58.

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Cerré mi mochila asegurándome de que todo estuviera en sitio y marcharme sin el temor de olvidar algo o perder cualquier cosa en el camino. Había empacado todo en casa para desempacar en casa de Taehyun y luego volver a meterlo todo en el bolso.

Me encontraba demasiado nervioso para ser realmente sincero y no anhelaba que Taehyun estuviera listo; no quería que nos marcháramos aún.

Miré mi reflejo en el espejo por milésima vez y suspiré alisando mi camiseta holgada con un estampado aleatorio, la cual Taehyun había encontrado en un local de un centro comercial aleatorio; mis pantalones desajustados con diversos orificios deshilachados; mis tenis converse clásicos de bota alta, y mis gafas para el sol de color negro con patas metálicas. Había tratado de verme lo más atractivo posible, pero a la vez, lo más casual posible.

—Ya deja de mirarte al espejo, Jimin — siseó Taehyun cerrando su maleta —. Vendrás a Daegu, no a la cena con Hoseok

—Que comentario más innecesario, Taehyun —suspiré cerrando los ojos.

—Vamos, o será demasiado tarde, porque tu consciencia hará que cambies de opinión.

Asentí, y tomé mi bolso para ir tras él.

Jennie nos llevó a la estación de trenes en el auto de sus padres, el cual había tomado sin permiso.

Una vez en el sitio, nos encontramos con más personas de las pensadas: Jin junto a Namjoon, Hannah, Jungkook, YoonGi y al parecer, el hermano de YoonGi, que por algún motivo había estado en Seúl y había decidido regresar junto a su hermano a casa. YoonGi nos informó que ya había comprado los tiquetes de todos y que ya era hora de abordar y así lo hicimos, y en menos de lo que pensaba, me encontraba sentado junto a Hannah con mis auriculares puestos mientras miraba por la ventana.

Taehyun jugueteaba con la camiseta manga larga a cuadros de Jungkook que hacía juego con sus pantalones de jean color negro y unos tenis Adidas; mientras que Jungkook halagaba a Taehyun por la manera tan dedicada de vestirse: llevaba una camisa con estampados de palmeras, unos jeans blancos ajustados y unos tennis Gucci que había comprado con todos sus ahorros de un año completo, los cuales alegaba usar solo en momentos especiales; por su lado Jin llevaba unos pantalones cortos, una camisilla blanca y un chaleco color beich que lucían innegablemente bien con la gorra negra y las sandalias que llevaba.

—Que calor hace — irrumpió Namjoon soltando un suspiro.

¿Y cómo no? Si llevaba un buso negro con las mangas más largas que sus propios brazos, unos pantalones negros ajustados, una gorra de color negro y unos zapatos del mismo color, parecía como si asistiera directamente a mi funeral, o así lo sentía yo: iba directo a la muerte de mis ilusiones y esperanzas.

—¿Te ocurre algo, Jimin? ¿Te sientes mareado, tal vez? —preguntó Hannah apretando mi pierna.

Esta vez no lucía ninguna peluca que cubriera lo que el cáncer le había arrebatado con tanta crueldad. Llevaba un vestido holgado de color blanco, que ayudaba a que se viera mucho más delgada y pálida de lo que ya estaba. Le sonreí tratando de no abrazarla en modo de consuelo, y negué con la cabeza.

Noté la mirada impetuosa de YoonGi y sentí que había descubierto la insipiente tristeza que emanaba al ver la vitalidad de mi amiga desvanecerse con el pasar de los días, pero cuando noté aquel brillo que no había podido percibir desde días atrás, sentí que realmente estaba en el lugar indicado, o que por lo menos él sentía alivio de verme allí.

El viaje se me hizo realmente largo, aunque el ambiente estuvo afable y divertido.

Al bajar, el hermano de YoonGi, se disculpó por tener que dejarnos y no poder acompañarnos a casa debido a algunos asuntos que tenía que solucionar. Tomamos entonces un taxi y nos marchamos directo a casa de los padres de YoonGi.

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