(Aviso: Subtexto para mayores de edad.... Más o menos)
ANTHONY
Luego de quedar sordo por un momento abro los ojos al escuchar mi nombre. Un chico de pelo azulado me sacude con cuidado y mirada preocupada también azul. Lo miro confundido sin poder hablar, la luz del portar parece aturdirme, pero también tranquilizarme; veo la cantidad ridícula de ENCHANTHOS apilados en una montaña en frente de la puerta y eso me relaja un poco, ellos deberían mantener el portar abierto por el tiempo suficiente. Vuelvo a mirar al chico de azul, y su ropa parece anticuada y gastada, como si viniese de otra época; cabe destacar que toda es de un azul opaco.
—Antonio, despierta...— repite el chico mientras trato de incorporarme.
—Anthony. — Corrijo a medida que él me ayuda a ponerme en pie. Me sacudo el polvo de mis pantalones y mi sobretodo, y le extiendo la mano a modo de saludo — ¿Y tú eres...?—
—Azul...— En lugar de sacudir mi mano, me choca los cinco. Levanto una ceja con incredulidad, la única forma de que él esté aquí es que sea un guerrero, pero no detecto ninguna fuente mágica por su parte, ni nada que se asemeje a algún poder antinatural. Lo que sí percibo es un aura pacífica, sus pensamientos parecen calmados.
—¿Azul es... Tu nombre... Sólo azul?— Pregunto mientras veo como Paul en el fondo hace pequeñas runas en las paredes a modo de proteger el portal mientras no estamos.
—Si... Me lo dio un amigo hace mucho tiempo.— Una sonrisa un poco triste se asoma en su rostro. Me recuerda a las sonrisas de Cristal, tenemos que salvarla, no tenemos tiempo.
—Bueno, Azul, si nos disculpas, tenemos una misión importante y no creo detectar energía de Guerrero por tu parte— sacudo mi mano mientras me volteo, quizás pueda a ayudar a Paul con las runas un poco antes de irnos.
—Oh, no soy Guerrero prodigio, soy un cambiante natural, pero vivo aquí desde mucho antes que la Academia apareciera... Mi bosque rodea estos terrenos desde hace siglos—Dice con orgullo.
—¿Un Cambiante? Esos se extinguieron hace mucho, junto con los Cazadores— replico tomando un ENCHANTHO de la pila y haciendo runas en el aire a modo de mejorar nuestras armas.
—Bueno, sí y no, soy el último que queda... El único e inigualable ja ja... Supongo que eso es lo que Cristal y yo tenemos en común...— Eso despierta mi interés. De las runas que trazo en el aire surgen hojas afiladas de dagas, espadas y flechas que Tomás y Henry toman con prisa y empiezan a ordenar por grupo. Me quito mi sobretodo y me ajusto los botones de las mangas de mi camisa negra
—¿Conoces a Cristal?— pregunto y él asiente.
—¡Claro! Ella siempre se sienta bajo el gran cerezo a ver las hojas caer... Pasa horas ahí, hablando a la nada... — ¿El gran cerezo, el árbol que Harry llevaba cuidando desde que llegó a la Academia, cómo Cristal sabe de él? Frunzo mi ceño mientras los demás y yo colocamos nuestros cinturones y continuamos ordenando las armas, intento ignorar la imagen de mi mejor amigo demacrado inconsciente en su cuarto. —De hecho en base a lo que decía cada día, siento que los conozco a todos... Según ella eres un descarado demasiado guapo para tu propio bien...—
La risotada de Paul no se hace esperar y mis amigos le siguen. Ese comentario parece desaparecer la tensión de nuestros hombre al punto en el que yo también me río por lo bajo. Eso me lo merezco.
—Bueno Azul, si la conoces y te importa nos ayudarás a salvarla ¿No?— pregunta Tomás desde detrás de la montaña de Enchanthos, ya con una espada afilada en su mano derecha y una serie de dagas de corto alcance en su cinturón.
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Academia de Prodigios
FantastikCristal descubre de lo que es capaz cuando llega a una Academia especial donde conoce a los que serán sus protectores en la misión de su vida... Mientras tiene que lidiar con sus compañeros mágicos adolescente que no hace más que bromear entre ellos...