-Cris-
Tras felicitar todos a Álvaro y Sara, nos centramos en las vacaciones.
-En primer lugar, ¿montaña o playa?
-Sí, S, o también si destino de interior o extranjero.
-Tienes razón, Dani.
-Yo digo que playa.
-Sí, yo también.
-Y de interior, por supuesto. Yo fuera no me voy.
Mientras todos aportaban su opinión, yo no le quitaba ojo a Choco y Paco, este aún subido en la cabeza del perro, que metían los dos las cabezas en el acuario de Tomás.
-¿Tú qué dices, Cris?-me preguntó David.
Me le quedé mirando, pensando.
-Em, hace tiempo que no voy a la playa y el destino me da igual mientras estéis vosotros.
-Qué profundo-dijo Carlos, fingiendo secarse una lágrima.
Todos nos le quedamos mirando.
-Bien-dijo Álvaro-Pues ahora queda ver a qué sitio de España vamos.
-Alicante, está claro.
-Ya salió el alicantino...-dijo Dani.
Nos pusimos a discutir todos los sitios. Yo apoyaba a Carlos con Alicante y David dijo que nos habíamos compinchado contra él. Lo dicho.
David veía complots donde no los había.
Apunté en un cuaderno los tres lugares que más nos gustaban. Sara, Sigrid y yo miraríamos detenidamente a la mañana siguiente qué podían ofrecernos aquellos sitios y les informaríamos.
Tras tratar aquel tema, nos embarcamos en otros.
Le dije a Blas lo de Tomás, que me costaría separarme de él, pero que era lo mejor por su seguridad. Quedamos en que me mandaría fotos suyas cada cierto tiempo si no iba a verla.
Dicho lo cual, no me enganché a ninguna conversación.
No quería interrumpir a Álvaro y Sara, muy concentrados ellos el uno en el otro, como tampoco quería a David y S.
Fue en ese momento cuando me di cuenta de que mis dos amigas estaban con sus novios y que yo me había quedado sola en ese sentido. Y aquello dolió más.
Deseé que todos se marcharan. Deseé quedarme sola.
Pero no lo estaba.
Carlos no iba a dejar que lo estuviera.
Me dio unas palmaditas en la rodilla, como ya se estaba convirtiendo en su costumbre.
-No dices nada-dijo.
-Ah, sí, bueno.
Enarcó una ceja, como si esperase algo más, quizá una respuesta más convincente.
Pero si la esperaba, por desgracia, no la tenía.
Miré el reloj.
-¿Os quedaréis a cenar?-pregunté, de repente.
Mis amigos se miraron entre sí.
-Sí, claro, por qué no.
-Bien, entonces iré a ver qué tenemos.-dije, levantándome de la mesa y dirigiéndome a la cocina.