Abril.

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Segundo paso: Primavera.

Anne.

Había invitado a Gilbert Blythe a una cita. Seguía igual de conmocionada que al momento de salir esa invitación de mi boca.

No lo pensé demasiado, simplemente me nació hacerlo.

No entendía cuál era mi necesidad de que él saliera de su casa, creo que una parte de mí no quería que él se hundiera más en su dolor de lo que ya estaba. No necesitaba una bola de cristal, ni ser una médium o vidente para saber que si Gilbert seguía encerrado su estado solo iba a empeorar. Me negaba a dejar que eso pasara.

Pero ahora la idea de que yo me moría por tener una cita con Gilbert se había insertado en el egocéntrico cerebro del azabache sin que pudiese detenerlo.

Ya no podía implorarle a la Reina de las nieves para que me salvará de las futuras humillaciones que me haría pasar el idiota de Blythe. Quizás debí inventar a una reina de la primavera, o sería mejor una princesa, no, ya sé, mejor una duquesa.

La duquesa de las flores.

—¡Sigo sin poder creer que hayas invitado a Gilbert a salir!— chilla Josie de la emoción, sentándose a mi lado en la cama. Estábamos en casa de Diana, les había comentado a ellas la situación y prácticamente me obligaron a venir a su casa.

Duquesa de las flores, es aquí donde haces tu aparición y me salvas de mis amigas, a las cuales amo, pero ahora preferiría no...

—¡Te estabas tardando en contarnos!— vocifera Diana, cerrando la puerta de su habitación con seguro, para evitar la posible intromisión de una curiosa Minnie May en acción.

—¡Diana, déjame entrar o le diré a mamá que me empujaste por las escaleras!— exige la menor de los Barry furiosa, pisando el suelo con insistencia.

—Largo, Minnie May, esta es una conversación de adultos.— le aclara la pelinegra, esperando una respuesta de la pequeña.

—¡No es justo, no es justo, no es justo!— refunfuña la castaña, pero no sigue insistiendo, por lo que Diana se sienta junto a nosotras en su cama.

—¿No deberías haberle recriminado que no diga mentiras?— cuestiona Josie.

Diana le mira con confusión.— ¿De qué mentira hablas?

No necesito ver la cara de la joven Pye para saber que ambas estamos frunciendo el ceño. Aun así, me tomo la molestia de hacer la aclaración.— Sobre haberla empujado por las escaleras.

La mirada de la joven Barry se relaja.— Ah, eso. Chicas, lo que sucede entre hermanas, se queda entre hermanas.

Esa declaración nos deja perplejas, pero sin la posibilidad de refutarle, Josie es hija única y hasta donde yo sé, también lo soy, así que no hay nada más que opinar.

—Muy bien, volvamos al tema verdaderamente importante.— expresa la rubia, viéndome con una sonrisa burlona.

Me hago la desentendida.— ¿Pero qué dices? Siento que es más importante hablar sobre Diana y Minnie May, no tengo hermanas, pero eso de andar empujándose por las escaleras no creo que...

Diana y Josie me detienen al instante.— ¡Anne!

Quiero seguir evadiendo el tema pero sé que es inútil. Suelto un suspiro en señal de derrota.— Bien, ¿qué quieren saber?

—Todo Anne, no te saltes ningún detalle.— me indica la rubia, haciendo gestos muy explícitos con las manos.

—Oh, y si es posible, también lo del guiño en el partido de hockey. ¡No puedo creer que me perdí de eso!— murmura la pelinegra, cruzándose de brazos en señal de molestia.

Estaciones | Shirbert.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora