Epílogo

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Lena no recuerda con claridad lo que pasó después de que la Sra. Davis llamara a la ambulancia. Lo único que sabe es que se siente en una especie de limbo. Se ve subiendo a la ambulancia, llegando al hospital, respondiendo preguntas; ve la cara de confusión de todos mientras Lucy explica la causa de la muerte de Kara; observa como Alex se derrumba en el suelo mientras Eliza la abraza, es consciente de cómo la habitación se hunde en un abrumador silencio a veces interrumpido por los sollozos de todos. Ella devuelve los abrazos de Brainy, Nia, Winn, James, John y escucha sus palabras de consuelo, las entiende y agradece especialmente la presencia reconfortante de Sam. El problema es que no siente nada. No llora, no habla, no se queja; no siente dolor, no siente angustia, frustración.... nada. Absolutamente nada.
Las horas parecen pasar diez veces más rápido y cuando menos lo espera es su turno para entrar y despedirse de Kara. Ella se niega. Incluso si no es completamente consciente de lo que significa entrar a esa habitación, algo dentro de ella sabe que no es así como quiere recordar a su esposa, no quiere que la imagen de la burbujeante chica de ojos azules se vea reemplazada por un cuerpo frió y sin vida. No lo soportaría.
Eliza se hace cargo de todo lo demás y Lena solo está sentada observando como todos leen las cartas que Lucy les entregó, todos están llorando, incluso Brainy. Pero Lena no se siente conmovida ¿Porque no siente nada?
Cuando por fin entregan la urna con las cenizas de Kara, Lena se aferra a ellas manteniéndolas cerca de su corazón con la esperanza de sentir algo, pero lo único que siente son las miradas condescendientes de sus amigos, Nadie se opone cuando decide llevarse las cenizas a casa. Cada uno está librando con la muerte repentina de su amiga/hija/hermana, Lena puede verlo en sus miradas, pero no comparte el sentimiento.

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Al día siguiente Lena ya se está haciendo cargo de L- Corp por completo, ignorando la mirada desconcertada y preocupada de su secretaria. Se sumerge en esa parte de su vida que no es un desastre, ese refugio donde todo está perfectamente calculado y controlado.
Se sumió en una rutina autodestructiva. Trabajar, beber, ducharse, sentirse miserable, trabajar, comer (a veces) y volver a sentirse miserable hasta quedarse dormida. El trabajo era una buena distracción, pero no lo suficiente para sofocar el vacío en el corazón de Lena, para eso necesitaba algo mucho más fuerte.
Los primeros días fueron Whisky. Lo normal
Le siguieron los cigarrillos, su viejo hábito que Kara había desaprobado desde que se conocieron, y que dejó de lado cuando su mejor amiga hizo sus absolutamente convincentes ojos de cachorro.
Pero a Lena no le gustaba pensar demasiado en eso. Entre menos fuera consciente de su realidad, menos sería el dolor de sentirse sola; lo cual funcionó de maravilla, hasta que, por supuesto, Lillian arruinó todo entrando en su oficina y obligándola (legalmente) a dejar la Dirección de L-Corp en manos de un subordinado hasta que se recuperara de su duelo.
Aunque Lena se negó, realmente no podía hacer nada frente a una decisión tomada por la mayoría de sus socios. Empeoró cuando después de semanas de evitarla, se encontró con Sam. La mirada suave y preocupada hizo que su corazón sangrara con el recuerdo de unos ojos azules que la miraban de la misma manera, pero diferente y no pudo soportarlo. Dejó que Sam la consolara, pero las palabras de su amiga no lograron que el vacío en su corazón palpitara; la despidió asegurando que estaría bien, que buscaría ayuda, pero ella no lo hizo.
No. Los Luthor no piden ayuda, solucionan las cosas por si mismos. Nunca había estado tan equivocada.
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Los meses que siguieron fueron los más oscuros de su vida, siendo tan solo un fantasma en su propio hogar. Todo le recordaba a Kara, cada mueble y fotografía abría una nueva herida, dormir con la ropa de su esposa la hacía sentir cerca de ella, pero también le recordaba que el amor de su vida se había ido.
Dolía. Dolía como el infierno. Dolía sentirse tan desesperada. Dolía sentirse tan perdida. Dolía sentirse culpable. Dolía extrañar tanto. Dolía siempre anhelar haber tenido un día más junto a ella.
Dolía sentir tanto teniendo un enorme vacío en su corazón, y Lena no era tan fuerte.
Nunca lo fue. La fuerte era Kara. Era ella quien la salvaba, quien la hacía fuerte. Su sol amarillo. La salvó del legado de su apellido, la salvó de su madre, de los prejuicios, del rechazo; la salvó de si misma, de su oscuridad. Pero Kara ya no estaba. Y Lena no sabía cómo lidiar con eso. No ayudaba que no saliera del apartamento que guardaba todos los recuerdos de su esposa muerta.
Cuando el alcohol no fue lo suficiente fuerte para adormecer el caudal de sentimientos, decidió buscar otra manera.
Primero fueron pastillas para dormir. Dos cada noche, después tres, luego cinco.
No era suficiente. Cuando despertaba, la realidad la golpeaba, dejándole un sentimiento aún más amargo.
La cocaína tampoco ayudó, incluso si consumía más de tres dosis diarias. Aún en su inconsciencia soñaba con Kara.
Las metanfetaminas ayudaron por un tiempo. La mantenían en un limbo de relajación, donde apenas y era consciente de donde estaba. Ayudaron a ignorar las llamadas en su celular, las voces que llamaban fuera de su puerta, la intensa agonía que sentía cada vez que miraba la urna con las cenizas de Kara.
Lena no sabe exactamente como sucedió, pero de pronto se encontraba tirada el sofá favorito de Kara, mirando al techo sintiendo como su mente empezaba a adormecerse, sonriendo mientras intuía lo que pasaría a continuación. Los latidos de su corazón se hacían cada vez más lentos y pesados. Los ojos se le cerraban y cada vez era menos consciente de sus sentidos. Oyó gritos que venían de fuera que iban desvaneciéndose hasta que finalmente se apagaron y todo se detuvo.
Por fin todo había terminado
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"Lena, cariño. Tienes que despertar. Lo prometiste, dijiste que lo intentarías"
"Hay personas que te necesitan Lee, hay alguien especial que te está esperando mi amor"
"¡No te rindas!"
"¡Despierta Lena!"


Y Lena lo hizo.
Abrió los ojos desorientada, tratando de dar sentido a su entorno. Parpadeo varias veces hasta que su vista se enfocó en las personas de la habitación, pero no podía entender lo que decían. Su cabeza empezaba dar vueltas y todo volvió a desvanecerse tan pronto como apareció.
La segunda vez que despertó no se sentía tan desorientada y sus sentidos se recuperaron al instante. A los pies de su cama se encontraban Sam, Alex, Eliza y ¿Lillian?
Intentaba moverse pero su cuerpo se encontraba entumecido y Sam rápidamente se acercó a ella para mantenerla justo como estaba. Lena podía ver lágrimas en los ojos de las cuatro mujeres y antes de poder decir cualquier cosa, Sam la estaba abrazando desesperadamente susurrando frases apenas entendibles.
Alex y Eliza se unieron al abrazo mientras Lillian solo observaba en la esquina de la habitación. Cuando se separaron, el cerebro de Lena ya estaba completamente despierto y consciente de su realidad. Por un momento había creído que todo era un sueño. Una pesadilla de la que despertaría aterrada sólo para después ser abrazada por Kara quien le susurraba palabras de consuelo y amor, pero bastó ver los rostros de sus acompañantes para saber que esa era su nueva realidad
Y entonces las pequeñas cajas se rompieron y comenzó a llorar.
Lloró de dolor. Impotencia. Culpa. Tristeza
Se Permitió, por primera vez en meses, asimilar todo lo que sentía, todo lo que sucedía
Kara estaba muerta. El amor de su vida, su mejor amiga, su esposa; estaba muerta.
Se había ido, para siempre. Kara ya no estaba y Lena no estaba segura si valía la pena una vida sin ella.
Las lágrimas y gritos no cesaron hasta horas después cuando el cansancio la venció.
Al día siguiente Lillian le explicó que su corazón se había detenido dos veces después de que fue ingresada al hospital por una sobredosis de metanfetaminas, afortunadamente la habían encontrado a tiempo.
Por la tarde, después de que todos la habían visitado, Lena no pudo evitar que los sentimientos volvieran a derrumbarla.
Por primera vez desde que Kara murió, sintió el verdadero peso de lo que eso significaba. Kara no volvería, jamás volvería a verla, tocarla, besarla. No volvería a acurrucarse con ella mientras ven una película de Disney. No se volvería a reírse de su torpeza o de su ingenuidad. No habría más noches de conversaciones silenciosas bajo las sabanas de la cama después de hacer el amor. No habría más discusiones matutinas por quien haría el desayuno. Ya no habría nadie que la esperara con dulces abrazos después de un día duro de trabajo. No habría nada ni nadie por quien luchar, excepto ella misma.
Por la noche, entre lágrimas y lamentaciones silenciosas, logró que la vergüenza de haber tratado de quitarse la vida (esa misma vida que se le fue arrebatada a Kara por el jodido cáncer) fuera su fuerza para salir adelante.
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Kara le había dicho que sería difícil. Pero su vida en los meses siguientes fue todo, menos difícil.
Difícil era manejar una empresa de alcance mundial siendo una joven e inexperta rodeada de hombres de negocios misóginos y machistas.
Difícil era soportar ser prejuzgada y culpada por las acciones de su hermano.
Difícil era derrumbar las firmes barreras que rodeaban su corazón por miedo a ser traicionada y burlada de nuevo.
Difícil era que el amor de tu vida te hiciera creer que ya no te amaba, solo para enterarte un año después que todo ese tiempo ha estado librando una batalla contra el cáncer y que muy probablemente moriría pronto
Difíciles eran tantas cosas, pero ¿un mundo en el que Kara Danvers no existiera? Eso era todo, menos difícil. Fue desgarrador y asfixiante.
Y para bien o para mal, Lena recuerda muy bien lo que sucedió después de salir del hospital, tal vez porque fueron los meses más dolorosos de toda su vida.
Su "incidente" con las drogas cobró una factura alta. Si bien fue poco el tiempo que las consumió, las grandes cantidades y los excesos provocaron un daño significativo en algunas áreas de su cerebro y su estómago. Fue desesperante y frustrante pasar de ser la mujer con uno de los intelectos más prodigiosos del mundo, a ser una mujer con problemas de coordinación y cognición. Fue duro para su orgullo, que al fin y al cabo era lo único que le quedaba.
Alex, Sam, Eliza y (para su gran sorpresa y confusión) Lillian estuvieron con ella en cada paso del camino. Siempre apoyándola, cuidándola, levantándola cuando se sentía tan perdida y derrotada que la tentación de tomar una dosis era tan fuerte que podía sentir la ansiedad recorrer sus extremidades.
Caer y levantarse, solo para caer y levantarse de nuevo. Algunas recaída eran más dolorosas que otras. Una de ellas aun hace que Lena se estremezca: fue tres semanas después de salir del hospital, cuando por fin se sintió con fuerzas para volver a su departamento. Sam y Alex le ayudaron a empacar algunas de las pertenencias de Kara, mientras ella, con el corazón roto y sangrante observaba como su hogar lleno de "ellas", se convertía en un apartamento vacío e impersonal. Lena insistió en tener un momento a solas para despedirse. Pero cuando su amiga y su cuñada salieron por la puerta, lo único en lo que podía pensar era en que no quería hacerlo. No quería despedirse, porque eso significaría que se estaba olvidando de Kara y Lena no quería olvidarla. Tampoco es como si pudiera hacerlo.
El familiar cosquilleo en su columna vertebral y sus manos se hizo presente cuando miles de recuerdos vividos en esas habitaciones la inundaron, la ahogaron. Y de pronto Lena ya no quería sentir. Quería volver a sumergirse hasta que su conciencia estuviera tan aturdida que olvidara, por un momento, que Kara ya no estaba con ella.
Horas después Sam y Alex la encontraron llorando en el suelo de la cocina mientras abrazaba con fuerza su foto de bodas con una mano, mientras que la otra sostenía una botella de alcohol sin abrir.
Caer y levantarse se volvió un estilo de vida. Una especie de ciclo que parecía no tener fin.
Siempre que el pensamiento de derrota la alcanzaba y pendía entre dejarse vencer o no, Lena traía a su mente las palabras que escuchó mientras estaba inconsciente:
"¡No te rindas!"
Y con una esperanza renovada, volvía a levantarse.
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Seis meses y varias terapias después, Lena ya era capaz de mantener una conversación sobre su esposa sin romper a llorar. Por supuesto que aún dolía, pero ya no era ese dolor abrumador, asfixiante y latente; era una especie de dolor punzante y constante, que probablemente jamás se iría, pero al que eventualmente se acostumbraría.
El día de su primer aniversario de bodas, Lena había decidido no dejarse llevar por la nostalgia de no poder estar con Kara, así que pasó su día con los pacientes del Hospital de Niños Luthor. Para cuando regresó a L-Corp, encontró en su oficina una modesta cantidad de Plumerías y Tulipanes (sus flores favoritas) apiladas dentro de un lindo jarrón que hacía juego con su oficina. Con cautela Lena había observado las flores y desdoblado la tarjeta que se encontraba a un lado:
" Un día preguntaste que sentía por ti.
Preguntaste de qué forma te amaba.
Te amo de todas las formas posibles
Te amo desde lo más profundo del abismo
hasta la montaña más alta.
Te amo desde la intimidad de nuestra habitación,
hasta el estridente bullicio de las multitudes
Te amo desde las ligeras corrientes del mar
hasta la vehemencia temible de las olas
Te amo desde el lento crepitar de las brasas
hasta intensidad ineludible de un fuego ardiente.
Te amé desde que te vi por primera vez
hasta que mis ojos se cerraron para siempre
Porque una vida para mí no es suficiente
Voy a amarte, mucho más allá de la muerte"

                           Feliz Primer Aniversario de Bodas Mi amor.

The last breath of my heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora