-Cris-
Sin embargo, Álvaro no estaba dispuesto a irse sin arreglar las cosas, por lo que volvió a llamar.
-Sara, abre, por favor.
Le costó un par de llamadas de timbre más, pero finalmente esta acabó abriendo la puerta.
Llevaba puesto el pijama y llevaba los brazos cruzados sobre el pecho.
-Tienes cinco minutos para decirme todo lo que tengas que decirme.
Él asintió y ella le dejó pasar.
Paco, que se encontraba en el salón, al verle, se puso a insultar, como ya era costumbre en él.
-Siento lo que te dije, de verdad. No sé qué pasó por mi cabeza cuando dije esas cosas, además sabiendo que... Fui yo el que sintió algo más después de lo sucedido. No sé bien qué, pero...
Se detuvo, sin saber cómo continuar aunque en su mente había ensayado una y otra vez esta conversación.
-Yo siento lo que te dije, es decir, que eras un creído y un imbécil, pero me sentó muy mal lo que me dijiste. Pero, está bien, no hay problema, te perdono y, la verdad, yo también estoy bastante confundida...
Ambos se quedaron en silencio, hasta que Álvaro sonrió y le extendió una mano.
-¿Amigos?
Ella se la estrechó.
-Amigos.
Tras eso, él se levantó del sillón donde se había sentado.
-Será mejor que me marche ya, he agotado los cinco minutos que me diste.
-Era una cifra aproximada, porque te quedes siete u ocho no creo que pase nada...
Él se rió.
-No que, por lo que veo, te ibas a ir a acostar ya. Me iré. Ah, si ¿quedamos mañana para ir a correr?
-Ah, perfecto.
-Yo te vendré a buscar. Ya hablamos. Buenas noches y, de nuevo, lo siento.
En lo que a mí respecta, tras pasar la noche con Blas en casa, volví temprano a casa de nuevo, ya que le había prometido a Sigrid que iría a comprar con ella.
En casa me cambié de ropa mientras S se despertaba y se arreglaba y nos encontramos frente a la portería de Carmen con Sara y Álvaro, que parecía que volvían a ser amigos.
Carlos podría respirar tranquilo por su apuesta.
-¿Adónde vais tan dispuestos?- les preguntó S.
-Vamos a correr, ¿os venis?-dijo Álvaro.
-Vosotros echad a correr que ya os alcanzaremos nosotras, ya-dije.
-No os venís, ¿no?
-Ya vas leyendo entre líneas, paisano, muy bien.
-¿Y si digo que os invito a desayunar después?
-Buen intento, Álvaro, pero jamás me verás correr.
-Qué lástima. Pues nada Sara, tú y yo solos por lo que veo.
Nos reímos y ya nos íbamos a ir cuando Álvaro recordó algo.
-Ah, si, casi se me olvida. ¿Quereis veniros esta tarde al estudio? Podríais verlo y así escuchar alguna canción.
-¿Hay que ir corriendo?
-Mm, no.
-Entonces vale.-dije, conforme.