2 - Playa

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Amaneció un día hermoso y corría una agradable brisa que le acariciaba el rostro, pero Rodri no lo estaba disfrutando. Caminaba, o mas bien, arrastraba los pies detrás de su amigo que caminaba unos pasos adelantado con la cara en alto y los brazos extendidos a los lados dejándose querer por el viento. Había dormido deliciosamente como hacia mucho tiempo no podía y había despertado de un humor excelente que le duró 5 minutos. Pascu se había empeñado en ir a ver el mar y se paseaba como un cachorro hiperactivo por la habitación intentando convencerlo de que le acompañara mientras se arreglaban.

-Entonces iré solo- dijo Pascu finalmente al ver que no había forma de hacerle cambiar de opinión. - Nos vemos en la entrevista - añadió tomando una sudadera y acercándose a la puerta fingiendo estar dolido. Claro, él sabía que la vena controladora de Rodri jamás permitiría que lo dejara deambular solo por la ciudad y arriesgarse a que llegara tarde a los compromisos de ese día. Pascu jugó con eso a su favor y reprimió una sonrisa cuando escuchó bufar a su amigo a sus espaldas.

- Si te dejo ir solo, vas a aparecer cuando la entrevista haya terminado. Iremos solo 5 minutos - dijo Rodri resignado, poniéndose de pie y siguiendo a su amigo enfurruñado.

Y así fue como terminó siendo casi arrastrado por el paseo marítimo, evitando pisar la arena como si de lava se tratara. Al menos estaba contento de evitar el calor, agradecía que fuese temprano por la mañana ya que el sol aun no llegaba a ser desagradable y se podía apreciar la tranquilidad sin tanta gente pululando por ahí. No era su lugar preferido en el mundo pero lo había imaginado peor.

-Pascu, voy por un café- dijo por fin tras casi una hora de caminata - ¿quieres que te traiga algo?

-Cualquier cosa esta bien - le contestó mirando al mar. Esto no estaba saliendo como el quería.

- Vuelvo en unos minutos, no te alejes - le dijo como si se tratara de un niño. Pascu escuchó los pasos de su amigo alejarse y se inclinó para quitarse las zapatillas. Luego con ellas en la mano comenzó a caminar en dirección al agua sintiendo la caricia de la arena entre sus dedos. Se sentó a una distancia prudente de la orilla sobre unas rocas, sin llegar a mojarse pero sintiendo la salinidad en el rostro. Se sentía en paz absoluta, sus pensamientos iban y venían suavemente tal como las olas llegaban a la playa. No supo cuanto tiempo paso, pudieron ser horas o minutos y Pascu en su mundo no notaría diferencia. No iba a negar que le gustaría que su amigo fuera capaz de disfrutar como él pero no lo culpaba, disfrutar de la playa cuando no te gusta la arena es un poco difícil. Decidió aprovechar la ausencia de Rodri para poner en orden ciertas cosas que venía sintiendo y que lo hacían sentir muy confundido.

Cuando Rodri cruzó la calle para regresar a donde había dejado a su amigo frunció el ceño al no verlo. Era obvio que no iba a estarse quieto en su ausencia pero Rodri prácticamente había corrido todo el camino con los cafés en la mano con la esperanza de que no se hubiera adentrado en la arena pero rápidamente comprendió que eso era justamente lo que había pasado. Se acerco al borde del mirador y distinguió una figura solitaria unos metros adelante. Soltó una maldición, Pascu podría ser mayor que él pero sus actitudes eran las de un niño caprichoso. Se quedó mirándolo muy tentado de gritarle pero se arrepintió en cuanto le vio con más atención. Su amigo se veía tan plácido que le hubiera sentado mal provocarle un susto. Tenía las manos apoyada en la roca y estaba ligeramente inclinado hacia atrás con una pierna estirada y otra recogida. Miraba el horizonte con una expresión que Rodri no le conocía, sus ojos tenían una serenidad que lucía casi ajena en ellos y su boca , despojada de su siempre traviesa risa, descansaba en una leve sonrisa. Rodri pensó que se veía guapísimo, e inmediatamente sacudió la cabeza para descartar esos pensamientos. Suspiró y se adentró en la playa en su dirección, consciente de que luego tendría arena en las zapatillas durante semanas. Rápidamente acabó con los pocos pasos que los separaban y sin decir palabra se sentó cerca de él imitando a medias su postura. Acomodó los vasos de café a entre ellos cuidando de no interrumpir las meditaciones de Pascu y siguiendo su mirada se dedicó a observar la danza de las olas. Cada tanto le miraba de reojo, no estaba seguro de si su amigo había notado su presencia pero no le parecía bien alterar su tranquilidad, él sabia que su mente era un lugar donde era fácil perderse. El perfil de este se recortaba contra el paisaje, la brisa le agitaba el delgado cabello y Rodri se ruborizó al notar que llevaba más tiempo mirándolo a él en vez de el mar. Sacudió la cabeza y tomó un poco de su café para despejar la mente. Debía admitir que habiendo sacado la arena y el calor de la ecuación, en la playa no se estaba tan mal.

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