Veintitres

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La frase resonó en su cabeza. Aún no comprendía, pero tenía un mal presentimiento al respecto.

–¿Qué significado tiene el rojo?

–Eso todavía no lo averigüé, necesito investigarlo.

–¿Y cómo estas tan seguro de que voy a ser poderoso?

–Porque el rojo siempre representa peligro, y peligro es igual a poder– Hubo un silencio por parte de ambos.

Harry, incómodo, sugirió cambiar de tema.

–Jacob te va a acompañar hasta tu nueva habitación para que pueda investigar bien todo. Mientras tanto, mantente alejado de los cachorros para que no te metan cosas raras en la cabeza.

–¿Por qué los tratas como perros?

–Porque los conozco desde que eran pequeños y, siendo franco, temía agarrarles cariño. Prácticamente los eduqué, así que era inevitable verlos como mis hijos. Para un experimento de estos niveles, lo principal es dejar los sentimientos de lado. Me vi en la obligación de comenzar a verlos como perros o ratas de laboratorio, simplemente lo hago por la ciencia.

Harry estaba a punto de negarse pero Jacob lo interrumpió para agarrarlo fuertemente del brazo. No tuvo tiempo ni a despedirse cuando el mayor hizo un asentimiento en forma de saludo y lo empezó a dirigir hacia el exterior.

Caminaron por el estrecho pasillo nuevamente, pero esta vez se sentía más preocupado. Ahora que sabía de lo que esos chicos eran capaz temía encontrarse con alguno y que le controlaran la mente. A pesar de que las veces que se vieron habían actuado muy amables, sabía que debía haber algún truco, seguramente lo iban a usar para acercarse más a su padre. Sí, seguramente era eso.

El pasillo parecía interminable, cada paso que daba hacía sentir que el pasillo se alargaba. El ruido que hacía su zapato por las pequeñas plataformas que tenía retumbaba por las paredes creando una atmósfera más tétrica. Finalmente llegaron a una puerta grande, color marrón y con pequeños y casi imperceptibles detalles de bronce, que al abrirse rechinó terroríficamente.

–Te quedarás aquí hasta que Derek lo diga. Mientras tanto, tienes una cama por si quieres dormir, y por ahí unos libros para entretenerte. No le abras la puerta a nadie, y ni se te ocurra mirarlo a los ojos, ¿está claro?

Harry simplemente asintió y sintió como le cerró la puerta en la cara. Se dio media vuelta y se comenzó a pasear por la habitación, llevando su mirada a cada mínimo detalle. Las paredes eran de un tono blanco tirando a gris por la suciedad, haciéndolo suponer que no recibían limpieza hace mucho tiempo. La única ventana que había se encontraba cerrada con barrotes impidiéndole la vista hacia el exterior. Por lo poco que podía ver pudo suponer que aquel vidrio daba vista al enorme patio del que venían. Siguiendo con el recorrido pudo notar un pequeño escritorio igual de descuidado que las paredes. Una pequeña capa de polvo cubría la superficie, causándole cierto rechazo. Al subir un poco más la vista pudo notar un mueble colgado de la pared, el cual contenía varios libros que según su mirada de muy por arriba, pudo notar que eran en su mayoría de literatura e historia.

Finalmente miró hacia el centro de la habitación, en la que una cama bastante cómoda resaltaba entre la suciedad. Parecía completamente nueva, como si la hubieran traído solo para él, tal vez lo único allí que tenía menos de una década. Se dirigió hacia allí y se dejó caer, siendo atrapado por la esponjosa superficie. Lentamente cerró los ojos dejándose llevar por el sueño, evitando a toda costa pensar en todo lo que estaba ocurriendo.

Se despertó sobresaltado por unos golpes en la puerta. Con pereza se levantó y se dirigió para abrirla, frenando justo con la mano en la perilla al recordar que no debía abrirle a nadie por nada en el mundo. Con voz temblorosa se decidió por preguntar.

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