-Cris-
Abrí los ojos y al principio no identifiqué dónde estaba.
Tras un par de parpadeos, reconocí nuestro salón.
¿Es que nos habíamos dormido aquí? Menudos éramos nosotros.
Levanté la cabeza para observar el panorama.
Vi a Sigrid tumbada en el otro sillón, dormida mitad sobre Álvaro, mitad sobre Dani, al cual le colgaba la cabeza del sillón y a David que estaba tirado en el suelo.
No recuerdo si se tumbó ahí a ver la película o si rodó del sillón durante la noche y acabó en el suelo.
Entonces... Me faltaban dos.
Yo estaba echada sobre Blas, el cual tenía puesto un brazo sobre mí.
Le miré, dormido.
Si no me diera miedo despertarlo, le daría algún que otro beso.
Recordé lo sucedido ayer en mi cuarto, las palabras que me dijo en él, luego, más tarde, durante la película...
Qué íncreible me parecía todo.
Reparé entonces en algo que no me cuadraba demasiado en aquella bella escena entre Blas y yo. Carlos había decidido usarme como almohada y estaba tirado sobre mí, aplastándome.
Refunfuñé, molesta.
Si me lo quitaba de encima, le despertaría y tendría que soportarlo, pero si no me lo quitaba, tendría que soportarle igualmente (aunque fuera su peso).
Lo pensé durante unos segundos.
Si se despertara, que se despertase, a mí no me usaba para dormir.
Con cuidado (para no despertar a Blas) le retiré el brazo que tenía sobre mí y sostuve como pude a Carlos (que dormido me hacía más gracia que despierto y tuve que aguantarme un ataque de risa mortal) mientras me levantaba del sillón.
Chocolate, que estaba justo debajo del sillón, se apartó para evitar que le pisara y me asustó.
Maldito perro oportuno.
Dejé a Carlos de cualquier manera en el sillón, pero me dio lástima (a ver, si es que yo en el fondo mala no era) así que le puse un cojín bajo la cabeza (lo mío me costó levantarla, sin despertarle, digo), cogí el móvil de la mesa y me fui a la cocina, feliz de haber completado mi misión con éxito sin que nadie se hubiera despertado, con Choco tras de mí.
-Nada de hacer ruido, ¿me entiendes? No queremos despertarlos.
Choco, por toda respuesta, no dijo nada (como era de esperar)
Yo y mi extraña manía de hablarle al perro.
Una vez en la cocina, le puse algo de agua, ya que el pobre no tenía y yo, mientras tanto, me estiré.
Me dolía un poco la espalda de haber estado durmiendo toda la noche en aquella postura, pero merecía la pena.
Oh, sí, por Blas, aquello merecía la pena.
-Buenos días, eh.
Me giré y vi a Carlos en la puerta, restregándose un ojo con la mano como un niño pequeño.
-¿Se puede saber qué haces despierto?-le dije, a modo de buenos días.-Se supone que deberías estar durmiendo.
-¿Eres tan alegre por las mañanas?
-Contigo, sí.
-Mm, me he despertado cuando te has ido. ¿Por qué lo hiciste? Estaba muy agusto.