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Cinco días sin Katsuki le parecía mucho.
Demasiado.
No debería acostumbrarse a él de esa manera, en cualquier momento tendría que mudarse -lo que lleva repitiéndose dos meses- y su compañía no estaría todo el tiempo.
Pero quería que lo estuviera.
Y ahora estaba confundido.
¿Por qué? Llevan años en contacto y jamás tuvo esa dependencia hacia el rubio, esa necesidad de tenerlo sentado a su lado en el sofá viendo cualquier estupidez, de estar escuchando sus chistes, de reírse de sus estúpidas discusiones con su madre cuando hablaban por teléfono o de salir a...ni siquiera le importaba que iban a hacer, con tal de estar con él.
El leve golpe en su hombro lo sacó de su ensoñación, viendo los ojos cargados de preocupación de su compañero de clases. Le dio una seña de que estaba bien y decidió concentrarse en lo que salía de la boca de su profesor.
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Justo ese día, que estaba tan cansado, a su padre se le ocurría ir a beber con los demás miembros de la empresa, encargándole a él cerrar y apagar todo. Por suerte, unos pocos se quedarían con él, así que no tendría que hacerlo solo.
Su mirada se perdía en el enorme ventanal que estaba en el piso donde se ubicaba su propia oficina. Escuchó pasos acercándose a él, encontrando a Shindō que traía un par de vasos con, juzgando por el olor, café.
Le agradeció con una sonrisa, en verdad tenia sueño. También agradecía que haya pasado esos días con él, al menos un poco de tiempo. Le hacía falta la presencia de Katsuki.
- ¿La cita de ayer si fue de tu agrado? -
Le incomodó que se refiriera como cita a algo que para él era una salida de amigos, ignoró el detalle, pero no quería que Shindō se hiciera otro tipo de ideas.
-Ambas salidas han sido de mi agrado, simplemente el lugar no-Aclaró con una sonrisa amigable, que Shindō tomó de otra manera.
Estaba tan somnoliento, que no se percató de la poca distancia que estaba entre ellos. Para cuando se volteó, el aliento de Shindō ya golpeaba contra su rostro, para después sentir sus labios chocar suavemente con los propios.
