|| Doce ||

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Sirius y Remus se encontraban mirando el lago. La paz que albergaba el lugar era tan tranquilizadora que el ojiverde casi se duerme mientras el castaño acariciaba su cabello.

Le gustaba estar así. Le gustaría que eso fuera para siempre.

—No pareciera que alguno fuese el espía —susurró Sirius después de un largo tiempo.

Harry suspiró. Lo habían raptado unos momentos para tener un tranquilo día familiar, pero eso significó que debían hacerlo después de una reunión con la orden, cuando habían personas entrando y saliendo del lugar sin que nadie le prestaría atención a la puerta.

—Todos parecen tan inocentes como nuestro mismo cachorro —comentó Remus mirando a su niño, el cual le sonrió con cariño desde su regazo.

Para Harry era imposible estar en paz si no estaba en las piernas del licántropo y éste le acariciaba su cabeza.

—¿De quiénes desconfías tú, cariño? —continuó el castaño, logrando que la atención de Sirius también fuera dirigida hacia el menor.

—Ya dejé en claro quiénes son los principales sospechosos...

—No creo que Néstor sea, siempre es muy amable con nosotros. —Harry se quedó callado por unos momentos después de lo dicho por Sirius.

El ojiplata pasó desapercibida la mirada del hombre lobo, pero Harry pudo notar claramente las fracciones de dudoso dolor que cruzaron por su rostro.

—No debemos confiarnos de los demás por más buenos que sean con nosotros —regañó el menor. Sirius parecía volver a hablar, pero simplemente lo ignoró para seguir—: Menos de aquellos que se acercan a nosotros de una manera tan rápida como Néstor. —el Black se quedó callado— Da la casualidad de que, momentos después de que entra, también hay un espía. Su cercanía a ti, la forma en la que trata a Remus... No me fío.

—Bien, de nada sirve especular —decidió cortar Remus, decidiendo que era suficiente de esa conversación—. Hemos tenido tan pocos momentos así que no me gustaría arruinarlos con estos temas.

Los dos restantes asintieron conformes y, cuando se dio el momento, Sirius se convirtió en un gran perro, comenzando a morder de forma juguetona a Harry.

No hizo falta mucho para que el menor ya se encontrara levantándose para perseguir a Canuto. Remus mirándolos a la distancia con una mirada llena de cariño y, en ese instante, Harry supo que no podía ser más feliz.

Estando con las personas que más lo querían, lejos del ruido innecesario de la orden, lejos de Néstor y Tonks. Lejos de todos aquellos que los mantenían distanciados.

Miró a lo lejos por un reflejo del sol. Curioso, Harry dejó que Canuto se lanzara a lamer la cara del castaño, si bien se estaba perdiendo de ese hermoso momento -porque sí, ver a esos dos juntos siempre le llenaba el pecho de una cálida sensación-, no podía dejar de pensar en la hermosa vista que daba el atardecer mientras se metía por la hermosa cabaña a lo lejos.

Cabaña...

¿Cómo olvidar quién vivía ahí?

Sentía un hilo querer acercarlo hacía ese lugar, pero sus instintos le dijeron que era mejor hacerlo cuando sus padres no estén con él. Si algo les llegara a pasar...

Negó mentalmente, haría lo que fuera por ellos. Cualquier cosa.

♣♣♣♣

Se sentía tentado de investigar nuevamente cómo lograba el tal NB meter cartas a su hogar cuando era técnicamente posible entrar por las barreras. Negando la idea después de tantas veces que había tratado de identificar la falla, abrió el pergamino doblado.

" Cada vez se hace más comunicativo, ¿le gusta hablar conmigo, gran Señor Tenebroso? Sería un placer, lo digo en serio.

Lamentablemente dejará la pobre libreta sin hojas y, si bien podría mandarle otra, eso sería aburrido.

Le queda poco espacio, úselo bien.

Atte: NB."

Con una sonrisa, Lord Voldemort llamó a Severus Snape. Ya había considerado sus opciones y, aunque podría ser descabellado, necesitaba a NB a su lado ya.

Ignoró a los pajaritos cantar fuera de su ventana cuando el profesor entró a su oficina inclinándose con respeto... ¿NB se inclinaría ante él? No, seguramente no lo haría.

Palabras como "no soy tu seguidor" y "hablar con tantas serpientes te afectó el cerebro" pasaron por su mente como una posible respuesta que le daría el remitente de sus cartas.

—Quiero mañana a Néstor Baker —ordenó sonriendo—. No me importa cómo lo traigas, pero que esté vivo.

Snape asintió y se fue tan rápido como llegó.

Conexión idónea.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora