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La luz que apenas entraba a través de la timidez de los árboles y llegaba hasta allí abajo le molestó un poco, pero a su vez indicó que el día había llegado, y que seguía atrapado en ese lugar, con heridas abiertas sin sanar y su brazo inutilizable. Estaba muy cansado, agotado, fatigado, sintiendo que al momento de dar unos cuantos pasos moriría, pero si se quedaba allí y de esa forma también moriría. Debería morir intentándolo, y si podía, evitar morir.

Abrió sus ojos, mirando hacia el cielo, hacia afuera del agujero en el que había caído, donde tenía posibilidades de salir vivo, pero estaba dentro, muy abajo, y sería imposible que alguien llegase a rescatarlo. JaeBum nunca vendría.

Parpadeó unos momentos y el otro cuerpo, lleno de gusanos y larvas. Primera vez que veía vida allí, pero desearía que no estuvieran allí. Se arrastró sutilmente, alejándose unos metros, pero siempre dentro del círculo de luz. Miró su propio cuerpo, encontrando larvas y escarabajos intentando comerlo, aún sin haber muerto. Soltó unos jadeos y pasó su mano por su ropa, haciendo caer a los bichos con recelo. 

- ayuda... - susurró en un hilo de voz. - ayuda, ayuda. - habló ya en un tono normal, alzando su voz, pero con un dolor indescriptible en sus heridas. - ¡AYUDA, POR FAVOR! - gritó, poniéndose de pie finalmente.

En sus ojos azules se reflejó la oscura luz que le llegaba. Se llenaron de lágrimas cuando asumió que no tenía esperanzas, en aquel lugar Dios no existía, y no existía un ente que lo protegiera, solo era su mente y su cuerpo, reteniendo su alma en lo más profundo de su ser.

Tomó su chaqueta y, obligadamente, la rompió. Con la poca fuerza en su mano inútil, la tomó para hacer un nudo con cada extremo, luego pasó el círculo de tela en su cuello y colgó su brazo.

Se aferraría a la mínima oportunidad de supervivencia. Volvió a sentarse en el suelo y buscó algunas piedras para hacer un poco de fuego, pues su cuerpo estaba congelado; sus piernas estaban entumecidas por el frío, a tal punto que al estar de pie era insoportable. Miró el cadáver del brujo que ya era huesos.

Pisó el tórax del brujo y tiró el hueso del brazo.

- vamos... solo necesito tu brazo, tú no lo necesitas. - murmuró algo irritado, hasta que finalmente lo separó, cayendo de espaldas por consecuencia. Sus pulmones se quedaron sin aire por el fuerte golpe, pero supo recuperarse.

Golpeó una piedra con otra piedra. Golpe tras golpe, hasta crear una pequeña chispa que cayó en otra porción de tela de su chaqueta, atada en un extremo del hueso recién sacado y aún... con un poco de carne. Finalmente, la pequeña chispa se convirtió en una llama que logró iluminar un poco más el lugar, y logró hacerlo entrar en calor.

Alzó su antorcha improvisada e iluminó por todas partes, encontrando que era una caverna profunda, con varios huecos que podrían sacarlo de allí. Tomó el cuchillo con el que mató a ese maldito brujo y lo guardó en la orilla de su pantalón.

Marchó dentro de la oscuridad, donde la luz no tocaba y encontró varios túlenes que posiblemente lo lleven a su muerte, o sino, una salida muy difícil. Allí adentro todo jugaba en tu contra. Incluso el mismo diablo no pactaba en ese lugar debido a los crueles trucos que el bosque le hacía a sus visitantes.

Empezó a dar marcha por el primer túnel. Caminó lento, sin mucha prisa, pues con su brazo lesionado tenía movimientos muy limitados. El suelo solo era piedra húmeda, posiblemente aquella caverna se formó hace millones de años por la corrosión del agua, y por la inexistente cantidad de hojas allí, dedujo que ni las mismas brujas sabían de ese lugar, lo cual lo hacía un verdadero desperdicio, aunque así estaba bien.

Llegó al final, y solo había piedra húmeda. Bien, ese no era el camino, así que volvió por donde vino, llegando al enorme círculo sobre él, a 5 metros.

Miró la antorcha, no le quedaba mucha vida. La tela se estaba consumiendo y aún no tenía idea de cómo salir de allí. Miró otra vez hacia arriba, con su corazón desesperado y su mente abrumada. Realmente iba a morir y nadie lloraría su pérdida, de hecho, nadie sabría que estaba muerto.

El fuego se apagó.

Tiró el hueso fuertemente hacia algún lugar de la caverna, después de todo, no iría tan lejos. Cayó de rodillas, empezando a llorar fuertemente, ahogado, desesperado.

Jadeante, desesperado, ahogado. Sollozo tras sollozo, con una mano en su pecho, sintiendo los latidos agitados de su corazón y su respiración alterado. No podía dejar que lo tomaran, no vivo. Y en su estado, no podría dar pelea.

Su desesperación hacía eco en la caverna. Resonaba y escapaba, dando a entender que había un alma viva perdida en un cementerio podrido.

Quedó recostado, mirando hacia el cielo opaco, lejos de un día brillante y colorido, aquel cielo solo manchaba su muerte, recordándole lo jodido que estaba.

Cerró sus ojos unos momentos, cubriéndolos con su brazo. Un golpeteo constantes resonaba en su cuerpo, sus latidos calmándose, sus latidos gritándole que se levantara y luchara. Su corazón rogando que le doblara la mano al destino, que hiciera lo que hiciera falta para escapar.

Cuando abrió sus ojos, el círculo estaba rodeado de picos, en toda la circunferencia estaban esos picos. Al momento de enfocar su visión, se dio cuenta que no eran picos; eran siluetas. Siluetas de brujas y brujos que venían a buscarlo.

3 bajaron a buscarlo, rodeándolo, recordándole lo vulnerable que se encontraba. Ellas se acercaron con sus sonrisas malévolas y triunfantes. Rodó sobre su estómago y quedó de rodillas frente a la que parecía ser la líder.

- un hermoso hechicero blanco. - dijo una bruja. Ella tomó su rostro, examinándolo de reojo, mofándose. Tenía su brazo dislocado y ella preocupándose por los moretones en su rostro. - por favor, no te asustes, esos ojitos no engañan a nadie y tu carne se pone tiesa.

- aunque hayan millones de brujas respaldándote, no me pondrás una mano encima. - le advirtió, lleno de rabia. Ella solo rió.

- estás siendo muy agresivo para ser un hechicero blanco. - se mofó alguien detrás de él, un hombre. - abran su boca y tomen su otro brazo. - ordenó. La bruja que estaba frente a él lo tomó de las mejillas, apretándolas para que sus labios se separaran. Lo amorzadaron, llenando su boca con trapos y haciendo que mordiera un trozo de hueso con una cuerda que fue atada, detrás de su nuca. - solo debo volver todo en su lugar, esto va a doler mucho, así que probablemente se desmaye. Tómenlo fuerte.

- daría lo que fuera para que el cazador te viera así, ¿cómo se sentirá cuando se entere que el hombre con el que quiere estar es un brujo? - dijo ella, sacándole una carcajada a su compañera. - tan patético.

El brujo se arrodilló al lado del chico, sacando su brazo de su férula improvisada. Empezó a jadear del nerviosismo, mirando  al brujo a su lado. Estiró su brazo, lo que lo hizo soltar fuertes gemidos de dolor, amortiguados por la mordaza, y acomodó su muñeca, haciendo sonar el hueso de ésta. Una muerte ola de dolor azotó desde su mano hasta el centro de pecho, haciéndolo llorar por ello, pero una vez más, todo era silenciado por la mordaza.

Sin perder el tiempo, el brujo subió a su bíceps apretándolo un poco y acomodó los huesos en su lugar, lo que le robó el aliento en un fuerte grito jamás oído. El dolor fue momentáneo, pero desapareció tan pronto como empezó.

Miró al brujo, con sus ojos llenos de lágrimas, y su boca llena de pañuelos retenido por un hueso del cadáver que estaba al lado. El sujeto dejó su brazo nuevamente en su férula improvisada y se apartó.

- yo quiero los bíceps. - advirtió el brujo. - no trabajo por nada. - Las brujas lo soltaron un instante para ponerlo de pie y amarraron sus manos juntas en su pecho. - estará bien para el fin de mes. Denle de comer y beber, está delgaducho, queremos carne, no un montadientes.

witch hunterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora