Capitulo 24

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Shayne Ward nos envuelve cantando mientras vamos de camino al Seattle. Shayne canta que arde de deseo. Muy oportuno. Me ruborizo escuchando la letra. Edward me mira. Frunce los labios, apoya una mano en mi rodilla y me aprieta suavemente. Se me corta la respiración.  

—  ¿Tienes hambre? -. Me pregunta.

 

— No especialmente. -. Le respondí.   

—Tienes que comer, Elizabeth. -. Me dice. -. Conozco un sitio fantástico cerca de Olympia. Pararemos allí.

Me aprieta la rodilla de nuevo, su mano vuelve a sujetar el volante y pisa el acelerador. Me veo impulsada contra el respaldo del asiento. Madre mía, cómo corre este coche.

El restaurante es pequeño e íntimo, un chalet de madera en medio de un bosque. La decoración es rústica: sillas diferentes, mesas con manteles a cuadros y flores silvestres en pequeños jarrones. Cuisine Sauvage, alardea un cartel por encima de la puerta.

— Hacia años que no venía. -. Le dije mientras le ponía el chupón a la bebé. -. No se puede elegir... Preparan lo que han cazado o recogido.

Alza las cejas fingiendo horrorizarse y no puedo evitar reírme. La camarera nos pregunta qué vamos a beber. Se ruboriza al ver a Edward y se esconde debajo de su largo flequillo pelirrojo para evitar mirarlo a los ojos. ¡Le gusta! ¡No sólo me afecta a mí! 

— Dos vasos con Coca-Cola. -. Dice Edward en tono autoritario. 

La camarera da media vuelta y se va. Nos sentamos a esperar.   

—La Coca-Cola irá bien con la comida, nos traigan lo que nos traigan. -. Me dice en tono paciente.  

— ¿Nos traigan lo que nos traigan? 

— Sí. -. Me responde y esboza su deslumbrante sonrisa ladeando la cabeza y se me hace un nudo en el estómago. No puedo evitar devolvérsela. La intensidad de sus ojos ardientes me corta la respiración.

Llega la camarera con nuestros vasos con Coca-Cola  e inmediatamente doy un pequeño sorbo. Renesmee está sentadita en una silla de bebé a nuestro lado, mientras Edward le da de comer un puré de manzana que había pedido para ella. La camarera nos trae sopa, ambos miramos con cierto recelo la sopa.  

— Venado al horno con ensalada para acompañar -. Nos informa la camarera.  

— Gracias. -. Le dijo Edward sin mirarla. 

La camarera se da media vuelta y regresa enfadada a la cocina. No creo que le gusté que Edward no le haga ni caso. Pruebo el venado, que está riquísimo. Edward y yo nos miramos a la vez, aliviados. Suelto una risita, y él ladea la cabeza.  

—Que sonido tan bonito. -. Murmura. 

— Le gustas. -. Le dije sonriendo. -. Ya sabes, a la camarera.

—No me di de cuenta. -. Dijo aún mirándome intensamente. -. No le estaba prestando atención. 

—Ya veo... Pobre chica. -. Le digo y sigo comiéndome el vanado y la ensalada hasta terminarla. Él me sigue observando en silencio. Y yo me pongo incómoda, al recordar lo que había pasado en mi habitación con él está mañana.  

— Daría cualquier cosa por saber lo que estas pensando ahora mismo. -. Murmura.

Me ruborizo todavía más.

Me lanza una sonrisa perversa.   

—Ya me imagino... -. Me provoca. 
 

—Me alegró de que no puedas leerme el pensamiento. -. Le digo.  

Sol de Medianoche (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora