Enero.

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Primer paso: Invierno.

Gilbert.

La tos de papá continuaba cada vez más fuerte, sentía que los estúpidos medicamentos que el médico le había recetado solo lo estaban empeorando. No notaba ninguna mejoría desde el mes pasado cuando se lo recetaron. Cosa que con el paso de los días solo me molestaba más y más. Ya ni ganas de salir de casa me daban.

Aprieto el cuchillo con fuerza al escuchar otra vez su tos desde su habitación, terminó de preparar su desayuno favorito: huevos revueltos, tostadas con mantequilla y jugo de naranja.

Depositó todo en una bandeja y me dirijo directo a su alcoba para dejarlo desayunado antes de irme.

Hoy jugaríamos el último partido de hockey de la temporada contra los estudiantes de la preparatoria RichMore, ese lugar estaba repleto de niños de papi y mami, que les gustaba sentirse superiores solo por tener más dinero.

En serio quería darles una paliza para demostrarles quienes mandan, pero al momento de ver a papá, en su estado tan decadente y pálido, me hizo querer quedarme ahí con él y no salir nunca más.

—Ni siquiera lo pienses, Gilbert.— susurra él, en medio de una tos.— Vas a ir a ese juego, es una orden.

—¿Cómo sabías que pensaba en no ir al juego?— le preguntó, con el asombro impregnado en mi voz y dejando la bandeja sobre su regazo.

—Porque pusiste tu cara de arrepentimiento.

Odiaba ser tan expresivo.— Papá, creo que es mejor si...

Él niega automáticamente, sin dejarme terminar.— Hijo, debes ir, tus amigos cuentan contigo hoy, yo estaré bien.

Me preocupaba que él me dijera eso como si fuese cierto cuando no lo era, él no estaba bien y una parte de mí, se negaba a aceptar que su tiempo en la tierra ya se estuviese acabando.

—No quiero dejarte solo.

—Y yo no quiero que sigas encerrado ni un solo minuto más. Saliste muy pocas veces con tus amigos y hoy ya es el último día de vacaciones.

No podía contradecirlo porque tenía razón, a parte de esa tarde en la que terminé enseñándole a patinar sobre hielo a Anne, llegué a salir unas tres o cuatro veces más con todos.

Y en todas esas ocasiones no desaproveché la oportunidad para molestar a la joven de pecas, ahora que ya sabía patinar, le gustaba retarme en competencias de patinaje, como ver quien daba una vuelta más rápido o quien llegaba antes al otro lado.

Esa chica lleva la competitividad en la sangre.

Se había vuelto muy buena, cosa que no debía sorprenderme, podía verse que ella era de rápido aprendizaje.

¿Iría a verme al partido de hoy?

No es que quiera verla hoy o que me importe su presencia.

Da igual. Da completamente igual.

—Está bien, iré, pero volveré lo antes posible para cuidarte.

Él sonrió débilmente.— Regresa cuando quieras.

Y aunque esa era su forma de darme permiso para llegar hasta tarde, él y yo sabíamos que eso no iba a pasar. Fui a mi habitación a darme una ducha para luego cambiarme y dirigirme a la pista de patinaje.

Los chicos ya estaban calentando mientras nuestras amigas estaban en las gradas, algunas como Josie y Ruby estaban utilizando sus trajes de porrista de la preparatoria. No había ninguna señal de Anne o siquiera de Diana.

Estaciones | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora