Tequila

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ANA JULIETA

Esa noche salí hacia Improvisación ataviada con el mismo vestidito azul cielo de corte asimétrico con el que asistí a la gala

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Esa noche salí hacia Improvisación ataviada con el mismo vestidito azul cielo de corte asimétrico con el que asistí a la gala. Era, tal vez, muy elegante para el lugar, pero, a pesar de parecer perfectamente inocente, se ajustaba en ciertas zonas, dejando bien claro al mundo que yo era una chica. Claro que, para darle cierto toque rockero y minimizar el precio que de seguro había marcado la etiqueta, lo complementé con mis botas militares.

—¡Feliz cumpleaños, Bruno! —dije en cuanto llegué a la mesa habitual, tratando de sonar lo más espontánea posible.

De hecho, la felicitación me salió con tanta alegría que, de seguro, me hubiese ganado un puesto en el grupo de animadoras de los Knicks si hubiese habido un cazatalentos en los alrededores. No obstante, a pesar de mi jubiloso saludo, todo pareció congelarse en cuanto llegué: las conversaciones cesaron y sentí que miradas incómodas me taladraban el cuello. Incluso Mai, sentada al lado de homenajeado, tenía la boca abierta y lanzaba ojeadas nerviosas a su derecha.

—Te traje esto —le di a Bruno su regalo envuelto en papel de seda con un lazo negro. A fin de cuentas ya estaba allí y tenía la caja en la mano.

—Eres la mujer más dulce que conozco —me contestó tomando la caja y regalándome lo más parecido a una sonrisa que, en el caso de Bruno, era mucho decir.

—¿Qué hay de mí? —le preguntó Mai ofendida.

—Tú eres la más sexy.

Al menos el intercambio entre esos dos me relajó un poco. Tal vez todas las miradas y silencios me los había imaginado. Una manifestación ficticia que reflejaba lo que estaba sintiendo, una excusa de mi tramposo inconsciente para acobardarme.

—¿Te vas a sentar con nosotros? —preguntó Bruno y no me permití dudar.

—Seguro.

En lo que me giré para buscar un asiento vacío, el corazón se me fue para los pies. Hugo estaba allí, sentado en el sofá con los brazos extendidos en el respaldar, la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados. Las marcas de la pelea de la noche anterior aún no se habían desvanecido y yo quería preguntarle si se las estaba tratando adecuadamente.

—¿Qué quieres tomar? —me preguntó Nick, aún visiblemente incómodo, pero dando golpecitos en la silla vacía a su lado.

—¿Qué están bebiendo ustedes?

Pasando de la indiferencia de Hugo me senté, por lo que ahora tenía a Bruno y a Mai enfrente, a Nick a mi derecha y a Hugo en el sofá a mi izquierda. En el medio de todos estaba la mesa como terreno neutro.

—Tequila —Rafa apareció con una botella de José Cuervo y la puso desafiante sobre la mesa—. ¿Ha tomado tequila alguna vez, doctora, o teme que mate muchas de sus neuronas?

—No soy doctora —dije casi con fastidio—. Es el cumpleaños de Bruno y él se merece unas cuantas de mis neuronas.

—Si tú lo dices. —Rafa puso un pequeño vaso frente a mí, destapó la botella y sirvió un trago—. Ahora la sal.

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