-Cris-
Cuando me levanté al día siguiente, me dolía la mano de aporrear la puerta.
Joer, a ver qué le podía costar a Sigrid abrirla y darme una respuesta.
A esa niña le pasaba algo, no iba a engañarme y lo iba a descubrir, tardara lo que tardara.
Entró en la cocina a desayunar y se me quedó mirando.
Quizá fuera porque estaba devorando como si no hubiera mañana el chocolate que habíamos comprado ayer.
-¿No se supone que eso lo escondí yo ayer?-dijo, señalando la tableta.
-Se supone, pero al final David se cansó de vernos llorar a Carlos y a mí y nos las dio.
-¿Y la otra tableta? Porque había dos, ¿no?
-Había hasta que se la llevó Carlos.
-Será ladrón...
-Da gracias que seguimos con felpudo...
Fuimos hablando todo el camino hasta la facultad sobre por qué siempre, cayera cuando cayera la semana santa, llovía, pero no dimos con una respuesta clara y seguimos con la misma duda existencial de siempre.
Ese día casi lloro porque se me olvidó el gorro en casa.
-Ponte eso-dijo Sigrid, señalando una caja de cartón abandonada en la calle-No notarás la diferencia.
Debí de no querer notarla, porque me molestó tanto ese comentario sobre mi sombrero que no la hablé en lo que quedaba de día (de día universitario oye, no te pienses que en todo el día. Eso es mucho sin hablar).
-Te estás volviendo como Carlos-dijo mi amiga, adivinando la razón de mi repentino enfado.
-A mí cabezona no me llames que te pego.
-¿Tú y cuántos más?
-Yo y yo y yo y solamente yoooooo-dije, cantando.
-La canción no es as...
-¿Te callas?
Ese día, Sigrid también me pidió que la esperara a la salida, pues se retrasaría, pero, para desilusión mía, no había ningún Carlos apoyado en ningún sitio esperando ni nada, sólo la triste caja de antes (que estaba donde la dejamos porque no me la quise poner en la cabeza).
-Hoy nos toca volver solas-observó Sigrid, cuando salió.
-Debe de ser que Carlos hoy ha hecho sus tareas. Dani estará feliz.
-Sí, o que de camino aquí le han secuestrado.
-Lo veo más probable, sí, tienes razón.
Nos reímos y fuimos a casa.
Comimos y nos tiramos un rato a ver la tele.
Puse la 2 y vi que estaban echando "Saber y Ganar", así que lo dejé.
-Mira Sigrid, ese hombre es inmortal-dije, cuando salió su presentador Jordi Hurtado.
-¿Te gusta esto?
-Sí, quiero verlo.
Pero entre el quiero y el voy a hacerlo hay un trecho muy grande y me acabé durmiendo la siesta un rato, hasta que Sigrid se cansó de ver un programa tan rata (que les cuesta mucho dar dinero, oye) y lo cambió, contribuyendo a que me despertara.
-¿Ey,qué haces? Que lo estaba viendo...-protesté.
-Sí, mi cara estabas viendo si estabas dormida.