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Scott

Emma aún no me llamaba ni mandaba mensajes, nada, era como si la respuesta que le había dado hubiera sido perfecta y era lo que ella esperaba. Sin embargo debía ser paciente, obvio ella no decidiría de un día para el otro, pero ya había pasado una semana y aún no había respuesta ninguna.
Pasé por su casa en la mañana, debía llevarle algunas cosas y quería aprovechar para hablar un poco con ella, la extrañaba mucho y quería saber cómo estaba.
Sin embargo cuando llegué ella no estaba, hablé un poco con su madre y le dejé las cosas, y ahora me encontraba camino a mi casa. No tenía el coche ni la bicicleta, por lo que sólo estaba caminando tranquilo.

Luego de tres cuadras, cuando doble en la cuarta a lo lejos vi a una chica que estaba forcejeando con un chico. Ella gritaba desesperada por ayuda y él cada vez la sujetaba más fuerte.

— ¡Oye! —grité corriendo hacia allí.

Él asustado la soltó y comenzó a correr, la chica cayó al suelo y sujetaba su cuello con desesperación.

— ¿Estás bien? —me agaché junto a ella sujetándola—Emma, mierda.

Exclamé al reconocerla, su mano aún estaba en su cuello y mucha sangre salía de una herida posiblemente causada por ese hombre.

—No te preocupes, tranquila—intenté pensar claro, pero me sentía abrumado y no sabía que hacer—toma—me quité la remera sin saber que más hacer y la coloqué en su cuello—oprime fuerte—asintió.

La tomé en mis brazos y a paso rápido, básicamente corriendo, fui hasta su casa. Su madre ya no estaba por lo que demoré un poco en abrir y poder entrar.

—Quédate aquí, regreso enseguida—la dejé sentada en una silla de la cocina.

Corrí hacia el baño en busca de algo que pudiera ponerle para taparle la herida correctamente, pero en cuanto estaba por volver sentí un fuerte golpe y solté todo para correr nuevamente a la cocina. Emma estaba tirada en el suelo inconsciente, sus ojos estaban cerrados y no reaccionaba a lo que le decía, la sangre seguía saliendo y cada vez tenía más pánico.
Llamé rápido a una ambulancia y no tardaron demasiado en llegar, la subieron a la camioneta y me dejaron ir con ella. En el camino la iban atendiendo intentando hacer todo lo necesario por ella y mientras yo intentaba llamar y mandar mensajes a su madre para explicarle la situación.

En cuanto llegamos al hospital todos se movían rápido, lo que me daba a entender que algo iba verdaderamente mal.

—No puede pasar de aquí—una enfermera me detuvo a mitad de camino.

— ¿Por qué no? Necesito ir con ella—intentó detenerme.

—Por favor no lo haga más difícil—rogó—acompáñeme, le daremos algo que ponerse y podrá ayudarme a llenar algunas cosas—asentí levemente.

Una enfermera no tardó en llegar con unas cuantas remeras mientras la otra me hacía preguntas. Cosas como ¿qué había sucedido? ¿Qué le había pasado? Entre otras cosas más las preguntas personales.
Me pidieron que me quedara en sala de espera y que por cualquier cosa ellos me avisaban.

Me encontraba inquieto, no podía quedarme sentado en una silla porque mi pierna comenzaba a moverse sin poder evitarlo, caminaba de un lado a otro por la habitación y notaba como ponía incómodas a las enfermeras. La madre de Emma no tardó prácticamente nada en llegar, me preguntó absolutamente todo y luego de explicarle lo ocurrido le comuniqué que ella ahora estaba en el quirófano y estaba siendo atendida.

Ya habían pasado como cuatro horas cuando un doctor apareció preguntando por los pacientes de la muchacha. Su madre y yo nos incorporamos rápido y fuimos hacia él.

— ¿Cómo está doctor? ¿Qué ha ocurrido? —preguntó rápido su madre.

—Tuvo una hemorragia y perdió mucha sangre, por eso se desmayó—comenzó a explicar—sin embargo al golpearse la cabeza causó una contusión cerebral y eso ocasionó una pequeña hemorragia interna—su madre se tapó la boca y comenzó a sollozar—. Lo bueno es que pudimos suspender el sangrado externo e interno—asintió suavemente—ella aún está inconsciente y no sabemos cuándo vaya a despertar—negó.

— ¿Pero ella está bien? —preguntó.

—Teóricamente sí, pero no lo sabemos con exactitud, podría despertar con alguna secuela como falta de coordinación motora, afasia, náuseas o incluso amnesia o pérdida de conciencia. No podemos confirmar lo que vaya a pasar, pero son posibilidades reales.

— ¿Podemos verla? —pregunté.

—Ella ahora está siendo trasladada a una habitación, la madre puede pasar pero por ahora tú no puedes pasar sólo—asentí—la enfermera vendrá enseguida para llevarlos a la habitación—nos regaló una pequeña sonrisa de aliento y luego se alejó lentamente.

—No puedo creerlo—la mujer su apretó el pecho y comenzó a llorar.

—Ella estará bien—aseguré y la abracé para contenerla, se aferró fuerte a mí y simplemente se quebró completamente.

—Discúlpame—habló avergonzada luego de unos segundos.

—No hay drama—apreté mis labios, ella me sonrió y se quitó algunas lágrimas.

La enfermera no tardó en llegar y comenzar a guiarnos hacia la habitación. A cada paso que daba y cada vez que estaba más cerca sentía como mi corazón de encogía cada vez mal, comenzaba a sentirme débil y la presión en mi pecho aumentaba.
En cuanto llegamos su madre entró primero, era una habitación individual. Emma estaba acostada delicadamente en la cama, tenía muchos aparatos conectados a ella y se veían muy incómodos. Ella sin embargo se veía tranquila, sus facciones estaban relajadas y sus ojos suavemente cerrados.

Su madre se sentó junto a ella y no pudo evitar explotar en llantos mientras intentaba hablarle, preguntándose ¿por qué ella?
Yo sin embargo estaba a algunos metros de la cama, la vista desde ahí ya era más que suficiente como para acercarme más. El nudo en mi pecho crecía y crecía y cada vez que intentaba respirar era más difícil que la anterior.
Sin notarlo mis ojos comenzaron a cristalizarse, el nudo pasó a estar en mi garganta y no me dejaba hablar. Me sentía débil, casi no podía sentir mis extremidades y podría jurar que me desvanecería en cualquier momento.

—Discúlpeme, debo irme—sollocé y sin esperar respuesta salí de allí rápido.

Tapé mi boca con mi mano para que no se escucharan mis sollozos pero era prácticamente imposible, mi vista estaba nublada pero como pude entre al baño encerrándome en un cubículo. Y simplemente exploté, me rompí en todas las formas y colores, no podía evitarlo, la amaba, la amaba mucho, y pensar en el hecho de que tal vez no volviera a despertar me mataba lentamente.
No podía controlarme, quería salir de allí y encontrar a ese maldito chico y molerlo a golpes, de tal forma que ni su familia reconocería quien era.

Tenía ira mezclada con angustia, y eso no era una buena combinación. Estaba fuera de mí totalmente, el aire me faltaba y estaba mareado, debía salir de allí inmediatamente antes que colapsara.

Unas enfermeras me detuvieron en mi camino a la salida y no me dejaron ir hasta que pude calmarme, mi presión había bajado y estaba debilitado,  mi madre terminó pasando por mí porque las enfermeras no me dejaban irme sólo, a pesar de que ya estaba bien.
En mi casa me duché y fui directo a mi cama, aunque no pude dormir en toda la noche, me la había pasado llorando, sintiéndome roto como nunca antes me había sentido.

Cuando nos amamos 2do LibroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora