CAPITULO 25

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Cuando empezó a tomar ATZ, Ezequiel se vio obligado a llevar una dieta sana y a relizar ejercicios, para contrarrestar los efectos de la droga

Todos los días salía con Sacha a realizar largas caminatas y esas caminatas lo llevaban lunes, miércoles y viernes a la puerta del Instituto donde yo estudiaba

La primera vez que lo vi parado en la puerta esperándome, me temblaron las rodillas, a mi no se me había permitido ir a verle a la clínica, es más, había más de tres meses que no nos veíamos, si bien yo estaba enterado de todo lo que pasaba, había desarrollado un sexto sentido para escuchar a mis padres cuando hablaban de el, y además la abuela, siempre la abuela, me contaba. Me sentía en falta por no haberlo visitado

-No me dejaron ir a verte- le dije sin siquiera saludarlo

Ezequiel sonrió, tenía una sonrisa apagada, todo el estaba apagado, no era ya la persona luminosa de antes. Estaba asustado, algo de lo que me di cuenta hasta que fue tarde

-Ya se, no importa. La abuela siempre me manda saludos tuyos, ¿no te molesta que te venga a buscar?-

Le conteste que no, por supuesto. Esa primera vez y las siguientes nos habíamos limitado a caminar en silencio, hasta la parada del colectivo, con Sacha correteando entre ambos

A la siguiente semana, Sacha ya saltaba para recibirme apenas ponía un pie fuera del Instituto. Lo cual me hizo ganar la simpatía de muchos de mis compañeros

Sacha nos daba tema de conversación. Yo no me atrevía a preguntarle de su enfermedad ni de su dieta, entonces le preguntaba sobre la dieta de Sacha. Ezequiel me contaba que le daba de comer y como lo cuidaba, de los libros que había leído para cuidarlo bien, se lo tomaba con absoluta seriedad, sabía muchísimas cosas de los perros del artico, su historia, sus costumbres y sus diferencias  con los perros de origen europeo

Hablando de el fue un día que me dijo:

-Uno de los motivos porque quiero tanto a este perro es por sus ojos. Desde que estoy enfermo la gente me mira de distintas maneras. En los ojos de algunos veo temor, en los de otros, intolerancia. En los de la abuela veo lastima. En los de papá enojo y vergüenza. En los de mamá miedo y reproche. En los tuyos curiosidad y misterio, a menos que creas que mi enfermedad no tiene nada que ver con que estemos juntos en este momento. Los únicos ojos que me miran igual, en los únicos ojos que me veo como soy, no importa si estoy sano o enfermo, es en los ojos de mi perro. En los ojos de Sacha-

Los ojos del perro siberianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora