37: Mein herz.

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15 de agosto, 2026.

Múnich, Alemania.

Después de algunos meses Leon y yo habíamos decidido mudarnos juntos

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Después de algunos meses Leon y yo habíamos decidido mudarnos juntos. Habíamos comprado una casa que se acoplaba perfectamente a nosotros y lo que seriamos en un futuro; un mes después habíamos adoptado un perrito y un gato, el cual Leon no quería pero claramente terminé convenciéndolo.

Finalmente el día que más había ansiado había llegado. Los preparativos de la boda habían comenzado a finales de enero, habíamos contratado una organizadora porque yo era la menos indicada en ese trabajo, aunque la boda no sería tan ostentosa, en eso sí nos habíamos puesto de acuerdo con Leon, sería la familia, amigos y conocidos los invitados, para nosotros era mejor hacerlo algo íntimo, personas que si merecían estar ahí.

Todavía me costaba trabajo creer que hoy era el gran día, el día en que me casaba con Leon, los nervios me recorrían de pies a cabeza y mis manos temblaban, aún así, me sentía la persona más feliz de mundo.

—¿En qué tanto piensas?— la voz de mi mejor amiga me saca de mis pensamientos y la volteo a ver. Se miraba radiante en el vestido de dama de honor, ella mi hermana, Ariana, Vic y Alex también lo eran. Ni siquiera yo sabía cómo mi media hermana y yo ahora nos llevábamos de maravilla cuando antes éramos como perros y gatos.

—No puedo creer que por fin llegó el día.— sonrío y me siento a su lado en el sillón que estaba en la recámara donde me estaba arreglando para la ceremonia.

—Ni yo, pero ya ves, ustedes realmente estaban destinados.— asiento de acuerdo con sus palabras y apoyo mi cabeza en su hombro. Cierro los ojos tratando de descansar por unos segundos, aunque fallo en el intento.

—¿Puedo pasar?— levanto la cabeza y observo hacia la entrada, donde puedo ver a Frenkie parado en el umbral de la puerta. Miro a Alessia y ella asiente, luego se levanta y sale de la habitación.

—Si viniste.— murmuro viéndolo como se sienta a mi lado.

—Claro, no me lo perdería.— él esboza una sonrisa que me hace contemplarlo por unos segundos, haciéndome sonreír también.

Frenkie y yo nunca habíamos perdido el contacto, ni siquiera en mis días en Francia. Era extraño, aunque no estuvimos juntos por mucho tiempo era de esas personas que siempre dejaba una marca, para bien claro.

El rubio posa una de sus manos sobre la mía, que se encuentra apoyada en el sillón.

—¿De verdad lo amas, no?— me ve fijamente, desvío la mirada hacia mi vestido de novia que está colgado, el cual había elegido en compañía de todas las chicas hace dos meses.

WE BELONG | Leon Goretzka Donde viven las historias. Descúbrelo ahora