SIETE

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Al día siguiente, emprendieron la marcha de nuevo bastante temprano. En cuanto comenzó a amanecer se levantaron los unos a los otros y volvieron a caminar.

Cuando había amanecido por completo y llevaban horas andando, los castores se pararon en la punta de una montaña. Desde allí se veía un gran paisaje con claridad. Se veían muchas montañas y niebla.

—El campamento de Aslan está junto a la Mesa de la Piedra cruzando el río —les contaron.

—¿Río?—se extrañó River.

—El río lleva cien años helado. —explicó la castor.

—Está muy lejos —se quejó Peter.

—Así es el mundo, corazón —le contestó—. ¿Esperabas que fuera pequeño?

—Más pequeño —contestó Susan. River rió un poco.

[...]

Mucho más tarde, consiguieron llegar hasta un largo recorrido de nieve, en el que no había nada más. Ni siquiera árboles, hasta unos metros más. Andaban con pesadez. El hecho de que solo hubiese nieve hacia el camino mucho más pesado.

Después de tanto tiempo andando, los Pevensie y los Kettleburn no podían más con sus cuerpos, así que hacían un gran esfuerzo por seguir.

—¡Apuraos! ¡Apuraos, humanos! —les gritaba Castor.—Ahora que todavía somos jóvenes.

—Si nos dice una vez más que nos apuremos... —empezó a decir Peter mientras se agachaba para dejar que Lucy se subiese a él en la espalda—... lo convierto en un gran sombrero peludo.

Olivia sonrió ante aquel comentario mientras Peter la miraba. Con tanta nieve, lo veía más rubio y le pareció que se veía guapísimo. Por razones obvias, ese pensamiento se quedó en su mente.

—¡Apuraos! ¡Venga! —el castor volvió a darse la vuelta.

—Se está volviendo mandón —comentó Olivia con diversión.

Entonces empezaron a escuchar el sonido de varios animales y un trineo a lo lejos. Alguien se acercaba a una velocidad enorme en un trineo a unos metros de ellos.

—¡Es ella! ¡Corred! —gritaron los castores. Peter tuvo que bajar a Lucy de su espalda y todos corrieron con prisa.

Los abrigos les dificultaban el camino, pues pensaba y ralentizaban su paso. El trineo cada vez estaba más cerca. Peter agarraba a Lucy de la mano y River a Susan. Olivia había conseguido llegar a la altura de los castores, comenzaba a acostumbrarse a correr.

Llegaron hasta los árboles, y los castores les indicaron que se escondiesen en una diminuta cueva que había en un relieve del suelo. Todos se metieron en el pequeño espacio, apretujados. Olivia estaba entre Peter y los castores. Podía sentir la respiración del rubio contra su cabello. Fuera de la cueva podían ver un montón de nieve donde la sombra de una figuraba andaba. Era alguien grande.

No decía nada, simplemente miraba. Sabían que los habían visto, pero esa persona no pareció haberse percatado de que se habían escondido debajo de ese relieve. La sombra seguía allí parada. Y entonces desapareció.

—Quizá se ha ido. —comentó Lucy.

—Iré a ver —dijo Peter.

—¡No! —gritaron el castor y Olivia a la vez.

Peter miró a Olivia, que se sonrojó y miró a otro lado. Se insultó a sí misma por aquel estúpido impulso.

—De nada le sirves a Narnia si mueres —le dijo el animal a Peter. Aunque esas no eran las razones por las que Olivia quiso que Peter se quedara donde estaba.

Living in Danger |Peter Pevensie|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora