Jaehyun bufó por milésima vez en el día.
Sicheng lo miró irritado por encima de la computadora.
Esperó paciente, pero el mayor no dijo nada, por lo que volvió a su trabajo.
Bufó de nuevo.
- Está bien, ¿qué mierda te pasa? – cerró su laptop con fuerza – llevas toda la mañana bufando y quejándote en voz alta, ¿tienes resaca? –
- ¿Te parece lindo? – dijo mostrándole una foto en su celular.
- ¿Qué? –
- Que si te parece lindo – insistió – míralo bien –
El menor lo miró con duda y se puso sus lentes para ver con claridad lo que el otro le mostraba.
- Wow –
- Pero no es más lindo que yo ¿verdad? –
- Sí lo es –
- Mierda – lloriqueó, arrojando su teléfono en el escritorio, y restregó sus manos por su rostro.
- ¿Qué pasa contigo? –
- Es el estúpido que está saliendo con Yang Yang –
Sicheng contuvo la risa.
- ¿De dónde lo sacaste? –
- Sólo necesitaba su nombre – se encogió de hombros – busqué en las cuentas que seguía Yang y no estaba, pero por supuesto que ese imbécil quería marcar territorio dando "me gusta" a todas sus fotos y comentando toda clase de cumplidos patéticos –
- Déjame ver eso – dijo tomando el celular para teclear algo en el propio.
- ¿Qué haces? –
- Reviso que Renjun no lo siga –
- ¿Te hablo de mis problemas y lo único que te importa eres tú? – le arrojó una pluma – necesito ayuda, Sicheng –
- ¿Qué quieres que haga? ¿Qué le diga que lo abandone? –
- ¿Puedes? –
- Jaehyun –
- No sé qué hacer – lloriqueó.
- No haber jugado con el niño en un principio habría sido una buena idea –
- Y mira quién lo dice –
- Ya pagué por mis errores. Ahora tú lo haces por los tuyos –
- Sicheng, lo digo en serio – bajó la voz – no sé qué debo hacer –
- Amigo – suspiró – yo no puedo ayudarte. Necesitas ver dentro de ti y preguntarte qué es lo que quieres –
¿Qué era lo que quería?
La intranquilidad lo estaba matando.
No había ningún motivo por el cual debiera sentirse así, pero no podía evitarlo.
Desde la cena, Yuta había vuelto a ser el mismo novio cariñoso y atento que era antes. Incluso se había vuelto un poco más romántico.
Se suponía que debía estar más que feliz, pero su mano pesaba.
Era ese maldito anillo.
Amaba a Yuta, lo amaba con su corazón, pero por algún motivo, la idea de casarse le causaba un gran pánico que invadía sus pensamientos.
Tal vez era porque temía que su relación no fuera tan perfecta, que le sucediera lo mismo que a sus hermanos, que no pudiera evitar que todo se desmoronara, que le pasara lo que a Donghyuck que casi se vuelve loco por planear su boda.
Sabía que estaba mal, no debía comparar su relación con la de otros, pero la simple presión de pensar en la boda ahora complicaba las cosas.
- ¿Qué sucede, conejito? – preguntó su novio, abrazándolo por la espalda.
- Cariño – giró a verlo – necesito decirte algo –
- ¿Qué es, amor? – tocó sus mejillas, preocupado.
- Yo... promete que no te vas a molestar –
- Sólo dilo, bebé –
- Yo no sé si quiero casarme – confesó cabizbajo.
El japonés se congeló.
- T-tú ¿quieres terminar conmigo? –
- ¡No! – lo miró – nada de eso –
- ¿Entonces? –
- Tengo mucho miedo – admitió – no quiero que nuestra relación cambie por la boda. No quiero que comencemos a pelear, que todo se vuelva diferente por el matrimonio. Es abrumador pensar en eso –
- Está bien si no quieres casarte – besó su frente – sólo tenías que decirlo –
- Es que yo quiero casarme, Yuta. Realmente quiero poder llamarte mi esposo, pero... -
- No quieres pasar por ello – completó por él – entiendo –
- ¿Hay algo que podamos hacer? – lo miró esperanzado.
El mayor sonrió sugerente
- No sé si quieras hacerlo –
- Escúpelo –
- Podemos casarnos ahora. En secreto –
- ¿Qué? –
- Conozco una capilla cerca... -
- Hagámoslo – se puso de pie – vamos a casarnos –
- ¡Renjun! –
El nombrado bajó del auto, azotando la puerta.
- Lo siento – continuó, siguiendo sus pasos hasta la casa – de verdad, cachorrito –
- Era el cajero de la puta tienda –
- ¿Cómo se suponía que lo supiera? –
- ¡Porque estaba en la caja! –
- Amor, fue un... - el menor se encerró en la habitación – bebé –
- Vete de aquí –
- Por favor, bebé. Vamos a hablar –
- En serio, déjame en paz –
Sicheng suspiró pesado y retrocedió.
Sabía que en ese momento lo mejor era darle su espacio, por lo que decidió cocinar algo para el menor, para cuando decidiera salir.
Casi una hora después, escuchó la puerta de la habitación abrirse.
- Cachorrito, preparé... ¿qué es eso? – interrogó, mirando sus manos ocupadas.
- Mis maletas –
En ese momento, por primera vez en toda su vida, Sicheng experimentó el verdadero pánico.
- Amor... -
- Te dije que ya no soportaría más mierda –
- Vamos a hablar –
- No – caminó hacia la salida – soporté mucho en el pasado y no pienso hacerlo de nuevo –
- ¿A dónde irás? –
- Eso no te importa –
- Bebé, dime algo – lo abrazó para impedirle avanzar otro paso – lo que sea. Pide lo que sea y te lo daré –
- Sicheng-
- O al menos jura que volverás – sollozó – que no te irás para siempre –
- Eso no lo sé – murmuró, soltándose de los brazos del mayor – adiós, ge – dijo antes de salir de la casa.
No.
Él se fue.
¿Ahora qué?