-Cris-
Sonriendo, me tumbé en un lado de la cama y esperé a que Choco y Carlos dejaran de pelearse (o de darse amor, depende de como se mirara)
Una vez vencido, el perro se bajó, aunque no se fue muy lejos.
Se quedó tumbado al lado de la cama.
Me acurruqué al lado de Carlos.
-Esa camiseta es mía.-dijo.
-¿Y esos son los buenos días que me das?-pregunté, fingiendo fastidio.
Se rió.
-Te lo iba a decir ahora.
-Claro y yo me lo creo.
-Ey, no te enfades.
-Lo haré si quiero.
Acercó la cara a la mía y yo, pensando que iría a besarme, giré la cabeza hacia el otro lado, pero me equivoqué.
Me hizo una pedorreta en el cuello y me empecé a reír con todas mis ganas.
El cuello era mi punto débil, tenía demasiadas cosquillas.
-¡Estate quieto!
-¡Ah!-dijo, cuando le di.
Choco asomó la cabeza por la cama, considerando si tenía que acudir en mi ayuda, pero vio que que ya había cosechado la victoria y lo dejó pasar.
Abracé a Carlos, que se estaba estirando.
-No nos levantamos aún-dije-Quedémonos un rato más.
Él me abrazó a su vez, sonriendo.
-Como quieras.
-Aunque no me importaría quedarme así, contigo, por el tiempo que hiciera falta.
-¿Haciendo qué?
Me reí.
-Lo que hiciera falta.
Ambos nos reímos y le besé.
Pasamos allí el tiempo, hablando de esto y de aquello, de lo de aquí y lo de más allá hasta que me levanté.
-¿Adónde vas?
-Sintiéndolo mucho, tengo hambre. Así que levántate y ayúdame a preparar algo.
-Ains, qué pereza.
-Y vístete.
-Si tienes tú mi camiseta.
-Perdona pero tienes un armario lleno de ellas allí, asi que eso no es excusa.
-Que a mí me gusta esa.
Se reía.
Si lo que os digo, todo sea por fastidiarme.
-Pues tómala, anda.
Me la quité y se la tiré a la cabeza.
Tras eso abrí el armario, cogí otra de las suyas y me la puse.
Fui a la cocina con Choco tras mis pasos.
Me olvidé de que el perro también comía y esas cosas.
Mientras Carlos venía (si que tardaba el chico) le puse de comer a él.
Para cuando Carlos quiso venir, le estaba preguntado a Choco qué me aconsejaba para comer.
-Ains, lo que hay que ver.
Me reí.
-Calla y haz algo, que hay hambre.
-¡Esa camiseta es mía, ladrona!
Mientras tanto, hacía bastante rato que nuestros amigos se habían marchado.
Se dividieron por coches (Dani iba de nuevo al volante del mío) y se dirigieron a Elche.
No tardaron mucho, pues tampoco estaba muy lejos, a apenas un rato.
Pero al llegar, y aparcar los coches en una de las primeras calles que encontraron, se dieron cuenta de una cosa.
No tenían ni idea de qué hacer allí.
-Y bien... ¿Adónde vamos?
-Pues... Por ahí¿no?
-¿Nadie trajo un mapa con los posibles lugares a visitar o algo?
Todos negaron con la cabeza.
-Pues estamos apañados-sentenció Blas.
-Siempre podemos preguntar a alguien-dijo David.
-¿Si? ¿Y qué le decimos? ¿"Oiga venimos de turismo y no tenemos ni idea de dónde ir, podría usted por favor hacermos una recomendación"?-dijo Dani.
-Por ejemplo.
-Claro. Pues lo preguntas tú.
Estalló el debate de qué se hacía entonces y se optó por echar a andar y ya llegarían a alguna parte.
Andando, andando, se recorrieron buena parte de Elche.
-Si lo sé me quedo con Cris y Carlos-dijo David- Esto de andar no va conmigo. Ellos han sido los más listos.
-Ellos lo que son, son unos vagos. No dejes que se te pegue eso.- dijo Dani.
-¿No podemos hacer un descansito? Estoy muerta-dijo Sigrid.
-Podíamos parar a comer. Tengo hambre.
-Joer David.
-Paremos, pues-concedió Álvaro.
-Pero ¿en dónde?-preguntó Sara.
Todos dirigieron una exaustiva mirada a su alrededor y todos los ojos se pararon en el mismo lugar.
-Es perfecto.
Era un McDonald's.
-Tiene pecado venir de turismo a un sitio y acabar comiendo en un sitio así-dijo S.
-Qué va-le contradijo Blas- Es de lo más inteligente que hay.
-Sí, como nosotros.
-Estaba muy claro Álvaro, estaba muy claro.
Tras comer, se fueron un rato a un parque que Dani había visto antes y se tumbaron a la sombra en el césped bajo un árbol.
Sara se sentó apoyando la espalda contra el árbol y, no acababa de estirar las piernas, cuando Álvaro apoyó la cabeza sobre estas.
-¿Molesto?-preguntó él.
Ella se rió.
-Para nada.
Y comenzó a tocarle el pelo.
Por su parte, David se había tirado cual largo era sobre el césped y S estaba apoyada sobre él.
Blas estaba sentado a su lado con el móvil y Dani observaba algo distraído.
Tras un buen rato de descanso, echaron de nuevo a andar, no sin antes refrescarse un poco en una fuente del parque.
David y Álvaro se compincharon contra Dani para mojarle y el pobre acabó más empapado que si se hubiera caído de cabeza a una piscina.
Blas se rió de la escena y no pudo evitar hacerle una foto y mandársela a Carlos.
Aunque claro, eso a Dani no se lo dijo.
Siguieron andando y, como era de esperar, se perdieron.
-Chicos, que nos hemos perdido-dijo Sara.
-No, tranquila, que sé por dónde voy-le dijo Álvaro.
Obvio, acabaron aún más perdidos de lo que ya estaban antes de que mi paisano dijera eso.
Sigrid y Dani (ya que no estábamos Carlos y yo que solemos ser los "preguntadores" oficiales) se encargaron de preguntarle a una señora con cara de amable (después fue todo lo contrario) por dónde se volvía a donde tenían el coche. Fue un poco difícil porque no sabían cómo se llamaba la calle ni nada y la señora tampoco estaba muy por la labor de indicarles, pero finalmente consiguieron que les dijera (más o menos) por dónde podrían estar los coches.
-Si Carlos estuviera aquí, la señora hasta nos habría acompañado a la calle-dijo Dani.
-Pues seguro, con el poder de atracción que tiene entre las señoras seguro que sí...-añadió David.
-Dejad a Carlos donde está y poned atención para no perdernos otra vez-dijo Sara.
-¿Un helado?-dijo S señalando una heladería.
-A este paso no llegamos ni en tres vidas y queriendo.-dijo Blas.
-Como si tuviéramos prisa.-dijo Dani.
Se tomaron unos helados en la terraza de la heladería y después siguieron en busca de la calle con los coches.
Cuando dieron con ellos, no se lo creían.
-Yo con vosotros de turismo no vuelvo-dijo Dani.
Se rieron y se montaron para volver, ya bien entrada la tarde.
Por lo que a nosotros respecta, después de comer (hicimos un desayuno-comida) nos echamos la siesta.
Bueno, yo me quedé dormida y supongo que Carlos, como es un envidioso, decidió dormirse también.
Él se despertó antes que yo, aunque me despertó con sus risas.
-Dios, mira que eres escandaloso...-dije, poniéndole la mano en la boca para callarle.
-Lsjdjd siekdndo.
-¿Qué?
-Que lo siento si te he despertado.
-Bah, no importa-dije, estirándome-¿De que te reías tanto?
-Nada, que Blas me dice que vaya mierda de turismo están haciendo, que han dado un par de vueltas por la misma calle y Álvaro decía que era por allí.
-Están apañados. Menos mal que no hemos ido con ellos.
-Desde luego. Están locos. Bueno ¿qué hacemos tú y yo?
-¿Qué te apetece hacer?
-Mm.
-¿Mm?-dije, enarcando una ceja.
Me besó y empezó a acariciarme.
-Carlos, que está el perro.
-Jajajajaja tranquila, no se lo va a contar a nadie.
-Eso seguro, pero es que nos está mirando.
-¿Le echo fuera?
-Pobrecito.
-Bah, que no le importa.
Choco y Carlos se fueron al salón y al cabo de unos minutos este apareció y cerró la puerta tras de él.
-¿Ves? Te dije que no le importaría.
Me reí.
-Eh, Carlos ¿no querías tu camiseta? Ven entonces a buscarla.
-Uhhh.
Le hice un gesto para que se acercara y, cuando lo hizo, le atrapé y le tiré sobre la cama.
Con la yema de los dedos, le acaricié la cara, incluidos los labios, para después besarlos.
-Lo que acaba de pasar ha sido un accidente, pero lo que viene ahora, es a propósito.
Se rió y me besó cogiéndome con ambas manos la cara.
-Te quiero-dijo, tras eso.
Aquello disparó los latidos de mi corazón, que iba tan deprisa que temí que él lo notara.
Y decidí ser toda suya en aquel momento.
Más tarde, nos vestíamos para irnos a pasear con Choco (me sentía mal por haberle obligado a abandonar la habitación para poder tener nosotros algo de intimidad)
Me puse unos vaqueros cortos y una camiseta blanca que ponía Vans en negro.
-Carlos ¿me prestas un cinturón? Se me ha olvidado traerme.
-No que te lo quedas.
-Anda ya jajajaja.
-Jajajajaja cógelo, está ahí, en el cajón.
-¿En el de las cosas privadas? Entonces cógelo tú.
Se rió, fue al armario y me lo dio.
-La vida contigo es una risa.
-Cuánto me alegro de hacerte reír.
Se rió de nuevo y me dio un beso en la mejilla.
Cogimos a Choco (el cual Carlos diría lo que quisiera pero yo veía que nos miraba con rencor) y nos fuimos los tres a la playa.
Caminaba de nuevo de su mano, pensando en cuánto había cambiado mi vida en apenas unos cuantos meses y en lo íncreible que me parecía estar allí, con él, de esta manera.
-Estás muy callada.
No pude evitar reírme.
-Estaba pensando.
-¿Pensabas? Uy, qué raro. ¿Sobre qué?
Le miré mal antes de responder, lo que provocó la risa de ambos.
-Sobre que hace unos meses tú y yo paséabamos en pijama y descalzos por París y ahora míranos como estamos.
-Seguimos descalzos.
Me reí.
-Sí, seguimos descalzos.
-Creo que nuestra situación desde entonces ha mejorado bastante.
-Y que lo digas, había algo raro entre nosotros. Todo el rato peleando y luego no podíamos estar el uno sin el otro...
-Recuerdo cuando te quité el sitio en el restaurante, que te hiciste la enfadada y yo ahí cuando fui a pedirte perdón te reíste sin piedad...
-Es que se te veía tan mono arrepentido... O cuando te perdiste en aquel bosque y pensamos que Slender te había secuestrado.
-Sí. Cuántos recuerdos.
-Tantos tantísimos que no sigues porque no te acuerdas.
-A veces me asusta lo bien que me conoces. De verdad.
Ambos nos reímos.
-Carlos.
-Dime.
-¿Y desde cuándo te empezaste a fijar a mí? Porque yo soy muy difícil de ver.
-Qué vas a ser difícil de ver. Bueno, puede que por tu altura entre una multitud de gente sí sea un poco difícil, sí...
-¡Ey!-protesté- Olvida eso, céntrate en mi pregunta.
Él sonrió.
-La verdad es que es algo bastante difícil de responder. No puedo darle una fecha, ni una hora, ni si quiera un momento determinado. Al principio me resultabas graciosa, eras divertida y chocábamos mucho. Luego empezamos a acercanos un poco, y nos conocíamos en serio. Pasaron ciertas cosas, ciertos momentos juntos y...Pensé que... Bueno. Luego estabas con Blas y supongo que ahí fue cuando me di cuenta de que yo te quería. Y que te había perdido.
-Eso nunca lo hiciste.
Sonrió con amargura, recordando.
-Eso no lo he sabido hasta hace un par de días, en esta playa.
Asentí.
-¿Y tú?
-Em ¿yo?
-Sí, tú. Quiero saberlo. Y a mí no me vengas que desde el principio porque había alguien delante.
-Es complejo de explicar.
-Seguro que podré entenderte.
Tomé aire, tratando de organizarme las ideas.
-Es cierto que Blas me atrajo desde el principio. Tenía algo que... Bueno, no sé. Me gustó. Y aquel sentimiento fue evolucionando. Pero luego estabas tú, con el que tanto me reía, al que podía confesar cualquier cosa sin temor a que me juzgases, con el que tantas peleas y reconciliaciones tenía, sobre el que más pensaba qué hacías, dónde estarías y si estarías pensando en mí... Supongo que fui aprendiendo a quererte sin darme cuenta. Y ahora no sabría dejar de hacerlo.
-Soy como aprender a montar en bici. Una vez que sabes cómo montar, ya nunca se olvida.
-Una vez que he aprendido a quererte, nunca podría olvidarlo. Y no puedo hacerlo. Simplemente, no puedo.
-Aw.
Me reí mientras me abrazaba.
Choco en ese momento vino con un balón medio pinchado.
-¡Choco! ¿De dónde has sacado eso?-le regañé.
Carlos se puso a jugar con el perro a tirarle el balón para que este fuera a buscarlo mientras yo rezaba para que nadie viniera a reclamar el balón.
Por suerte, nadie lo hizo.
Quizá la había sacado de la basura o algo así.
-Carlos, déjame tu móvil.
-No que te lo quedas.
-Madre mía, te ha dado por esa frase ¿eh?
-Sí-dijo riéndose y dándomelo.
-Ains eres un solete.
Me miró raro, pero volvió a lo suyo, que era lanzar el balón lo más lejos que pudiera para que Choco tardara en volver.
Me reí al ver cierta foto que Blas le había enviado (sí, le cotilleé un poco ¿y qué? Él también me lo hacía)
-¿Cuá es el chiste? Yo también quiero reírme.
Le enseñé la foto de Dani empapado hasta lo más hondo de su ser y se rió.
-¿No habías visto la foto antes?
-Qué va, no he mirado el wa, estaba contigo.
-Ah.
Choco volvió con el balón y Carlos y él se pusieron a pelearse por él (sino se peleaban por cualquier cosa no eran felices)
En ese momento, le llamaron al móvil a Carlos.
Era Blas.
Lo cogí yo.
-¿Digame?
-Ey, ¿Carlos?
-¿Desde cuándo tiene Carlos una voz tan perfecta como la mía, eh, Blas?
-¡Eh!-se oyó quejarse a Carlos por ahí.
-Jajajajaja ah, Cris. Hola.
-¡QUÉ POR AHÍ NO ES TONTACO!
-Dile a Dani que yo también le quiero.
-Jajaja es que estamos ya de vuelta y Álvaro no se orienta.
-Eso me recuerda a una cosa ¿para cuando mi GPS? Me da que me puedo morir esperando...
-Ah, cierto. Hablaré con Carlos y de la semana que viene no pasa.
-No sé yo si fiarme, eh.
Se rió.
-Y bueno dime, ¿qué tal el turismo? Una mierda ¿no?
-Ahora os contamos. Desde luego, esta es la última vez que me vengo con estos de turismo...
-Yo también-se oyó a Dani.
Qué niño, de verdad.
-¿Y el motivo de tu llamada era...?
-¿Dónde está Carlos?
-Ahora mismo rodando por la arena con Choco. ¿Para eso llamabas?
-Que va, es solo que se me hacía raro no oírle de ruido se fondo de la llamada. No, llamaba porque ahora en cuanto lleguemos nos ducharemos y estamos muy cansados y vosotros sois tan majos que...
-Al grano, Blas. Qué queréis de nosotros.
-Que si podemos cenar en vuestra cabaña.
-Vamos, que os hagamos la cena.
-Básicamente.
-Pero mira que sois. Sí, creo que no habrá problema.
-¡Bien!
Nos despedimos y colgamos.
-Carlos, tenemos un problema.
-Que Dani se haya perdido en Elche no es un problema, Cris, sino una bendición.
-Noto el amor entre vosotros¿eh? Jajajaja Pues no es eso. Vamos a la cabaña que hay que ponerse a cocinar para esta gente.
-¿Quéeeeee? Eso no se lo creen ni ellos, vamos.
- Me temo que sí.
-Qué palo más grande. Pues que les peten, que acabamos de salir.
-También es cierto. Y me asusta la manera en la que se te pega mi vocabulario.
-Todo lo malo se pega.
-¿Disculpa, qué estás insinuando de mi vocabulario, eh? ¡Si siempre dices lo exquisito que es!
-Exquisito, dice. Menudo vocabulario el tuyo.
-¿Te callas o te callas?
Me hice la indignada y fui tras Choco, que enterraba astutamente su balón en la arena.
-Vámonos Choco, dejemos a don Imbécil aquí.
-Muy lejos sin mí no te vas porque yo tengo las llaves.
¿Sabéis la sensación esa de querer mucho a una persona, amarla tanto y tan completamente que a veces te dan ganas de estrantugarla a dos manos?
Bien, eso sentí yo en ese momento.
Gruñí y él me revolvió el pelo con la mano.
-Vamos enana.
-Tú quieres morir y no sabes cómo.
-En tus brazos sería una bonita forma.
-Oh.
Como siempre, me cabreaba y luego encontraba la manera de hacer que se me pasara al momento.
Otro don que tenía él.
Volvimos a la cabaña (el balón se quedó enterrado en la playa para otro día) y nos pusimos a rebuscar en la cocina.
-¿Qué le hacemos a esta gente?
-Estos se comen cualquier cosa. Una ensalada de estas y lo que pillemos por ahí.
-Qué apañado eres.
-Claro que sí.
-Pero este dilema lo resolverías rápido si hubiera un McDonald's cerca.
-Ay que me vuelvo previsible.
Me reí.
Mientras tanto, los demás ya habían vuelto y se dirigían cada uno a su cabaña para ducharse y cambiarse de ropa.
David, cansado como estaba, se durmió el pobre esperando a que S terminara de ducharse.
A esta le costó algo despertarle para decirle que era su turno.
Carlos y yo debatíamos sobre la economía mundial y el impacto del euro en España cuando oímos a estos en el porche.
-Si vienen al manicomio, queda por allí-dijo Carlos al abrirles.
-Pero mira que eres tonto.
-Al menos yo no me caigo dentro de una fuente...
-¿Cómo sabes tú que yo...?
-Mea culpa-dijo Blas.
-¿Vais a pasar u os quedais fuera?-dije yo, indignándome porque Choco quería salirse afuera (lo más seguro para ver si se pelota seguía en su sitio)
-Pasamos, que hay hambre.
Inconfundiblemente, ese era David, que empezó a empujarles a todos para que entraran.
Cenamos mientras nos contaban su maravilloso día de turismo (que según David y Dani de maravilloso tuvo poco, Blas sólo dijo que había sido muy cansado y Álvaro se abstuvo de comentar)
-¿Y vosotros qué tal?-nos preguntó Sara.
-Ah, bueno...
-Ya sabes...
-Hicimos cosas y eso...
-Y dormimos.
-Sí, y todo eso.
-Interesante. Sin duda-dijo Dani.
-Tú a callar. Nos va a comparar nadar en una fuente a nuestro gran día...
-¡Qué me mojaron estos, no me caí!
-Ya, eso dices tú.
Después de cenar y tras que Álvaro y Dani fregaran los platos (se lo habían ganado a pulso perdiendo al piedra, papel y tijera. Carlos le empezó a decile a Dani que tuviera cuidado y no se cayera dentro del fregadero) dijimos que si hacíamos algo y Sigrid sugirió que nos tomásemos algo en el bar de aquí, que ya llevábamos por aquí unos días y aún no habíamos ido.
Yo recé para que no estuvieran las señoras esas, pero parece ser que la suerte no me sonreía, porque las muy condenadas estaban allí tomándose un mojito.
Saludaron a Carlos y este las saludó a su vez con la mano.
Miré la escena terriblemente mal.
-¿Celosa de ese par de señoras?-me susurró David.
-¡Vete al carajo!
Se empezó a reír a carcajadas mientras nos sentábamos en una mesa y Carlos me miraba con cara de incertidumbre porque me había sentado con S y Sara en lugar de hacerlo con él y seguramente se estaría preguntando qué habría hecho mal.
Me puse a hablar con mis amigas mientras pedíamos algo y planeábamos el día siguiente.
-Yo, bueno...
-¿Qué, Carlos?
-A mí me gustaría ir a ver a mi madre.
- Ohh el nene echa de menos a su mami.
Dani se llevó una colleja.
Qué raro era ver a Carlos soltándolas, normalmente, las recibía.
Yo me hundí en la silla, esperando que nadie me preguntara mi opinión.
Consideraba que era demasiado pronto para conocer a su madre. Y más yo que para estas cosas... Era lo peor.
Mientras trataban el tema, yo fingía estar perdida en el móvil.
Tras que nos trajeron las bebidas, el tema de la conversación cambió (gracias a Dios) volviendo a su gran y estupenda tarde de turismo.
-Si es que te tenías que haber venido, Cris-dijo David-Hubieras andando lo que no has andando en tu vida.
-Claro y me hubiera dado un algo más grande que vuestras cabezas.
Después de eso, dije poco.
Carlos intentó comunicarse conmigo vía gestos, pero como consiguió menos que nada, lo intentó mediante patadas por debajo de la mesa, con la suerte de que le dio a Sigrid, la cual le respondió.
Y estuvieron con las patadas hasta que una (desconocemos el pie autor de la misma) le dio a Blas y dijo que podían volar ostias.
David se quedó medio dormido (o alo mejor estaba dormido de verdad, solo él lo sabe) sobre Dani y, tras pedir dos rondas más (a David como estaba "dormido" no le pedimos nada) tiramos cada uno a su cabaña porque aquí los turistas (entiéndase todos menos Carlos y yo, que tan felices estábamos de no serlo) estaban muertos de cansancio.
-Hay que sacar al perro.
-Ya lo sacamos antes, Carlos.
-Era una excusa barata para ir a pasear.
-Pues oc a tu vida.
Se plantó delante mía.
Tampoco es que impusiera mucho respeto.
-¿Se puede saber qué te pasa?
Le sorteé y seguí caminando.
-Nada, déjame.
-Dios, hacía demasiado que no eras complicada...
-No es eso, es que no entiendo por qué tienes que ir saludando a las señoras esas que no conoces de nada.
Para asombro mío, se echó a reír.
-Oye que a mí ni gracia.
-Que te ha molestado que saludara a Ignacia y Loli ¿no?
-Ah, que encima sabes sus nombres. Perfecto, vamos.
-JAJAJAJAJAJA Oh, vamos. Esto es ridículo.
-Para ridículo ya estás tú.
-Vaya repaso que me estás dando.
No dije nada más y llegué al porche de la cabaña, esperando a que él abriera la puerta.
-Para tu información, me inventé esos nombres.-dijo, al hacerlo.
-Ya decía yo que no tenían cara de llamarse así.
Se rió e intentó abrazarme, mas le esquivé.
-Ven aquí, anda.
-Ay, no, déjame.
-Que no, ven.
Al final me atrapó y me dejé abrazar, aunque le gruñí.
-Hay veces que no encuentro distinción entre Choco y tú.
-Me lo voy a tomar a bien, porque lo que me has dicho muy bien podría malinterpretarlo y entonces no quiero ni pensar...
-Jajajaja.
Me revolvió el pelo con una mano y después emprendió la búsqueda del interruptor de la luz.
Era complicado porque Choco corría en círculos a nuestro alrededor y no quería pisarlo.
-Respecto a lo de mañana-dije- Hay algo que quería comentarte.
-No tienes que venir si no quieres.
Me quedé bastante descolocada.
De nuevo, había dado en el clavo (y también con el interruptor de la luz)
-No es que no quiera...
-Es que no estás preparada.
-Pero bueno, ¿cómo sabes todo eso? ¿Estás dentro de mi cabeza o algo?
-Según tú, sí.
Negué con la cabeza, sonriendo.
-¡Y yo qué creía que querías conocer a mis perros!-dijo, con gran dramatismo- Qué decepción tan grande alberga mi corazón y mi alma...
-Si intentas darme pena, para que no lo vas a conseguir.
-Antes lo hacía.
Hice un gesto con la mano quitándole hierro al asunto.
-Ahora no me siento preparada para conocer a tu madre, pero si quieres, un fin de semana que tengas libre o así, nos venimos los dos. Nos fugamos para verla. Y a tus perros.
-¿Me lo dices en serio?
-¿Cuándo te he mentido yo?
-Hay una lista bastante larga que podría enumerar...
-¿Cuándo te he mentido yo desde que salimos juntos?
-Nunca.
-¡Y antes tampoco, embustero!-dije, dándole un puñetazo en el brazo.
-Ah jajaja Echaba de menos esto.
-Pues yo te echaba de menos a ti.
-Oh.
Le abracé.
-¿Y qué voy a hacer yo mañana sin ti?-le pregunté.
-Una fiesta.
-Oh, sí, estaría bien.
-Y puedes invitar a Marisol y Josefa.
-¿Y esas quienes...? ¡Carlos!
-Jajajaja tranquila, esos nombres también son inventados.
A la mañana siguiente, los chicos se fueron a cosa de las once.
Y digo a cosa porque Carlos no me despertó y tuve que imaginarme por su wa de despedida (que tampoco me despertó) la hora aproximada de su salida (porque pudo mandarme el wa cuando le diera la gana y no necesariamente a la hora exacta de partir)
Cuando me desperté y vi el mensaje, le respondí y me fui a desayunar.
En un acto de cortesía, me había dejado sobre la mesa lo que quedaba de las tabletas de chocolate que habíamos comprado.
Qué mono.
Me lo comí, claro. Ahí lo iba a dejar.
Tras comer algo más y darle de desayunar a Choco, me fui a vestir (le tomé de nuevo prestado el cinturón) y me fui a buscar a mis amigas.
S seguía durmiendo y Sara estaba resfriada.
-¡Pero mujer, te esperas a venirte de vacaciones para ponerte mala!
-¡Ni que lo hubiera elegido yo!
-Y encima Álvaro no se quedó a darte mimitos.
-Bueno, que me de los de luego a la noche, cuando vuelva.
-Uhhhhh.
-¿Pero qué te has pensando?
-Nada, nada. Tú vete a la cama, descansa y llama si necesitas algo.
-Mm. ¿Venís S y tú a comer aquí luego?
-Jamás rechazaría una invitación así. Por lo que luego nos vemos.
Fui de nuevo a la cabaña de S y aporreé la puerta hasta que se levantó y me abrió.
-Servicio de despertador a domicilio-dije, cuando me abrió la puerta.
Me dio una colleja.
-¡Ah!
No recordaba que S tenía un mal despertar.
- ¿Por qué no te vas por ahí?
-Ya no me quieres, lo entiendo. Me iré donde alguien me quiera-con gesto muy dramático, me di la vuelta para irme.
-¿Adónde vas a ir si Carlos se ha ido?
-Choco sigue aquí. Y Sara.
-Anda, pasa y hazme el desayuno.
-Que te lo haga David.
-No está.
-Una lástima.
Vi la mano venir otra vez, por lo que pasé a la cocina y me puse a hurgar.
Después de que desayunara, dijo de ir las dos a la piscina hasta la hora de comer en la cabaña de Sara.
-¿Me vas a hacer ir a pornerme el bañador?
-Sí.
-¡Joder!
-Te acompaño y así veo a Choco.
-Vale.
Tras ponerme el bañador, tiramos las dos hacia la piscina.
Reconocimos a las abuelas amigas de Carlos (qué poca gracia me hacía aquello a mí y cuánta a él), y, aparte de ellas, había unas cuantas caras que nos sonaban de verlas allí y otras eran desconocidas.
Pero nos dio igual.
Nos apropiamos de dos hamacas (sólo quedaba una, pero quitando una toalla de otra rápidamente quedaron dos) y nos fuimos al agua.
Hablabámos de Pedro y Ashley, recordando este curso tan extraño y sus tantas anécdotas cuando vimos a un grupo de chicos que, al igual que nosotras, estarían de vacaciones entre amigos.
Tres de ellos nos saludaron y les devolví el saludo.
-¡Cris!
-Joe S, que es de mala educación no saludar.
-Mm.
-No me mires así, que no tengo ninguna intención de hacer amigos nuevos.
-Más te vale.
-Hablando de amigos, ¿qué será de Adri? Quizá debimos decirle que viniera.
-Pobre. Nos odiará por siempre.
-Peor para él.
-Bueno, cuando volvamos, podemos quedar con él e intentar recompensarle.
-Has dicho intentar, que no conseguirlo. Sutil diferencia.
-Y tan sutil. Oye, Cris. Que tus amigos vienen hacia aquí.
-Ay, S. Quién nos mandaría a nosotras ser tan divinas.
-¿Qué hacemos?
-Vámonos.
-Venga.
Estaba esperando a que S saliera (que la chiquilla a veces es muy lenta) cuando nos atrapó por banda uno de los chicos.
-Hallo!
Sigrid me miró con cara de "¿este qué dice?"
-Tag!-dije yo, tirando del pésimo alemán aprendido de mi abuelo que trabajó allí.
La cara de S al ver que respondía fue como si la hubiera traicionado con la peor de las traiciones.
El chaval, emocionado de ver que le había respondido y que le entendía (o eso creía él, porque había acertado de casualidad) se puso a hablarme en alemán como si yo tuviera cara de entender un pijo.
-Ja,ja.
Nos despedimos, cogí del brazo a S y tiré de ella hasta las hamacas.
-¿Qué te ha dicho?
-Muchas cosas.
-¿Cómo...?
-Qué sé yo, me limité a decirle que sí a todo.
-Osea, que perfectamente has podido decirle que le amas.
-No, que eso sí lo entiendo. Anda, calla y vámonos antes de que les apetezca iniciar otra conversación.
Nos enrollamos en las toallas y nos dirigimos a la cabaña de Sara.
-¿Qué tal estás?-le preguntamos al entrar.
-Ahí voy, algo mejor.
-Eso está bien.
-¿Qué hay de comer?
-Tú y el hambre, S, tú y el hambre.
Comimos mientras S le contaba a Sara que yo había hecho nuevos amigos.
-Eso tiene una fácil lectura. Nunca más volveré a ser amable con nadie.
-Tampoco seas así de exagerada, mujer.-me dijo Sara.
S se rió.
Estuvimos con Sara en su cabaña hasta que vimos que la pobre mujer tenía que echarse una cabezada porque iba de mal en peor.
-¿Quieres que me acerce a la farmacia?
-Oh, no, Cris, no te preocupes. Eres capaz de no volver.
-Mi orgullo está herido... Que sepas que Blas me ha dicho que la próxima semana tengo mi GPS.
-¿Y tú te fías?
-Ni un poco.
Nos reímos.
-Lo que sí podrías hacer es dejarme las llaves de tu coche por si tengo que ir yo. Seguro que el viaje me sienta bien. Si es que no las necesitas tú...
-No, claro que no. Aquí tienes-dije, dándoselas.
La dejamos durmiendo y nos fuimos a mi cabaña (y la de Carlos, tampoco vamos a ser ahora egoístas)
Me puse a hacer la cama (que aún no había hecho) mientras S jugaba con Choco.
-Se me hace raro no convivir contigo.-me dijo.
-Sí, la verdad. ¿Qué tal con David?
-Ah, bien.
-¿Seguro? A ver, cuéntame.
-Oins no seas cotilla.
-Me conoces y sabes que no soy cotilla, sólo quiero saber.
-¡Eso es ser cotilla!
-Vaya.
-Jajajajaja.
-¿Entonces no me vas a contar nada?
-¿Qué quieres que te cuente?
Me tumbé en la cama.
-Mm, no lo sé. ¿Crees que veremos a nuestros amigos otra vez? Oh, vale. No hace falta que me mires así.
-Es que...
-Sí, S. Está bien.
Choco se subió a la cama y, abrazándole, me quedé dormida.
S estaba en el salón zapeando en la tele cuando me llamaron al móvil y me despertaron.
Por suerte, lo cogí rápido, ya que lo había dejado en la mesilla.
-Ajsjjdjds ¿digame?
-Menuda voz de dormida que tienes ¿otra vez durmiendo siesta?
-Vete muy lejos, Carlos, vete muy lejos.
Se rió.
-¿Qué tal?
-Sin ti. ¿Y tú?
-Sin ti también.
-Vaya.
-¿Y qué tal estás?
-Bien, aunque podría pasar a perfecto si estuvieras aquí. ¿Y tú?
-Igual.
-Vaya. Entonces vuelve.
-Ven tú a buscarme.
-No sé cómo llegar.
-Deja que el corazón te guíe.
-Y así llegaré hasta a ti.
-¡Os estoy oyendo, empalagosos!-dijo S desde la puerta.
Si es que eso de poner el móvil en altavoz por no sujetarlo por pereza no era bueno, no.
-Carlos, S no nos deja ser empalagosos ¿qué hacemos?
-Lloremos.
-Vale.
Pasamos de llorar y estuvimos hablando por un largo rato, hasta que él dijo que ya se iban y que en un rato estarían allí.
Y yo, pues tan feliz, cantando y brincando (habíamos salido las dos a sacar a Choco)
Pasamos por el parking y no vimos mi coche.
-Vaya, Sara se habrá sentido peor y habrá tenido que ir al pueblo.
-Pobre de mi prima.
-Si lo hubiera dicho, habríamos ido con ella.
-Siempre fue muy independiente.
-Maaaal por su parte.
S se encogió de hombros.
-¿Estarán por aquí los alemanes?
-Cris...
-S, es para prácticar el idioma.
La mirada que me echó me lo dijo todo.
Joe yo sólo quería ser sociable.
-Bajemos a la playa, anda.
-Bien.
Los alemanes estaban allí, pero solo los saludé, ya que S se me llevó arrastrando.
Choco se detuvo en el lugar donde había enterrado su pelota y se puso a desenterrarla.
Casi diría que ladró de pura felicidad al encontrarla pero, como ninguna éramos Carlos, no nos la dio para que se la tiráramos.
Menudo era el perro, no os creáis.
Seguí cantando, brincando y medio bailando mientras caminaba por la orilla del mar junto con S.
-Le quieres mucho, ¿verdad?
Me detuve en seco y miré a mi amiga.
-No hace falta que me contestes, se te nota.
-¿Se me nota?
-Mira cómo estás sólo por las cosas que te dijo. Y mira cómo sonríes por recordarlas.
Me reí y abracé a mi amiga.
-Sí, es verdad. Quererle es poco. Amarle, también. ¿Hay otra palabra para expresar tan fuerte sentimiento? No creo. Tendré que inventarla.
-Cuánto me alegro por ti.
-Lalalala... ¿Algo va mal, S?
-No.
-Mira, voy a decirte algo. Es posible que te haya descuidado un poco. Carlos me ha absorvido bastante tiempo y... Bueno. Sea como sea, sigues siendo mi amiga y sabes que puedes contarme cualquier cosa. Y también sabes que te conozco demasiado bien y que a mí no puedes mentirme.
-Bien que lo sé. Es sólo que... Todo esto es demasiado surreal.
-¿Surreal?
-Cosas como estas no les pasan a unas simples chicas como nosotras.
-Bueno, y qué importa si es así. A nosotras nos ha pasado y es lo que cuenta. ¿No crees?
-Tienes razón.
Le di una colleja.
-Toma, por pensar tonterías.
-¡Eh!
Fue a darme otra, traté de esquivarla, me escurrí y me caí en la arena.
-Tus amigos se están riendo de ti.
-Serán cabrones.
S se rió mientras me ayudaba a levantarme.
-Echaba mucho de menos estos momentos.
-Y yo que fuéramos nosotras así.
-Ya con los chicos y eso, apenas tenemos tiempo para estar solas.
Me encogí de hombros.
-No me arrepiento de nada, ¿y tú?
-Tampoco.
Sin embargo, su respuesta no me sonó muy convincente.
-Estoy segura de que volveremos a como antes. Aunque sea por un tiempo. Es una sensación que tengo.
-S, la adivina. Dentro de poco te vemos echando las cartas en un programa de esos de madrugada.
-¡Qué Dios me libre!
Me llegó un mensaje de wa.
-Carlos, ¿no?-adivinó mi amiga.
-¿Cómo sab...?
-Tu cara.
-Oh.
-¿Qué dice? Si se puede saber y no es demasiado empalagoso...
-Oye que no nos llames empalagosos.
Ella se rió.
-Dice que ya están al llegar.
-Se les echaba ya de menos.
-Mucho.
Nos llegó un mensaje a las dos por el grupo que habíamos creado Sara, ella y yo (sólo estábamos las tres. A los chicos les interesaba entrar, pero les dijimos que tratábamos cosas de chicas como la regla. Perdieron inmediatamente todo el interés)
Era de Sara y decía que fuéramos a su cabaña.
-No parece muy urgente.
-Carlos dice que ya llegan. Podemos ir todos juntos, sea lo que sea.
-Claro.
Tiramos para nuestras cabañas.
-Cris.
-Qué.
-Deja a los alemanes en paz.
-Sólo los estaba mirando.
-Ya.
-Cuando quieras ser sociable, ya te diré, ya.
Nos despedimos y entré en mi cabaña.
Salvo Choco, no había nadie.
-¿Qué te tiene dicho Carlos? ¡Bájate del sillón!
Fui a la habitación y estuve mirando qué ponerme.
Me decanté por una camiseta de tirantes blanca y una falda de flores, pero antes me duché.
Tardé poco ( Carlos se hubiera sorprendido bastante) y, enrollada en la toalla, fui a la habitación a vestirme.
Choco cogió la camiseta y quiso jugar con ella.
-¡Choco suéltala o te enteras!
Se la quise quitar y salió corriendo, por lo que le perseguí hasta el salón y justo en ese mismo momento llamaron a la puerta.
Abrí mientras fulminaba al perro con la mirada.
-¿Qué haces así?-me preguntó una voz muy conocida por mí.
Por así entendamos con la toalla enrollada y agarrada de cualquier manera para no perderla.
Antes de responderle, mi necesidad de abrazarle por haberle echado de menos era superior a la necesidad de quirarle la camiseta a Choco así que lo hice, mientras él pasaba y cerraba la puerta.
-¿Qué tal tu madre?
-Ah, muy bien. Me preguntó por ti.
-¿Qué?
Se rió de mi cara.
-Es que le he hablado de ti, que eras maja y tal.
-Qué visión más equivocada de mí tienes, ¿y qué más le has dicho?
-Bueno, eso tendrás que preguntárserlo tú misma cuando la veas.
-Si me acuerdo, lo haré.
-Jajajaja insisto. ¿Qué haces así?
-Me vestía para ir a la cabaña de Sara cuando ese personaje-dije, señalando a Choco con la cabeza-Me quitó la camiseta.
La recogí del suelo y la miré.
-Lo mato.-dije, al ver que me había hecho un agujero.
-No mujer, encima que te la personaliza...
Mi mirada bastó para silenciarle.
-Mm, suerte que me la iba a meter por dentro. Quizá así no se vea. Dúchate, anda. Aún tenemos tiempo. Ahora te doy una toalla.
-La cojo yo mismo-dijo, intentando agarrar la mía.
-Eh-dije, dándole en la mano-Quieto.
Me vestí mientras él se duchaba (tardó aún más poco que yo)
-¡Carlos, Carlos!
-¿Qué pasa?-dijo saliendo del baño a toda prisa.
-¡Me he dejado los pintauñas en casa!
-Ay, Dios...
-Ay, jo. De lo más importante y me lo olvido.
Negó con la cabeza.
-Seguro que S o Sara tienen alguno, pídeselo luego.
-¿Y sino me conjunta el color? Porque no puedo llevar cualquiera.
-Madre mía.
-¿Se ve el roto?-dije, cambiando de tema.
-¿Importa mucho?
-Para mí, sí.
-No, no se ve. De todas maneras, nadie te lo iba a mirar.
-Quién sabe.
Le di un beso.
-Termínate de vestir, tardón.
-¡Pero si has sido tù quién me ha llamado!
Me reí.
Al salir los dos, nos cruzamos con Dani, Blas y Álvaro y este decía que por qué no podía haber ido a su cabaña y Dani decía medio indignado en broma que nunca jamás sería bien recibido en la suya.
-¡Ey, soletes!-dije cuando nos juntamos.
-¿Qué le pasa a esta niña?-le susurró Dani a Carlos.
-No sé, no la he visto en todo el día.
-No susurréis cosas de mí, vosotros dos.
Llegamos a la cabaña de Sara y Sigrid y David ya estaban allí.
En el porche y dentro había guirnaldas de flores y Sara nos recibió con un collar de flores típico hawaiano, una pulsera igual y una corona de flores para la cabeza.
-A Carlos seguro que no le cabe la suya-dijo Dani.
-¡No es verdad!
Pero sí que lo era.
Como no se la pudo meter en la cabeza, se la dejó encima.
A grandes males, grandes remedios.
-¿Y esto?-le pregunté a Sara mientras me colocaba las cosas que nos dio-¿Pero tú no estabas mala?
-Bueno... Algo sí. Pero se me ocurrió hacer esto.
-Es genial. Gracias.
-Así que por eso no he podido venir a verte directamente cuando llegamos...-le dijo Álvaro, abrazándola.
-Eso es. Era una sorpresa.
Le dio un beso.
-¡Iros a un hotel!
-Qué pesado con el hotel...
-¿Y aquí cuando se come?-dijo David, rompiendo la magia del momento.
-Pero si tienes ahí la mesa con comida, ¿no la has visto?-dijo Sara, señalando la mesa de atrás.
David la miró.
-¿Desde cuándo lleva eso ahí?
Nos reímos.
-Pues desde que la puse, hace ya rato.
-No mientas, la pusiste ahí mientras parpadeaba.
-Claro que sí, David-dijo Blas-Claro que sí.
Carlos, como cotillo que era, dijo que qué había sobre la cama.
Sí. Estaba cotilleando.
No preguntéis, él es así.
-Ah, pues son unas faldas y eso hawainas. Pensé que quizá alguno querría...
-¡Yo quiero!-dije, tirándome sobre las cosas y agarrándolas-Carlos, corre, dame las llaves que me voy a cambiar.
-Sí, claro-dijo, buscándolas en los bolsillos.
-¿Le dejas que lleve él las llaves?-dijo Álvaro.
-Sí. Que yo soy capaz de perderlas.
-Pero si es igual de despistado que tú...
-Pero así, si las pierde, no fui yo.
-Qué bonito-dijo, dándomelas.
Le sonreí, le coloqué la corona bien sobre la cabeza y corrí a la cabaña a cambiarme.
Me puse la falda esa que bueno, era un poco rara ahí con los flecos esos verdes y luego miré raro el sujetador de cocos.
-Esto no puede ser en serio.
Pero como yo tampoco era seria, me lo puse, me peiné, me coloqué la corona en el pelo y volví, no sin antes coger la cámara.
-¡Ya volví!
Se rieron (supongo que de mí)
-Ey, pero por qué esas risas...
-Nada, mujer, nada. Que estás muy bien-dijo Carlos.
-Envidia que me tienes porque no podrías llevar unos cocos como estos con tanta elegancia y soltura como yo.
-Es verdad. Lo confieso.
-Ey que yo me los quiero probar-dijo David.
-Hay otro, creo-dijo Sara.
-Trae, anda.-dijo Dani.
-Ey, aparta tus manos, que lo quiero yo-dijo Carlos.
Y los tres se enzarzaron en una discusión por el sujetacocos (bautizado así por David)
Me miraron a mí.
-Eh, este es mío-dije cruzando los brazos sobre el pecho.
-Jo.
Al final se lo probaron por turnos, pero sobre eso es mejor no hablar.
Después de todo esto (al final se lo acabó quedando S) nos dirigimos todos a la mesa y devoramos lo que en ella había.
Se ve que echarnos de menos los unos a los otros nos había dado hambre.
Tras eso y un par de charlas filosóficas, Sara dijo de que era hora del postre.
-Dios. Esto es vida.
Era fruta con chocolate fundido.
Cabe descatar que hubo ciertas personas que atacaron con más ansia el chocolate que la fruta.
-Y ahora un poco de música.
David estaba muy ocupado rebañando las cosas de la mesa (sí que tenía hambre el chiquillo últimamente) y no pareció importarle en exceso que S y Dani ocuparan todo el salón bailando.
Álvaro, que jamás en la vida podía ser menos que Dani, también se puso a bailar con Sara.
Blas, Carlos y yo mirábamos la escena.
-¿Que tú no bailas con lo que a ti te gusta?-me preguntó Blas.
-No tengo quien me saque a bailar.
-Soy lo peor bailando, Cris. Ya lo sabes.
-Eso no es excusa, Carlos. Pero ya me saco yo sola.
Empecé a bailar moviendo caderas y brazos a lo hawaiano ( a ver, había que adaptarse al ambiente)
-Ahora vosotros dos.
-¿Qué?
-Vamos.
La verdad es que Blas era un alumno más aventajado que Carlos, que le costaba mover la cadera.
-Vamos, que no se te va a romper.
-Eso tú no lo sabes.
Puse los ojos en blanco.
Le di un aprobado a Blas y pudo marchar en paz.
-¿Y yo?
-Tú estás suspenso, Carlos.
-Joder.
-Pero puedo darte clases particulares.
-Suena bien.
Le besé.
Sara salió a que le diera un poco el aire y al rato fue seguida por Blas.
-¿Estás bien?-le preguntó, visiblemente preocupado.
-Oh, sí. Sólo necesitaba un poco de aire fresco.
-Si es que estar rodeado de esta gente le da dolor de cabeza a cualquiera.
Ella se rió.
-¿Y qué tal te lo estás pasando?-le preguntó ella.
-La fiesta no está nada mal. Te lo has montado muy bien. ¿Has pensando en ser organizadora de eventos? Te veo futuro.
-Anda ya jajajajaja Pero no me refería a la fiesta, sino a las vacaciones.
-Ah, bueno. Siempre es agradable desconectar del mundo, ¿no crees?
La conversación se extendió bastante, hasta que Álvaro se cansó de estar sin ella (a Carlos y a mí nos dijo que con casi un día sin haberla visto ya tenía bastante) y fue a buscarla, pero se quedó para continuar con la interesante conversación que ella y Blas tenían.
Dentro nos habíamos quedado David, que ahora estaba sentado en un sillón apartado con aire distraido, Dani y S, que seguían bailando a su manera y Carlos y yo.
Él estaba apoyado en una pared, de pie, y yo estaba abrazada a él.
Sara, Álvaro y Blas entraron de nuevo.
- Bueno, ¿os apetece algún cóctel, cubata o así?
-¡Síiiii!
Solté a Carlos y me puse al lado de Sara.
-¿En qué hay que ayudarte?
Al rato, con un par de cubatas en sangre, estaba subida en la espalda de David mientras este saltaba, bailaba y los dos nos partíamos de risa.
-Madre mía.
-Cris, controla.
-¡Sí, S!
-Nunca lo haces... Hasta que no te caes al suelo no paras.
-¡Pues ya me levantaréis!
Al final de la noche yo apenas era persona.
-Bueno, mañana nos vemos-dijo Carlos despidiéndose por los dos y cargando conmigo.
Los demás también se fueron y se quedaron Sara y Álvaro solos.
-Mañana te ayudaré a colocar los muebles y recoger.
Ella asintió mientras colocaba una silla que yo había usado para subirme sobre David y se dirigía a la cocina.
-Te he echado mucho de menos hoy. Sentía todo el tiempo que me faltaba algo, y eras tú. Y encima me fui y te dejé enferma.
Sara se dio la vuelta y le abrazó, acariciándole una mejilla con la mano.
-No estuve enferma, sólo era un dolor de cabeza y poco más, nada que un poco de sueño no pudiera curar.
-Fuera lo que fuera, tendría que haberme quedado a cuidarte.
-De nada nos va a servir hablar de lo que ya ha pasado.
-Tienes razón. ¿Qué tal estás ahora?
-Bueno... Nada que un poco de ti no pueda curar.
Él sonrió antes de besarla y subirla sobre la lavadora.
-Encantado de ser tu medicina.
Sigrid y David habían ido callados durante todo el camino a su cabaña.
Aunque quisieran haber dicho algo, ninguno de los dos sabía qué decir.
-¿Te lo has pasado bien?-le preguntó él.
-Sí, mucho. Mi prima ha tenido una estupenda idea.
-Ah. Sí, la verdad.
-Aunque me hubiera gustado pasar más tiempo contigo.
-También a mi, pero se te veía bien con Dani.
-Quizá no hubiera estado tanto con él si tú no hubieras estado tanto con Cris.
-¿Disculpa? ¿Estás insinuando algo?
-Si así lo piensas pues así será.
Discutieron por un rato, hasta que S dijo que hoy dormía en el otro cuarto y, tras cambiarse, se fue y se acostó en una de las camas.
Llevaba allí un rato cuando David apareció y se tumbó con ella.
-Discúlpame, creo que no pensaba con claridad cuando dije todo lo que dije.
Sigrid le abrazó antes de sonreír y besarle.
-No hay nada que perdonar.
Carlos me llevó como pudo a la cabaña. Pobre chico.
-Ains. Sigo sin tener pintauñas...
-De lo que te acuerdas ahora ¿cuántos te has tomado?
-Pues lo probé todo, luego uno mío, otro, el tuyo, David también me dió... ¿Y el de Blas? No, era tuyo y...
-Vale, me queda claro.
-Si es que no veo el fin.
-Pues yo haré que lo veas.
Me dejé caer sobre la cama.
Carlos me zarandeó.
-Ey, no te duermas así.
-Mmmmm.
-Cambíate de ropa al menos. O te camb...
-Ya lo hago, ya.
Se rió.
Me cambié como pude y me tiré sobre la cama.
-¡Carloooos, Carloooos!
-¡Voy!
Sentí que se dejaba caer sobre la cama, me giré para abrazarle y solo abracé un montón de pelo.
-¿Carlos?
Le vi en la puerta plantado.
-¡Choco! ¡Fuera de mi sitio!
Cuando el verdadero Carlos estuvo en la cama entre mis brazos, me dormí ipso facto.
A la mañana siguiente me desperté tarde y algo rara.
Para desayunar, me comí a Carlos a besos.
Quedamos todos para ir a la playa y allí vi a los alemanes que estaban jugando al volley con una red.
-¡Ey!-dije.
Y fui hacia ellos.
-¿Y esta dónde va?-dijo Carlos.
-Ah, son amigos suyos-explicó S-Son alemanes. Nos conocimos ayer en la piscina.
-¿Pero Cris no estudiaba francés por no hacer alemán?-dijo Blas, confundido.
-Cris es toda una caja de sorpresas.
Les indiqué con la mano que se acercaran.
-Dicen que si jugamos con ellos.
-¿Todos o tú?
-Carlos...
-Si lo digo por si lo entediste bien.
-Hablamos en inglés. Así que sí.
-Piénsalo así, Carlos. Todos son rubios. Menudo equipo tendremos.
-Es verdad, Dani.
Nos reímos.
Los pobres alemanes nos miraron con cara rara.
Pobres. No habían entendido el chiste.
Nos dividimos en grupos y echamos un par de partidos. Luego nos fuimos a bañar y nos siguieron.
Nos despedimos para comer.
-Dios mío, no nos dejan ni a sol ni a sombra.
-Cris ¿por qué te haces unos amigos tan pesados?
-Dani ¿debo incluiros a todos en ese grupo?
Nos reímos.
Comimos en la cabaña de S y David y, por la tarde, volvimos a la playa.
-Hallo, guten tag!
Los alemanes nos encontraron de nuevo y Dani les pidió la revancha (porque por la mañana perdimos)
Tras perder repetidas veces, Dani se marginó a un lado, Álvaro se reía de él (aunque él también había perdido) y S fue a consolarlo.
Carlos buscaba la manera de sacarme de aquel grupo de alemanes, divertidos con mi pronunciación y mis don de gentes.
Sara se puso a pasear por la orilla.
Pensaba en lo que había cambiado su vida desde que se había mudado a Madrid. Jamás en la vida lo hubiera imaginado.
Iba perdida en sus pensamientos cuando una mano se entrelazó con una de las suyas.
Se giró y vio a Álvaro.
-¿Por qué te fuiste sin mi?
-Oh. Necesitaba pensar.
-Pues pensaré contigo.
Se caminaron toda la playa, hasta que llegaron al final y se quedaron de pie, mirando el atardecer.
Álvaro le abrazó por detrás y ella le aferró el brazo.
-Te quiero-le susurró él al oído.
Ella sólo pudo sonreír y contestarle de la misma manera.
Mientras que para algunas parejas las cosas no hacían más que evolucionar e ir a mejor, otras no hacían más que estropearse.
Y quién me diría a mí que mi relación podría ser de estas últimas.