CAPITULO 12

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El domigo de esa semana vino a visitarnos la abuela, lo recuerdo bien

Ella vivía en el campo, y tenía un departamento en barrió Norte que utilizaba cuando venía a la ciudad por algún motivo. Nosotros la visitabamos al menos una vez por mes y pasabamos el fin de semana en su casa

Yo amaba esos días. Días de levantarse temprano para ayudar con el ordeño. Días de andar a caballo y comer manzanas que arrancabamos del árbol

Era muy raro que mi abuela dejara su casa un fin de semana, solo lo hacía de lunes a viernes y trataba de volver al campo en el día

Era común si, encontrarmela un miércoles a la salida de la escuela y almorzar juntos, ella se apuraba en regresar temprano

-Ya estoy vieja para menejar con tanto tránsito- decía y se reía- Mejor temprano a casa que mañana hay que madrugar-

Ese domingo ni bien llegó a casa mi padre la sometió a un interrogatorio preguntándole porque había venido, si se sentía bien, si tenía algún problema. Mi abuela lo tolero un buen rato hasta que le contestó algo así como que estaba grande para responder esas cosas y que creía que podía venir a nuestra casa cuando quisiera

Mi padre se quedó mudo, y mi madre y yo también. Era la primera vez que yo veía a alguien contestarle así a mi padre y dejarlo sin palabras. En ese momento sentí que quería a mi abuela un poquito más que antes

Almorzamos pollo con hierbas, frutas y algunas cosas más. El almuerzo transcurrió como transcurren este tipo de reuniones. Charlando sobre el tiempo, el colegio, las vacaciones pasadas, las que vendrán

Estuve todo el tiempo divertido contemplando a mi abuela, me duraba el asombró por la forma en la que había tratado a mi padre, continuamos nuestra charla en la sala, hasta que mi abuela se levantó para ir a sentarse al jardín

Durante un rato la observé desde la ventana de mi habitación, sentada sobre el banco de piedra a la sombra de los pinos, después me decidí a acompañarla

-Tu padre se asombra de que venga un domingo con ustedes, pero siempre que vengo me hacen lo mismo de comer: ¡pollo con hierbas!

Nos reímos, era cierto. Desde hacía años cuando alguien venía a comer mi madre cocinaba lo mismo. Viariaba los acompañamientos y las entradas pero no el plato principal.

Era algo muy extraño. Rara vez mi madre repetía un menú durante el mes cuando cocinaba para nosotros, es más, es una excelente cocinera. Nunca un plato tuvo dos veces el mismo sabor, siempre modificaba algo, siempre algún ingrediente que modificar, aún en cantidades íntima, "tal vez media cucharadita más de paprika" o cosas por el estilo

De ahí que resulte más ridícula su obsesión por el pollo con hierbas; aunque para ser honor a la verdad, siempre estaba exquisito

Cuando paramos de reír, hablamos de lo que siempre hsblamos entre nosotros: el campo

Me contó de Noche, una yegua que a mi particularmente me gustaba. Siempre en mis visitas, hiciera frío o calor, con lluvia o con sol iba al corral, me acercaba despacio, le daba terrones de azúcar, la acariciaba y después la montaba

Era una suerte de ritual que compartíamos, Noche me miraba llegar y seguía en lo suyo, no levantaba las orejas, no hacía ningún gesto. Esperaba, yo sabía que ella dusfrutaba de nuestros encuentros tanto como yo. No podía explicar como, pero lo sabía

-Me enteré que fuiste a la casa de Ezequiel- dijo mi abuela de repente

Me quedé de una pieza. Miré desesperadamente alrededor, si mi padre se enteraba era capaz de encerrarme en un convento y hacerme monja

-Quédate tranquilo, no les dije nada a tus padres- dijo leyendome el pensamiento

-¿Y vos co... como te... te enteraste?- tartamudee

-Lo leí en el diario- y se río

Yo no pude ni esbozar una media sonrisa, estaba esperando que la tierra se abriera y me tragara

-Me lo contó Ezequiel, por supuesto-

-¿Ezequiel?-

Eso realmente no entraba en mi cabeza. No me lo imaginaba llamando a la abuela para contarle que yo lo había ido a ver. No lo podía creer

-Si claro, Ezequiel, tu hermano ¿sabes quien es, no?-

Otra vez silencio. Otra vez angustia. Todo parecía indicar que la angustia no me abandonaría

Desde mi visita a su casa trataba de olvidarlo, de que todo volviera a ser como antes, de que mi hermano volviera a ser una referencia lejana, alejada de nuestra vida cotidiana

Ese nombre apenas susurrado por mis padres. Y esa presencia ineludible en las reuniones familiares, en las que mis padres se empeñaban en mostrar que nada era anormal pero no podian evitar que se notará su incomodidad

-Yo lo veo seguido, al menos una vez por semana-

Y ante mi cara de sorpresa prosigio:

-No, no te sorprendas. Es mi nieto. Que se haya ido de la casa de tus padres no cambia las cosas. Es más, es totalmente natural, no puedo entender por qué hacen tanto escandalo. Si vos te pelearas con tus padres, yo te seguiría queriendo igual, es algo totalmente lógico. Es hasta tonto tener que explicarlo. ¿Lo vas a seguir viendo?-

-No... no creo-

-Es una pena, me puse tan contenta cuando me enteré de tu visita... Ezequiel también, claro. Aunque se que termino de una manera un poco aprubta. Fue un buen gesto de tu parte ir. Yo pense que todo iba a seguir como antes. Después de todo el te enseñó a caminar y me acuerdo de que vos solo te dormías si Ezequiel te cantaba una canción-

-Basta con eso, por favor- no grité pero mi voz salió de una menera rara, tal vez por la angustia de todos esos días o no se porque, pero mi voz sonó distinta, como si fuera otro

Pude ver la cara de sorpresa de mi abuela, eso me armó de valentía para continuar

-Basta con eso, por favor- esta vez con mi voz normal- La semana que viene cumplo 11 años y todo lo que me podes decir de Ezequiel es que me enseñó a caminar y que me cantaba una canción cuando yo tenía tres años. Una canción que ni siquiera se cual es. Lo único que tenemos en común los dos son nuestros padres, después nada más, abuela. Nada más, nos separa un abismo-

-Tal vez lo bueno de los abismos sea- concluyó la abuela- Que se puede hacer puentes para cruzarlos-

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora