Cuatro

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Revisó el reloj, ya eran las tres de la mañana. Bajó las escaleras lentamente, teniendo un silencio en el que solo se escuchaba su respiración. Se dirigió a la puerta, tomó el picaporte y lo empezó a girar rogando que no haga el típico crujido que hacen las puertas justo cuando necesitas hacer el menor ruido. Para su buena suerte, hace poco había sido aceitada, por lo que ningún sonido salió de allí.

Se dirigió a la casa que antiguamente era de los Malik, ya tenía todo el plan. El señor arrogante había salido esa noche hace un par de horas atrás, por lo que tenía campo libre para lograr lo que tenía planeado.

En ese barrio todos eran extremadamente confiados, por lo que la mayoría tenía una llave escondida en la entrada. Ni un solo robo se había registrado en los últimos catorce años, la última actividad criminal del barrio había sido la desaparición. Aquel señor no era la excepción, Harry bien supuso que una copia tenía que estar escondida por allí. Revisó en los típicos lugares; debajo de la alfombra, en la maceta, cerca de las ventanas, entre la tierra. Nada estaba ahí. Comenzó a caminar de espaldas para tener una visión amplia y poder observar mejor, cuando una piedra lo hizo trastabillar. Tan pronto como perdió el equilibrio, logró mantenerse en pie lo suficiente como para vislumbrar debajo de la roca una pieza metálica, en definitivas cuentas lo que Harry estaba buscando.

Agarró la llave y se dirigió a la puerta, finalmente pudo adentrarse. 

Desde el preciso momento en el que puso un pie en la casa, sintió la misma sensación que había tenido al despertar, sentía que estaba siendo observado. Trató de ignorarlo, supuso que era normal estar un poco paranoico cuando estaba entrando a una casa ajena sin el permiso del dueño. Apuró el paso para dirigirse al patio, todo estaba tal cual en su sueño. El árbol, la mesa en la que almorzaron, el pasto verde oscuro perfectamente cuidado, todo le confirmaba que aquel sueño era más que un ambiente inventado en su subconsciente.

La sensación se incrementó más aún cuando se encontró al lado del árbol. Con manos temblorosas sacó de su bolsillo una cuchara que había traído para hacer el pozo, sabía que iba a tardar más por el tamaño de su herramienta, pero iba a ser menos sospechoso que directamente traer una pala.

Hizo un escaneo mental del piso, tratando de calcular, según su vago recuerdo, dónde estaba enterrado lo que había ido a buscar. Su respiración trastabilló cuando sus ojos se posaron en un lugar con tierra removida, justo donde suponía que debía iniciar a cavar. Su mente no tardó en divagar en busca de respuestas. No había sido el señor asiático que vivía allí, la tierra parecía haber sido removida muy recientemente, probablemente unos pocos minutos atrás, cuando él se había retirado hace ya varias horas.

Con sus manos cada vez más temblorosas, hizo un pozo justo en la precaria tapadura de reciente barro. El aire volvió a su cuerpo cuando, luego de unos pocos movimientos con la cuchara, se encontró con la caja, exactamente la misma del sueño. No había sido removida, no había sido robada. Una extraña picazón en los ojos lo obligó a cerrarlos para evitar llorar, el pánico que lo había envuelto con anterioridad lo tenía paralizado. Se permitió respirar, todo estaba en orden. Abriría la caja y se encontraría con las tarjetas.

En ese preciso momento pudo jurar ver a alguien pasar rápidamente por detrás suyo. El pánico volvió a su organismo y pronto se halló frente a la posibilidad de dos opciones; o estaba demasiado paranoico, o alguien definitivamente lo estaba observando.

Tan pronto como sus piernas le respondieron, decidió tomar la caja y salir lo más rápido que pudo de aquella casa, no sin antes poner la tierra en su lugar para no levantar sospechas.

Sacó su celular para revisar la hora, casi se hacían las cuatro. Debía apurar el paso para llegar a su casa y dormir un poco, a las ocho tenía clases y no podía faltar. Decidió postergar lo de la caja para luego, ahora debía centrarse en las clases y aprender cosas que les sean útiles a la hora de armar su informe.

De camino, la reciente sensación volvió, pero no tardó en convencerse de que eran "efectos colaterales productos del hacer algo ilegal".

Sin embargo, por más que intentaba, no podía sacarse de la cabeza la idea de estar siendo observado, por cada paso que daba estaba más seguro de que no se trataba de algo mental. El hecho de que alguien tenga la mirada fija sobre él lo traía aterrado, sacaba a flote las reacciones más primitivas de supervivencia. Su instinto lo obligaba voltear, asegurar su bienestar.

Finalmente, hizo caso a su interior, volteó rápidamente para corroborar y sintió como su corazón se paralizaba bruscamente.

Un hermoso chico de brillantes ojos azules, pelo lacio y castaño. Su atención se posó firmemente en aquellas orbes, se quedó completamente anonadado por la creciente cercanía que lograba sentir a pesar de tratarse de desconocidos. El chico pareció sobresaltarse frente al contacto visual, no tardó en intentar formular una frase coherente.

–Espera, nonono– Harry amagó a hablar, pero fue interrumpido– Escucha fuerte y claro– Anunció al dejar ver un particular brillo en el iris, como si fuera una chispa de luz entre la azul oscuridad– Nunca me viste y no trates de averiguar quién soy, por dios el jefe me va a matar. Fue un placer hacer contacto visual directo contigo por primera vez, pero esto nunca pasó.

Inmediatamente, unos pasos se oyeron acercarse por detrás de su propia espalda. El chico se abalanzó sobre el aire al ser recibido por un cuerpo, como si el mismísimo viento hubiese impedido su caída, y se alejó a una inhumana velocidad. Harry hizo el intento de perseguirlo, pero aquel joven corría realmente rápido. Estaba anonadado, no podía asimilar claramente todo lo que acababa de ocurrir.

Sin pensarlo mucho, se dió media vuelta y regresó a su casa a las apuradas, corriendo lo más rápido que su cuerpo le permitía, con el temor de voltear y encontrarse nuevamente con la intrusa presencia. Al llegar a su casa, fue consciente de que no había nadie cerca. De igual manera, intentó no arriesgarse y se adentró a su hogar tan pronto como su cuerpo lo permitió.




La alarma matutina lo despertó a las siete y tenía que arreglarse para ir a clases. No pudo descansar bien, no podía sacar de su mente esos misteriosos ojos azules.

Una ducha rápida le bastó para despertarse, se vistió con lo primero que encontró en su armario y bajó a desayunar, aquello ya era rutinario. La conversación con su madre fue muy vacía, Harry no quería contarle nada de lo que sucedió la noche por lo que no tenía absolutamente nada que decir. Tan pronto como finalizó el desayuno, tomó su mochila y se fue a clases, tan solo después de ocultar la caja debajo de su cama.

Estaba aterrorizado.

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