↳ 📷₊˚. ··· Stalker »-Pregame Saiouma-«

↳ ੈ‧₊ CAPÍTULO XIII

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Despues de la conmoción de aquella mañana ambos jóvenes quedaron en un tierno abrazo hasta que sonó la primera campana, cuando Kokichi tuvo que volver a cubrir sus heridas autoinfligidas y los dos tuvieron que soportar vivir un día más alrededor de otros catorce estudiantes en su aula.

Para la suerte del muchacho de cabellos azules, su plan del cambio de horario de su club había rendido sus primeros frutos y ya no había necesidad alguna de seguir utilizándolo como excusa, por lo cual tenía la idea de en aquel descanso del día miércoles, contarle al otro jovencito que regresarían a su rutina de siempre, en la cual podían pasar un poco más de tiempo juntos por las tardes.

Ya casi nunca pasaban sus recesos en la terraza del edificio escolar, pues eran meses en los que comenzaba a hacer frío y las bajas temperaturas le hacían mucho daño al cuerpo malnutrido de Ouma. Pues el jardín interior de su preferencia era mucho más cálido y encima la privacidad que les brindaba a ambos era muy reconfortante, por lo cual era evidente porque decidían pasar su tiempo ahí y no en el frío piso de arriba.

Pero ese día, Saihara tuvo la gran idea de correr hasta la planta más alta el momento en el que tocó la campana escolar. Esto era para garantizarle un lugar a él y al petite antes de que algún otro grupo de alumnos decidiera venir, debido a que mucha gente había estado evadiendo más de lo usual al de cabellos morados después de todo el rumor que comenzó a crecer.

Revisó el reloj de muñeca que portaba. Sabía perfectamente que el atraso se debía a que el chico bajito iría primero a su espacio bajo el árbol floral que en estas temporadas estaba comenzando a soltar sus hojas secas, y al no encontrarlo ahí, vendría corriendo despavorido por los pasillos, con miedo a que alguien llegara a golpearlo, hasta la terraza en la que se encontraba en estos momentos. Después de todo, no le avisó que subiría hasta la última planta.

Fue cuestión de minutos para que una silueta delgada abriera la puerta a la terraza, sudando y respirando más rápido de lo que debería. Su hipótesis había sido acertada y evidentemente si había venido corriendo, su intuición de detective no le solía fallar gran parte del tiempo.

—¡S-Shumai! P-perdón por lo de ayer... —se disculpó el de ojos lavanda de forma entrecortada después de aparecer y caminar suavemente hasta donde Shuichi se encontraba sentado. Su rostro inmediatamente se paralizó al tomar asiento sobre el frío piso, probablemente incómodo de lo helado que se sentía contra todas las heridas que le habían hecho hace unos días.

—No te disculpes —respondió el de la gorra con una sonrisa, ofreciendo un lugar junto a él, donde el de menor estatura podría acurrucarse para obtener un poco más de calor. Aquella mañana no tenía la suficiente energía mental para pensar en cosas atroces y retorcidas, lo único que quería hacer era acurrucarse junto al otro—. Aún te ves bastante mal —continuó algo desanimado, observando las banditas, las vendas y moretones que aún descansaban sobre su pálida piel.

—Lo s-sé, l-lo siento —se disculpó por segunda vez el chico delgado, tiritando de frío en los brazos del otro. Siendo sincero, era una ternura cuando Kokichi se disculpaba por todo, no era necesario, pero esas dulces palabras lo hacían sentir escalofríos por todos lados.

—Tranquilo, Kichi —expresó, tierno. Fue ahí cuando recordó cual era el asunto de su plática era ese día—. ¿Q-quieres escuchar buenas noticias?~ —canturreó como creyó que nunca lo haría frente al otro, pero no podía evitarlo, aquel día se sentía de tan buen humor por el hecho de que sabía que Amami no representaba una amenaza ahora.

—¿H-Huh?¡Claro! —sus ojos amatistas se iluminaron de forma adorable, como los de un niño dentro de una dulcería. Su frágil figura se pegó mucho más a la otra, alegre de por fin tener buenas noticias que escuchar, pues sus últimos dos días de existencia habían sido terribles.