Agosto.

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Tercer paso: Verano.

Anne.

Era una linda tarde de sábado, la mañana había iniciado muy tranquila, el cielo estaba despejado y en lo alto podía verse como relucía el bello señor sol, iluminando al universo con una perfecta intensidad. También con un calor sumamente fuerte, la casa parecía un horno y nosotros los pollos a punto de ser asados. Lo bueno es que no estaría más tiempo allí, ya que Gilbert y yo saldríamos a su picnic de despedida antes de irse a su viaje por barco.

Escucho sonar el timbre, así que me apresuro a tomar la canasta junto al mantel y abrir la puerta. Gilbert rizos perfectos Blythe está frente a mí con una sonrisa.— ¿Lista para el picnic?

Asiento, cerrando la puerta tras de mí y empezando a caminar.— Espero que tengas hambre, porque preparé muchas cosas deliciosas.

—Mi estómago siempre está vacío si se trata de tu comida, Shirley.

Caminamos a paso lento en dirección al club de cuentos, sinceramente no quería que el día se acabara, porque eso significaba decirle adiós al día siguiente.

No era el fin del mundo por no pasar tiempo juntos en dos meses, podríamos llamarnos y seguir hablando por mensaje. Bendita sea la tecnología por lograr acercarnos a los que están lejos. Aunque pasar todo junio juntos hizo que me acostumbrase muchísimo a su compañía.

Entramos a la pequeña casa, acomodando las cosas con cuidado y disponiéndonos a disfrutar la merienda que nos hice para aquella tarde.

—¿Pastelillos de arándano?— se asombra el joven Blythe al sacarlos del fondo de la canasta.

Me encojo de hombros.— Son tus favoritos, ¿por qué no los haría?

Él niega levemente.— No tenías que molestarte.

—Cállate y come, Blythe.

Él hace un puchero en mi dirección.— Pero trátame bonito, mira que estaré lejos y sé que vas a extrañarme.

Claro que iba a extrañarlo, pero estábamos a años luz para que yo admitiera tal cosa.— No te confundas, voy a extrañar insultarte.

—Eres cruel, Shirley.

—Y más contigo, Blythe.

Él le da el primer bocado y puedo percibir lo mucho que le ha gustado al ver su expresión de satisfacción.— Quisiera poder llevarme tu comida al viaje.

—No importa que tan mala sea la comida del barco, te la tienes que comer toda. No quiero un Gilbert hecho huesos por aguantar hambre.— le advierto, señalándolo con una tostada cubierta de mermelada de fresa.

—Sí, mamá.— murmura él, rodando los ojos. Debí traer un libro para golpearlo.

—Qué día tan caluroso.— expresó, queriendo dar algún tema de conversación casual. Él asiente, mientras va en caza del segundo pastelillo.

—El príncipe del sol está queriendo matarnos con una ola de calor.

Lo miró con sorpresa ante su comentario.— ¿Príncipe del sol?

—Sí, quedamos que yo elegiría los de las siguientes estaciones, ¿no?

Asentí lentamente.— Me encanta.

Me sonríe con su mirada egocéntrica.— Claro que te encanta, lo elegí yo.

Suelto un gruñido.— Eres perfecto para arruinar los buenos momentos.

Gilbert suelta una carcajada.— Lo único que escuché fue que dijiste que soy perfecto y por supuesto que lo soy.

—Eres un tonto.

Estaciones | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora