evitar. Tenía el cabello revuelto, que de seguro olía a noche de juerga, y círculos negros bajo los ojos que hablaban de muchos días acostándome de madrugada, no precisamente por estar estudiando.

Solo tenía tiempo para lavarme los dientes. Necesitaba sacarme ese sabor amargo de la boca y, además, debía intentar borrar el rastro de unos besos que no habían significado nada y todo al mismo tiempo.

Sin embargo, no importaba las maravillas que prometiera Colgate en sus anuncios televisivos, el flúor no sustituía a una lobotomía, y eso parecía ser lo único que funcionaría para hacerme olvidar la boca de Hugo sobre la mía, sus manos en mi cuerpo.

«No eres ese tipo de chica» era una frase que pasaría a la historia como el símbolo universal de la humillación.

—¿Qué estás haciendo, Ana Julieta? —Sam me estaba esperando sentada en mi cama y con rostro severo, cuando regresé a mi habitación.

—Necesito vestirme.

Abrí el clóset y no sabía si gritar por la frustración o sentarme en el piso a llorar de la desesperación. Casi no tenía ropa limpia, porque los dos últimos fines de semana había estado con Hugo y no había lavado.

Un Libro para HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora