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— ¿Te quedaras con Eijirō? —
Se encontraban en la entrada del apartamento, siendo casi las 6 de la mañana. Normalmente no despertaba tan temprano, pero quería despedirse de Katsuki. Después de todo, se acostumbró a su presencia y ahora estaría una semana solo en aquel lugar.
—Planeaba hacerlo, hasta que caí en cuenta de que también estaría la ojos de mapache—
— ¿Y…?—
— ¿Bromeas? ¿Y si los escucho follar? —
Rio por la cara de pánico que puso el rubio al imaginarse en esa situación, pudo darse cuenta de que sus maletas ya estaban acomodadas y que él ya estaba listo para salir, cosa que hizo que su risa cesara.
Se quedaron mirando unos instantes, sin saber de qué manera proseguir. Vio a Katsuki sacar algo de su bolsillo, seguido del suspiro del mismo, viéndose resignado.
Miró con claro desconcierto la mano que le era extendida, al parecer entregándole algo.
El rubio estuvo a punto de arrepentirse al ver los ojos de Shōto brillar de emoción cuando las llaves se le fueron entregadas.
—Si llego a ver el mínimo rasguño en la perfecta y pulcra pintura de mi auto, no voy a dudar en echarte de- —
—Sí, sí. Ya baja—
Le dio leves empujones, mientras su vista seguía posada en el par de llaves con una gran sonrisa en su rostro.
Solo ha tenido una oportunidad de conducir la gran camioneta del rubio, fue una noche en la que Katsuki le pidió recogerlo en el bar porque estaba demasiado cansado ese día.
Jamás se lo contó –porque probablemente lo mataría–, pero aprovechó que eran altas horas de la noche y que las calles estaban, en su mayoría, vacías. Recuerda lo eufórico que se sintió al pisar el acelerador con fuerza, sintiendo el aire golpear en su rostro.
Claramente, no haría eso con frecuencia, no está seguro si habrá una ocasión donde pueda repetirlo. Pero le agradó la calidez que invadió su pecho al saber que Bakugō le confiaba algo importante para él.
Le ayudó a entrar y bajar las maletas por el ascensor, yendo hacia la recepción del edificio, donde un taxi esperaba por el rubio.
De nuevo, no sabían de qué manera despedirse, hasta que Shōto sintió como los fuertes brazos lo rodeaban. Correspondió, hundiendo su nariz en el cuello de Katsuki, aspirando el varonil aroma que desprendía.
—Suerte—Dijo el bicolor, para segundos después romper el contacto. Viendo como el rubio entraba al auto y, dedicándole una última mirada, partía.
Regresó sobre sus pasos para llegar al apartamento. Se alistaría para ir a la universidad, hoy no tenía afanes.