CAPITULO 17

140 4 0
                                    


Ese domingo mi padre me llevó en auto hasta Palermo, donde nos encontramos con Ezequiel

No dijo ni una palabra en todo el viaje, pero se deshizo en advertencias cuando llegamos y ofreció darle plata a Ezequiel para pagarme la entrada

Un vez que logramos despegarmos de mi padre, que me miraba como si estuviera a punto de cruzar el océano en bote a remos y sin salvavidas, nos tomamos un colectivo, el 93, hasta Avellaneda

Yo no sabía de que podía hablar con mi hermano, nunca desde que tuve memoria había estado tanto tiempo a solas con el. La conversación fluyo naturalmente, hablamos del colegio, de San Isidro, y fundamentalmente de la abuela y el campo

Ezequiel sabía como manejar la conversación encaminandola naturalmente hacía los temas en los que yo me sentía cómodo y evitar los que a mi me moleste tratar

Cuando nos bajamos del colectivo y empezamos a caminar al estadio, me temblaban las rodillas de la emoción. Cantidad de personas con banderas, gorros y camisetas, iban en nuestra misma dirección

Una vez adentró, superando el impacto de encontrarnos de frente con esa mole de cemento, me impresionó la salida de los equipos con todo lo que trae consigo; los colores de las camisetas, las medias y los pantalones sobre el verde del césped; los petardos y fundamentalmente, el canto de miles y miles de personas, increíblemente afinado

En un momento cerre los ojos para poder sentirlo todo solo con el cuerpo, sin la mirada que siempre influye en las sensaciones. Los gritos y el cemento vibrando bajo mis pies

No se cuanto tiempo estuve así. Cuando los abrí los tenía llenos de lágrimas. Miré a Ezequiel y le dije:

-Gracias. Es fantástico- 

Y el me abrazo. Que bien se sentía. Era la primera vez, que yo recuerde que nos abrazabamos

Empezó el partido que era por lo que en definitiva estábamos ahí

Fue lamentable

Parecía que la pelota quemaba, cada jugador al que se le acercaba lo pateaba lo más lejos posible, nadie nunca la puso contra el piso y levantó la cabeza buscando un compañero. Todo el tiempo la pelota lejos y arriba, un espanto

Término 0 a 0

Nos alejamos del estadio caminando despacio por calles angostas. El sol se ocultaba

Yo estaba feliz, a pesar del partido, la tarde había sido maravillosa. Ibamos afónicos y sudorosos

-Si Racing sigue jugando así, me voy a morir sin verlo salir campeón- dijo Ezequiel

La muerte. Otra vez el ave de rapiña volando en circulos. La tarde se deshizo en pedazos. Me pareció que los pepelitos que habían saludado la salida de los equipos eran negros. Y que los gritos de los hinchas habían sido cantos fúnebres

La muerte

Ezequiel me revolvió el pelo con su mano. Debe haber visto mi expresión y se río a carcajadas

-No tenes que ser tan literal. Si Racing sigue jugando así vos también te vas a morir sin verlo salir campeón-

Entonces nos reímos juntos

Ezequiel me acompañó hasta la puerta de casa y no quiso pasar, argumentó que tenía que levantarse temprano al día siguiente. En ese momento me di cuenta de que yo no sabía nada de su vida, que hacía, de que vivia, si trabajaba o no. Mentalmente lo agende para la próxima

Quería saber más de el

Cuando entré me recibieron como si efectivamente hubiese cruzado el oceano en bote a remo. Mi madre me preguntó si me había pasado algo, es estaba bien y si tenía hambre. No, si y no fueron mis respuestas respectivas. Mi padre no me preguntó nada, esperó que me bañara y luego me invito a "dialogar"

No podría discribir aquí ese "diálogo", que no fue tal, si no un monólogo largo, que yo solo interrumpi con suplicas y sollozos

Lo que me dijo mi padre ese domingo, que hasta en ese momento para mi había sido mágico fue más o menos lo siguiente. Primero: no dejaba de sorpenderlo mi repentino interés en el fútbol, eso demostraba que el me había descuidado, cosa que no volvería a pasar, pero bueno, el me había inculcado el amor por los deportes y no se opondria a mi pasión, desde ese entonces iríamos juntos a la cancha cada vez que yo quisiera, obviamente a platea, que es donde va la gente decente y no a la tribuna popular, como habíamos ido Ezequiel y yo, que es a donde van los vándalos

Segundo: mi relación con Ezequiel. Dado que yo nunca había manifestado interes en relacionarme con mi hermano, mi padre sostuvo que era lo mejor continuar así. Como regalo de cumpleaños era bastante simpático "un compact-disc de música moderna y un viaje en colectivo hasta Avellaneda para ver fútbol", pero que nuestra relación terminaba allí. Que no era "sano" para un niño de 11 años andar por ahí con un adulto de 24, por más que este fuera su hermano

Tercero: el entendía que yo estaba por ingresar a la pubertad, que mi cuerpo estaba empezando a cambiar y tal vez tenía alguna duda o pregunta que hacer. Si era por eso tenía que confiar en el, después de todo era mi padre, me había dado la vida, me había educado

Yo tenía que confiar en el

Y cuarto: en cuanto a Ezequiel, me prohibía verlo fuera del ámbito familiar

Todo esto por supuesto "era por mi bien" y "más adelante se lo agradecería"

Mi padre como siempre dio por terminada la conversación levantándose y yéndose

Yo me quedé sentado en su despacho llorando en silencio un largo rato

Cuando salí, todos se habían acostado. Eran miles las cosas que no podía entender, lo único que sentía era que había algo que no encajaba en el mundo

Y ese algo era yo

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora