Sinestesia | SEKS #1

55.

Para evitar confusiones, los diálogos de Demian que estén en ruso van a estar con esta letra, así no escribo las traducciones. Ustedes lo van a leer en español, pero él va a estar hablando en ruso.

Demian

Lianna me observa, confundida y tengo que reprimir la diversión. Es lo que se gana por soltarme tantas verdades en la cara. No me quejo, claro que no, pero lo cierto es que me alteró un poco escuchar todo lo que dijo sobre mi padre y sobre mí y así como una sumisa a veces necesita recibir órdenes para tranquilizarse, yo necesito darlas.

—Las bragas— le digo.

Ella me observa por un par de segundos, tratando de seguir la dirección de mis ojos mientras intenta adivinar qué acabo de pedirle.

—¿Todo será en ruso, señor?

—Si.

—¿Eso significa que sí?

—Si.

—Tal vez un día de estos decida hablarte en francés, ¿Los sabes?

—Si quieres terminar con el culo rojo...

—Creo que acabas de insultarme.

—No, no lo hice — le respondo —. Quítate las bragas —señalo la tela que aún cubre su entrepierna y ella se la quita—. Bien, muñeca — ella no entiende lo que le digo, pero tal vez nota un tono complacido en mi voz, porque se relaja un poco—. Acércate — ella me observa y yo acompaño mis palabras con un gesto de mi mano y ella se acerca. Tiro de su cabello hacia atrás, pego mi boca a la suya y la beso. Tal vez debería manejar las cosas con un poco más de calma de la usual, teniendo en cuenta de que estamos con una barrera idiomática pero, con todo lo que ha pasado hoy y en los últimos días, es claro que Lianna puede manejar esto—. Ven aquí— me alejo de ella hasta estar sentado en el borde de la cama y espero a que ella lo procese. Cuando se acerca, sonrío. Sus piernas quedan entre las mías, hasta que la acerco a mi cuerpo y nos acomodo a ambos sobre la cama, dejándola sobre mí.

—Es un poco frustrante no saber lo que quieres— resopla.

—Tienes que aprender a manejar la frustración, muñeca— ella parpadea un par de veces, sin decir nada—. Bésame — sonrío cuando ella duda y señalo mis labios—. Bésame, Lianna.

—¿Acabas de decir mi nombre?

—Sí.

—¿Qué más dijiste?

—Bésame— repito. Vuelvo a señalar mi boca y ella se ríe.

—¿Quieres que te bese?

Asiento y ella lo hace. Presiona su boca contra la mía y sus brazos rodean mi cuello. Cada tanto, me gusta dar un vistazo a algunas semanas atrás, cuando ella apenas podía tocarme y hoy, estamos así. Lianna en serio debería estar orgullosa de sí misma por haber logrado todo esto.

—Acuéstate.

—¿Qué?

Señalo el colchón y ella se mueve de mis piernas hasta que está sobre la cama.

—¿Sabes para qué sirve esto? Para que controles la ansiedad, muñeca, para que manejes una situación que te estresa —Lianna me observa, apretando los labios y yo sonrío al ver el nerviosismo en sus ojos.

No disfruto de ello, pero ciertamente es bueno ver que ella se esfuerza por hacer lo que le estoy pidiendo, a pesar de no entender ni una sola palabra y que además, no está entrando en pánico.