TREINTA Y NUEVE

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Estaban en un bote, avanzando en el mar dulce, y llegaron hasta unas flores blancas que inundaban el agua. Esa imagen nada tenía que ver con la que habían vivido momentos atrás cuando la serpiente los atacaba.

Ahora los rodeaba la calma y la tranquilidad.

—¿Así que como ha sido cuando Aslan te ha transformado? —le preguntó Edmund a su primo.

—Por mucho que lo intente, no podía hacerlo por mi mismo —contestó el muchacho—. Entonces el vino a mi. Fue doloroso pero... era un dolor bueno.

Olivia miró al rubio con asombro, jamás se lo habría imaginado hablando de esa manera. Eustace había cambiado por completo.

—Como cuando tienes una espina en el pie —siguió relatando—. Ser un dragón no ha sido tan malo. Quiero decir, me he portado mejor como un dragón que como un niño.

Olivia sonrió y apoyó su mano en la de Eustace, que le sonrió también.

—Lo siento mucho por haber sido tan caprichoso.

Todos se miraron entre ellos sonriendo, alto divertidos por la situación. Nunca se habrían imaginado a Eustace diciendo eso. Reepicheep miraba a su amigo con orgullo.

—Está bien, Eustace —le dijo Edmund.

—Eres un gran dragón —Peter revolvió el cabello de su primo.

Eustace sonrió.

—Amigos —dijo Reep—, hemos llegado.

Entonces miraron la escena que tenían delante. Unas grandes olas les esperaban al otro lado de la orilla.

Bajaron del bote y anduvieron hasta las olas de metros de altitud. Era una escena hermosa.

Escucharon un sonido de pisadas en la arena.

—Aslan —dijo Eustace con sorpresa.

Todos se giraron para ver al león. En efecto, allí estaba. Andaba hacia ellos, con el mismo aspecto de siempre.

—Bienvenidos, niños —les dijo.—Lo habéis hecho muy bien, más que bien, de hecho.

Se colocó frente a ellos. Todos lo miraban con asombro.

—Habéis viajado lejos, y ahora vuestro viaje está por terminar.

—¿Es este tu país? —preguntó Lucy.

—No, mi país está detrás —Aslan señaló con su cabeza las olas que tenían frente a ellos.

Todos las miraron, era imposible ver lo que había detrás de ellas.

—¿Está mi padre en tu país? —le preguntó Caspian.

—Solo puedes saberlo por ti mismo, hijo mío—respondió Aslan con calma—. Pero deberías saber que si prosigues, no hay marcha atrás.

Caspian anduvo hacia las olas, y llegó hasta el agua. Tocó delicadamente la ola, y luego se volvió con los ojos rojos, apunto de llorar.

—¿No te vas? —Preguntó Olivia.

—No creo que a mi padre le enorgulleciese que abandonase todo por lo que él murió —respondió él, con lágrimas en los ojos—. He pasado mucho tiempo buscando lo que me fue arrebatado y no lo que me fue dado.

Olivia tenía ganas de abrazarlo.

—Me fue dado un reino, mi gente...

Caspian miró a Aslan y anduvo hasta él decidido.

Living in Danger |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora