↳ ੈ‧₊ CAPÍTULO III

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Las últimas semanas habían sido irrelevantes para casi todo el mundo. No había exámenes por aquellas fechas, ningún chisme escandaloso había explotado en el campus, ninguna fiesta interesante había tomado lugar o sido planeada, ni tampoco estaban en temporada de tener festivales escolares. La vida de un estudiante promedio habría sido aburrida, sin cosas divertidas con las cuales distraerse de las actividades escolares, pero, a decir verdad, Shuichi había estado pasando el tiempo de su vida durante esas cinco semanas.

—¡Buenos días, Saihara-chan! —Una voz melódica y suave expresó con alegría. Recién había iniciado el descanso y últimamente aquel inusual par de personas alternaban en ubicarse entre el lugar especial de Shuichi y la terraza del edificio escolar. Ambos eran lugares significativamente tranquilos en los que los dos podían pasar el rato sin ser molestados y de todas formas tomar una buena bocanada de aire fresco—. ¿Qué leeremos hoy? —Cuestionó el de menor estatura, tomando asiento en una manta rosada que estaba posicionada sobre el césped verde y fresco que se encontraba bajo el árbol de flores, las cuales caían de las ramas y creaban una divina alfombra blanca natural.

—Buenos Días, Ouma-kun —correspondió al saludo el de cabellos azules, con una voz levemente menos monótona. En cuanto el otro se sentó a su lado, sacó de su mochila una colección de libros y los tendió frente a ellos. A pesar de esto, se aseguró de señalar específicamente una de las novelas en especial—. Pensaba en que podríamos leer Danganronpa 0 hoy —continuó, asegurándose de que su compañero estuviera cómodo sobre el trozo de tela rosada que tendió en el suelo.

Aunque desde fuera no parecía que aquel chico hubiese cambiado en lo absoluto, era porque este escondía perfectamente la felicidad que estallaba en su pecho. Solía comportarse un poco más cálido con Ouma, más, sin embargo, trataba de no revelar lo suficiente de él para no terminar de asustar a su nueva amistad, a pesar de que deseaba que supiera todo secreto suyo. Solamente no podía. No ahora.

—Traje esto, los hice yo —dijo Kokichi, sacando una pequeña cajita de su bolsa, estaba envuelta en un moño azul cielo. Abrió con sus extremadamente delgadas manos aquel empaque, revelando en sus interiores a algunas piezas de daifuku rellenos de Anko—. todo por mi mejor amigo —tomó entre sus dedos un dulce individual y lo depositó en la mano del otro, esperando con ansias que lo probase.

Y el aspirante detective, sin darse cuenta, fue cayendo lentamente en lo que anteriormente prometió nunca caer desde aquella última relación. Su cuerpo se sentía como si descendiera de forma suave, de la misma forma que lo haría una ligera pluma siendo llevada por las tiernas corrientes de aire primaveral. Pero al mismo tiempo, lo que estaba experimentando le daba la sensación de estar hundiéndose directo a la profundidad del basto océano, como si su cuerpo estuviera cargado con piedras, rápido y sofocante. Había pasado tanto tiempo desde que Saihara sintió aquel cálido sentimiento por alguien que no era ficticio, tanto que no sabía si estar repugnado o encontrarse completamente extasiado por ello, estaba en completa negación.

—Son muy buenos —dijo dándole otro mordisco a aquel dulce casero, era realmente bastante rico para ser algo que había sido hecho en casa por un chico de su edad. El de ojos dorados volteó a ver a quien consideraba su primer amigo en años, quien se veía muy contento por el cumplido que le habían dado. Saihara realmente no creía haber visto algo más bello que aquel par de ojos púrpuras iluminados de felicidad.

Al principio fue así, dulce y suave, la inocencia de una simple, recién nacida amistad entre dos personas incomprendidas por el mundo. Ya habían pasado por algunas etapas que se suponen deberían garantizar un vínculo duradero. Ambos chicos compartían un gusto común, importante para ambas partes. Los primeros días de escuela, también lograron dejar al lado sus diferencias y empezaron a conversar sin importar lo incómodo que fue al principio. Habían compartido ciertos secretos, que, aunque no eran de mucha importancia, eran cosas que ambos mantenían personales.

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