Julio.

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Tercer paso: Verano

Gilbert.

Quizás viajar en barco a nuevos lugares sin explorar no había sido mi mejor idea, no por el viaje en sí, más bien a causa del mar, no por mareos o por un miedo a morir ahogado. No, nada de eso. Es solo que el color azul me recuerda a ella. Me recuerda a Anne.

Y en lo mucho que la extraño.

Aunque quizás esa fue la primordial razón por la que debía estar lejos de Avonlea por un tiempo. Con el pasar de los meses que habían transcurrido desde la muerte de papá, rodeado del sin fin de preciosidades que representan a aquella soñadora de cabello de fuego, empecé a sentir que me volvía dependiente a ella y todo lo que la envuelve. Eso no podía pasar, porque eso no sería sanar de verdad. Para curar de raíz el dolor que me dejó la pérdida de papá tenía que hacerlo solo.

Enteramente solo.

Aun cuando eso me conllevaba a estar aquí, en la cubierta de un barco, observando la infinidad del mar y pensando en los bellísimos irises azules de una joven pelirroja de temperamento fuerte.

No había día que no pensara en ella.

—Oye, niño, ¿vas a bajarte aquí o qué?— me pregunta Sebastián, viéndome con los ojos entrecerrados a causa de la luz del día.

—¿Dónde me dijiste que embarcamos?

—Trinidad, mi pueblo natal.— dice con una sonrisa.

Me acercó a él y juntos comenzamos a descender del barco.— ¿Te refieres a la tierra de la mejor comida del mundo según tú?

Él asiente efusivamente, despidiéndose de uno de los guardias y tomando su pequeña maleta. Imitó su acción y sacó mi móvil. Tal y como supuse tengo dos llamadas pérdidas de Anne. Ya deben ser las tres de la tarde allá, razón por la cual me había llamado.

—Mira Blythe, tienes suerte de tenerme aquí contigo, no hay mejor guía de turismo en este lugar que yo.

Sonrió al verlo tan feliz. Conocí a Bash el primer día que me embarqué en este viaje de sanación, al principio tuvimos nuestros roces, él pensando que yo era como los demás blanquitos que conoció durante sus viajes y yo siendo un payaso, ocasionándole problemas en toda nuestra travesía.

No creí que encontraría a un amigo mientras recorría una pequeña parte del mundo, pero lo hice. Había traído sus cosas buenas después de todo.

—Te tomo la palabra.

Él silba a un taxi para que nos lleve a su apartamento.— ¿Vas a llamar a tu novia ya o cuándo lleguemos a mi hogar?

Me subo a la parte trasera del vehículo mientras él se sube al asiento del copiloto, dándole el nombre del edificio donde vivía cuando regresaba aquí.

—Anne es solo una amiga, ya te lo he dicho muchas veces.

Él niega, riéndose.— Una amiga que te tiene idiotizado, me hablaste más de ella que de ti en el mes que llevamos de conocernos.

Quise negar sus insinuaciones, pero estaría mintiendo. Porque sí hable más de ella que de mí. Ella es tan interesante, ¿cómo no hablar de lo increíble que es?

—La llamaré cuando estemos en tu apartamento.

—De acuerdo.

En el camino, comienzo a pensar en las palabras dichas por el oriundo de Trinidad, no iba a negar que ya le tenía un gran aprecio a la pelirroja. Cosa que es normal porque ahora somos amigos.

¿Podríamos llegar a ser más que amigos?

Siento que mis sentimientos son demasiado confusos como para procesarlos en este momento, se supone que debo sanar mis heridas primero antes de pensar en cualquier otra cosa.

Estaciones | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora