CUATRO

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Ese día hacía un tiempo estupendo, ya no llovía. Todos decidieron salir a jugar. Olivia buscaba en su maleta el único libro que pudo traerse a la casa. Todos estaban fuera ya.

Cuando pasó por la puerta de la sala del armario, se quedó parada mirándola. Pero siguió su camino con el libro en la mano.

Llegó al exterior de la casa. Los chicos y Edmund jugaban en el césped. Lucy leía un libro debajo de un árbol, apartada de los demás.

Olivia pasó al lado de ellos, haciendo que la miraran. Susan trataba de hablar con ella, pero la chica estaba muy resentida. Peter la miró, queriendo decir algo, pero nada le salió. Olivia se sentó al lado de Lucy, la niña le sonrió. Se llevaban muy bien desde que Olivia era la única que la apoyaba.

—¿Qué lees? —le preguntó.

Mujercitas —respondió Olivia enseñándole el libro. —Trata sobre...

No le dio tiempo a responder cuando Peter gritó mientras jugaba con los demás, tratando de captar la atención de Olivia.

—¡Peter se prepara para lanzar, listo para tumbar otra meta!

Entonces lanzó la bola hacía Edmund, apuntando hacia su cuerpo, en vez del bate que el moreno sujetaba. La bola dio contra la cadera del hermano pequeño. Peter y River comenzaron a reír. La pelota cayó y River tardó en recogerla por la risa.

—¡Despierta, bello durmiente! —le gritó Peter.

—¿Volvemos a jugar al escondite? —preguntó Edmund.

Lucy y Olivia se me miraron.

—¿Crees que lo dice porque quiere volver a Narnia?—le preguntó Olivia a Lucy.

—Puede ser. Pero entonces sería un hipócrita.

—Dijiste que era un juego de niños —comentó River.

—Además, a todos nos hace falta aire fresco —añadió Susan, sonriendo.

—También hay aire dentro. —Fue la respuesta de su hermano pequeño.

Susan y River se miraron, algo contrariados por la actitud de Edmund. Peter volvió a mirar a Olivia, que estaba enfrascada en su lectura. Miró a su hermano.

—¿Estás listo?

—¿Y tú?

Edmund se puso en la posición de antes y Peter se preparó para lanzar la bola. Corrió unos centímetros y la lanzó con fuerza. Edmund giro el brazo para darle con el bate. Consiguió darle ten fuerte que la bola comenzó a volar hacia la casa, más concretamente contra una de las vidrieras de la casa.

Incluso Lucy y Olivia miraron hacia allí, preocupadas.

No pudieron evitar levantarse también para correr a ver qué había pasado dentro. Subieron hacia allí con rapidez.

Al llegar vieron una armadura, antes puesta de pie en el suelo, tumbada y con las piezas separadas y tiradas en el suelo. Algunos cristales de la vidriera descansaban sobre la alfombra.

—Te felicito, Ed —le dijo Peter con molestia a su hermano.

—¡Tú la has lanzado! —se excusó.

Entonces empezaron a escuchar unos pasos que se acercaban, seguidos de unos murmullos malhumorados. Se miraron entre ellos, asustados.

—¡La Macready!

Comenzaron a correr como unos locos por la casa, buscando dónde esconderse. Parecía que estaban jugando al escondite de nuevo, pero esta vez la llevaba la señora Macready y todos debían buscar el mismo hueco donde meterse a la vez.

Living in Danger |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora