Capitulo 4

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Empezamos a subir la carretera empinada, más y más congestionada conforme avanzábamos. Al llegar más arriba, los coches estaban demasiado juntos para que Alice los esquivara zigzagueando, ni siquiera asumiendo riesgos. Cada vez íbamos más despacio y terminamos progresando a paso de tortuga detrás de un pequeño Peugeot de color tabaco.

- Alice -gemí. El reloj del salpicadero parecía ir cada vez más deprisa.

- No hay otro camino de acceso - me dijo con una nota de tensión en la voz demasiado fuerte para conseguir que me calmara.

La fila de vehículos avanzaba poco a poco, cada vez que nos movíamos sólo adelantábamos el largo de un automóvil. Un sol deslumbrante incidía de lleno sobre nosotras, y parecía hallarse ya encima de nuestras cabezas.

Uno tras otro, los coches se arrastraron hasta la ciudad. Atisbé algunos vehículos aparcados en la cuneta de la carretera al acercarnos más. Los ocupantes se bajaban para recorrer a pie el resto del camino. Al principio, pensé que se debía sólo a la impaciencia, algo fácilmente comprensible, pero cuando doblamos una curva muy pronunciada, vi que el aparcamiento - situado fuera de las murallas estaba lleno de un gentío cruzaba las puertas a pie. Estaba prohibido el acceso con coche.

- Alice - susurré de forma apremiante.

-Ya lo veo - contestó. Su rostro parecía cincelado en hielo.

- ¡Demonios! . Maldijo Adeline.

Ahora que estaba atenta y que nos acercábamos despacio, pude apreciar que hacía un tiempo bastante ventoso. La gente que se apelotonaba en dirección a las puertas aferraba sus sombreros y se apartaba el pelo de la cara. Sus ropas se hinchaban a su alrededor. También me di cuenta de que el color rojo se extendía por doquier, en l as blusas, en los gorros, en las banderas que ondeaban como largos lazos al viento, cerca de la puerta; mientras miraba, una ráfaga repentina atrapó el pañuelo de intenso color escarlata que una mujer se había anudado al pelo. Se enrolló en el aire sobre s u cabeza y se retorció como si estuviera vivo. Ella intentó sujetarlo, saltando en el aire, pero continuó contorsionándose cada vez más arriba, un manchón de color sanguinolento contra las antiguas murallas de colores desvaídos.

- Elizabeth - Adeline habló rápido, con un tono de voz bajo, feroz - . No logro anticipar cuál va a ser la reacción del guardia de la puerta; vas a tener que irte sola, y corriendo, si esto no funciona. Lo único que debes hacer es preguntar por el Palazzo dei Priori y marchar a toda prisa en la dirección que te indiquen. Procura no perderte.

- Palazzo dei Priori, Palazzo dei Priori - repetí el nombre una y otra vez, intentando memorizarlo.

- Si hablan inglés, pregunta por la torre del reloj. Yo daré una vuelta por ahí e intentaré encontrar un lugar aislado más allá de la ciudad por el que saltar la muralla. Asentí. -. Dijo Alice.

- Palazzo dei Priori.

- Edward tiene que estar bajo la torre del reloj, al norte de la plaza. Hay un callejón estrecho a la derecha y él estará allí a cubierto. Debes llamar su atención antes de que se exponga al sol.

Asentí enérgicamente.

El Porsche estaba casi al comienzo de la fila. Un hombre con uniforme de color azul marino regulaba el flujo del tráfico y se encargaba de desviar los coches lejos del aparcamiento lleno. Estos daban una vuelta en forma de «u» y volvían en dirección contraria para estacionar a un lado de la carretera. Entonces, llegó el turno de Alice.

El hombre uniformado se movía perezosamente, sin prestar mucha atención. Alice aceleró para eludirlo y se dirigió hacia la puerta. Nos gritó algo, pero se mantuvo en su puesto, moviendo los brazos frenéticamente para impedir que el siguiente coche siguiera nuestro mal ejemplo.

Sol de Medianoche (Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora