QUINCE

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River y Olivia se habían sentado en una mesa de la pequeña casa del árbol. El enano los miraba con desconfianza, no les creía.

—¿Qué os trae por aquí? —les preguntó el tejón.

—Estábamos en Londres —contestó Olivia, aunque el tejón y el enano los miraron sin comprender—, una ciudad de nuestra tierra, y de repente aparecimos aquí. ¿Por qué?

El tejón y el enano se miraron.

—Ha tenido que ser el cuerno —le dijo el tejón al pequeño hombre. —Entonces es verdad, sois dos de los antiguos reyes de Narnia.

River y Olivia asintieron.

El enano y el tejón hicieron una reverencia, apesadumbrados.

—Siento mi comportamiento anterior, pero estoy muy alterado por aquel telmarino —dijo el enano, señalando con la cabeza una sala de la casa.

—¿Qué es un telmarino? —preguntó Olivia.

—Es alguien como vosotros. —contestó el tejón—. Cuando os marchasteis nos invadieron. Narnia no ha vuelto a ser la misma.

Los hermanos se miraron con preocupación. No era eso lo que se esperaban ver cuando volviesen a aquel mundo.

—¿Podemos verlo? —preguntó River.

—Está durmiendo —dijo el tejón con paciencia—. Creo que estaría bien que os cambiaseis.

Los hermanos miraron su atuendo, seguían con su ropa con la que vestían en Londres.

—¿Con qué? —preguntó River con confusión—. Sólo tenemos esto.

El enano se levantó y soltó un saco en la mesa. Tenía varias prendas en el interior.

—Esto es lo que he robado por ahí—contestó—. No es de mi talla pero siempre tenía en mente arreglarlo a mi medida.

River sacó una camisa y unos pantalones propios de ese mundo. Olivia buscó ropa como
la de su hermano, pero se sorprendió al encontrar un vestido.

—¿Por qué tienes un vestido?

—Se lo robé a una telmarina —se encogió de hombros.

Los dos fueron a cambiarse a una sala y después volvieron. El tejón y el enano susurraban entre ellos. En cuanto los vieron callaron.

—También deberíais tener algo con lo que defenderos, ya que no tenéis vuestras armas. —les dijo el tejón, entregándoles una espada y una daga.

Olivia dejó que su hermano cogiese la espada, pues se le daba mejor que a ella. Entonces extrañó su anillo, el que le regaló Santa un montón de tiempo atrás. Le fue muy útil y llegó a ser muy poderosa con él. Pero seguramente estaba perdido. No volvería a encontrarlo.

—Gracias, señor tejón —le dijo la chica con sinceridad, sentándose a su lado.

—No hay que agradecer nada, Su Majestad, estoy feliz de poder ayudarlos a su vuelta a Narnia. —respondió inclinando su cabeza—. Solo espero que vuestra llegada signifique una nueva era, llena de paz. Hemos sufrido mucho en vuestra ausencia.

El enano trataba de comer, pero miraba el pan con asco.

—¡Este pan está duro! —se quejó.

—Le pondré un poco de sopa... —respondió el tejón con paciencia. Olivia lo admiró por eso.

Entonces escucharon un ruido en la sala donde el telmarino se encontraba durmiendo.

—A lo mejor se ha despertado —comentó el tejón.

Living in Danger |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora