Capítulo 24

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—Te ves muy bonita, mami. -. Me dijo Renesmee sonriendo. Ella,
Evangeline y Lizbeth usaban unos hermosos vestidos color verde menta.
—Gracias cariño. -. Le sonreí mientras Alice terminaba de arreglarme el
cabello.
Gracias a Dios todos habían decidido quedarse para estar con nosotros en nuestra
renovación de votos. Alice había encargado un pastel de dos pisos esta vez y
sencillo. Ya que solo los lobos, Adeline y mis hijos lo comerían. Adeline me había
regalado un hermoso vestido blanco de encaje. Era sencillo, pero muy hermoso. En
estos momentos me puse a pensar en muchas cosas. Jamás en dos años y medio me
hubiera imaginado que me encontraría en esta situación. Pero le agradecía a Dios y a
mi hermana Bella, que se que esta en el cielo cuidándonos, por haber puesto en mi
camino a Edwar Cullen. Era la mujer más feliz del universo. Con un esposo
maravilloso y cuatro hermosos hijos a los que amar por toda la eternidad. Y mi
nueva familia de vampiros y lobos. Gracias a ellos estamos fuera del alcance de los
Vulturis, por un tiempo.
—No te muevas tanto, Elizabeth. -. Me regaño Alice.
—Lo siento. -. Le sonreí. -. Estoy nerviosa.
—Pero si ya estas casada con mi hermano. -. Se rio. -. Pero es obvio, uno
siempre se asustaría. Puedes arrepentirte al último momento.
—Mi mama no le haría eso a mi papi. -. Dijo Lizbeth. -. ¿Verdad mami?
—Claro, mi vida. -. Le dije. -. Jamás le haría eso a tu padre.
—Bueno ya estas lista. -. Me dijo Alice sonriendo. -. Es hora de ir a tu
renovación de votos.
Le sonreí.
Esta vez Carlisle me iba a entregar. Era un poco raro que Charlie asistiera ya
que se encontraba de vacaciones con Sue pescando. Y además no sabría
como justificar a todos estos vampiros y lobos juntos. Alice bajo con las
niñas, ya que ellas comenzarían la marcha. Abajo habían organizado algunas
mesas y decorado un poco con varias flores. Emmett y Jasper habían
improvisado una vista de baile en el centro y no se que saco el piano de cola
de Edward al jardín para ser tocado por Rosalie. Carlisle me tomo del brazo
cuando llegue a la puerta y me dio las gracias por haber cambiado para bien
a toda su familia. Le sonreí con timidez y baje con el los escalones del
jardín. Todos se volvieron cuando salí. Y de pronto lo vi allí, parado vestido
todo de blanco, con una sonrisa iluminando su rostro perfecto. Rosalie
comenzó a tocar el piano al mismo tiempo que Carmen comenzaba a tocar
una guitarra y comenzaban a cantar la marcha nupcial. Conocía la canción,
era Strager de Against the Curret. La conocía por que a mis hijas les
gustaban sus canciones. Caminamos detrás de mis hijas hasta donde Edward
estaba y Carlisle me entrego con el.
—Estas muy hermosa. -. Me dijo con una sonrisa.
—Tú no te quedas atrás. -. Le dije sonriendo.
—Bueno comencemos la ceremonia. -. Dijo Adeline frente a nosotros. -.
Cobro por hora.
Sonreí.
—¿Ahora eres jueza? -. Le pregunte riéndome.
Ella sonrió.
—Claro… hice un curso por internet. -. Me dijo. -. ¿Quién creías que te iba a
casar? ¿Emmett…?
— ¡Oye! -. Se quejo Emmett atrás de nosotros. Todos nos reímos.
—Bueno, estamos todos reunimos aquí, para ser presentes de la renovación
de votos de Edward Anthony Masen Cullen y Elizabeth Sophia Swan
Cullen. -. Dijo con una sonrisa. -. Estas dos personas que han pasado por
todo y aun así, aquí están frente a todos demostrando que el amor todo lo
puede. Edward toma a Elizabeth de las manos y dile tus votos.
Edward me sonriendo mirándome a los ojos.
—No me va alcanzar la eternidad para agradecer que te hayan puesto en mi
camino. -. Dijo mirando de reojo a Adeline y yo me reí. -. Soy muy
afortunado por haberte conocido, Elizabeth Cullen. Si tuviera que pasar por
todo desde el principio, lo haría. -. Dijo mirándome intensamente. -. Porque
se que al final, siempre estarás allí conmigo. Gracias por los hijos que me
diste. La gran familia que tengo es gracias a ti. Te amo y te amare
eternamente.
—Y yo a ti. -. Le susurre mientras colocaba otro anillo en mi mano.
—Elizabeth dile tus votos a Edward.-. Me dijo Adeline.
Yo sonreí antes de hablar.
—No se por donde comenzar.-. Me reí y el también. -. Diría que estoy muy
agradecida con la loca de Adeline por obligarme a quedarme en Forks. -. Le
guiñe un ojo a Adeline y ella me sonriendo. -. De no haber sido así, yo nunca
te hubiera conocido. Y si tuviera que pasar por todo otra vez, como tu mismo
dijiste, lo haría. -. Le sonreí. -. Porque esta no fue una decisión entre tu y mi
antigua vida. Es entre quien debía ser y quien soy. -. Me miro con ternura. -. normal. Porque no lo soy. No quiero serlo. -. Le apreté suavemente las
manos. -. He tenido que enfrentar, muerte, dolor, y pérdida en este mundo.
Pero nunca me sentía más real. Yo misma. Porque también es mi mundo. Y
quiero comenzar a vivirlo contigo y con nuestra familia por el resto de la
eternidad. Yo te amo, Edward Cullen.
Le sonreí. El me sonrió y yo le coloque el anillo en el dedo.
—Sin nada más que decir, Edward Cullen… ¿Aceptas renovar tus votos de
matrimonio con Elizabeth Cullen, y juras protegerla, amarla y atesorarla por
toda la eternidad? -. Le pregunto Adeline.
—Para siempre acepto. -. Le dijo el con una sonrisa triunfante.
—Elizabeth Cullen ¿Aceptas renovar tus votos de matrimonio con Edward
Cullen, y juras protegerlo, amarlo y atesorarlo por toda la eternidad? -. Me
pregunto Adeline.
— Para siempre acepto. -. Le dije con una sonrisa.
—Por el poder que me concede la página Todos somos jueces en la vida
encontrada en Google. -. Todos nos reímos de eso. -. Los declaro marido y
mujer otra vez. Puedes besar a tu esposa, Edward.
Edward me sonríe mientras toma mi rostro en sus manos y me da un beso.
Escuchamos los aplausos cuando rompimos el beso. Me sujeto de la cintura
mientras mirábamos a nuestros invitados con una sonrisa. La reunión paso a ser muy
tranquila para nosotros. Las niñas están bailando con los demás en la pista.
Christopher estaba sentado con Adeline, Esme y Carlisle mientras se comía un trozo
de pastel. Edward me guio a la pista mientras comenzaba a sonar The Forgotten de
Green Day. Le sonreí mientras me hacia girar a mi alrededor.
—Esta sonriendo mucho señor Cullen. -. Le dije divertida.
—Es que estoy muy feliz. -. Me dijo mirando a nuestro alrededor. -. Esto es
gracias a ti.
— ¿Qué la boda? -. Le pregunte frunciendo el ceño.
—No. -. Me dijo. -. Que tengamos una familia tan grande y nuevos amigos
en nuestras vidas. De no se por ti, no se donde me encontraría ahora. Tal
vez… solo y solitario como siempre.
Lo tome del rostro.
—Nunca más estarás solo otra vez. -. Le dije. -. Yo y tus hijos no iremos a
ningún lado.
Me dio una sonrisa divertida y provocadora.
—Más le vale señora Cullen. -. Me dijo tomándome de la cintura y
pegándome a el. -. Porque la perseguiría por el resto del mundo.
—Mmm… debería ponértelo difícil. -. Le sonreí divertida. -. Es una noche
de alegría.
—Una noche de celebración —murmuró mientras me ponía la mano debajo
del mentón para buscar mis labios con los suyos.
—Espera —vacilé, y me eché hacia atrás.
Me miró, confuso, pues como regla general nunca me retiraba. Bueno, era
más que una norma, aquélla era la primera vez.
—Quiero probar una cosa —le informé, y sonreí un poquito al observar
su expresión de perplejidad.
Le puse las manos en ambas mejillas y cerré los ojos para concentrarme.
No me había salido demasiado bien cuando Zafrina había intentado
enseñarme, pero ahora era consciente de que había mejorado mi dominio
del escudo. Entendía a esa parte que no quería separarse de mí, el
instinto irreflexivo de preservarme prevalecía por encima de todo lo
demás. Ni de lejos resultaba tan fácil como proteger a otra persona que no
fuera yo, y todavía notaba la tensión de la elasticidad, el deseo del escudo
de recuperar su estado original, luchando por seguir protegiéndome. Tuve
que esforzarme al máximo para quitármelo del todo. Requirió toda mi
atención.
—¡Elizabeth! —susurró Edward, asombrado.
Lo supe: había funcionado. Luego, me concentré todavía más y hurgué en
los recuerdos específicos que había guardado para ese momento, dejando
que fluyeran por mi mente y con la esperanza de que también lo hicieran
por la de Edward.
Algunos de esos opacos vestigios de mi memoria humana eran difusos y
poco claros, pues los había visto y escuchado con ojos y oídos débiles: la
primera vez que vi su rostro, cómo me sentí la vez que me beso, el sonido
de su voz en la oscuridad de la inconsciencia cuando me salvó de Victoria,
su semblante debajo de un dosel de flores, aguardando para casarse
conmigo, todos los preciosos momentos vividos en Seattle, sus manos frías acariciando a nuestros hijos a través de mi piel...
Además, tenía recuerdos mucho más agudos y perfectamente definidos: su
rostro nada más abrir los ojos a la nueva vida, al amanecer interminable de
la inmortalidad, aquel primer beso, esa primera noche...
De pronto, sus labios estuvieron sobre los míos y disminuí la concentración,
a consecuencia de lo cual perdí la sujeción que me permitía mantener el
escudo alejado de mí; éste volvió de inmediato a su posición original como
si se tratara de una goma elástica, protegiendo de nuevo mis pensamientos.
—¡Upa! ¡Lo solté! —exclamé.
—Te he oído —dijo, jadeante—. ¿Cómo...? ¿Cómo lo has logrado?
—Fue idea de Zafrina. Practicamos en varias
ocasiones. -. Le dije. Estaba ofuscado. Parpadeó dos
veces y sacudió la cabeza.
—Ahora ya lo sabes —comenté, restándole importancia y con un
encogimiento de hombros—, nadie ha amado tanto como yo te he amado a
ti.
—Casi tienes razón —esbozó una sonrisa. Seguía teniendo los ojos más
abiertos de lo habitual—. Conozco sólo una excepción.
—Embustero.
Comenzó a besarme otra vez, pero de pronto se detuvo.
—¿Puedes volver a hacerlo? —preguntó.
Le hice un mohín.
—Es muy difícil.
Aguardó con una expresión ávida.
—La más mínima distracción me impide aguantar.
—Me portaré bien —prometió.
Fruncí los labios y entorné los ojos, pero luego le sonreí.
Apreté las manos sobre su cara una vez más y retiré el escudo de mi
mente para dejarme ir de nuevo hasta los nítidos recuerdos de la primera
noche de esta vida nueva, demorándome en losdetalles.
Reía sin aliento cuando la urgencia de su beso interrumpió otra vez mis
esfuerzos.
—Maldita sea —refunfuñó mientras me besaba con ansia por debajo de la
barbilla.
—Tenemos todo el tiempo del mundo para perfeccionarlo —le recordé.
—Por siempre y para siempre jamás —murmuró.
—Eso me suena a gloria. -. Dijo mientras me besaba intensamente
escuchando los acordes de All Yours de Metric.
Y entonces continuamos apurando con alegría esa pequeña pero perfecta
fracción de nuestra eternidad.

Fin...

Sol de Medianoche (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora